CULTURA
katalina Guerrico, circe Iglesias Brickles y el reactor

O cómo es ser hoy un artista emergente

A través de una mirada recortada, aunque precisa, que se monta sobre dos jóvenes artistas prometedoras –Katalina Guerrico y Circe Iglesias Brickles, hija del reconocido artista plástico Eduardo Iglesias Brickles–, es posible atisbar los derroteros que sigue la escena artística porteña, que con el multiespacio El Reactor demuestra la vitalidad de un campo alucinante en ebullición perpetua y permanente.

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Maceta invadida (2013), acrlico sobre tela, 150 x 100 cm, obra de Katalina Guerrico. | Gentileza del autor

El Reactor. Una casa antigua donde nos juntamos y trabajamos. Donde se llevan a cabo distintos talleres. Donde se realizan diferentes disciplinas del arte”.
Dos salas en la planta baja; una para mostrar, otra como taller colectivo.

Quien me lleva a este lugar es Katalina Guerrico, una joven artista de veintinueve años, madre de dos chicos y ya casi por dar a luz el tercero. Panza enorme que no le impide seguir con gran entusiasmo su actividad creativa. Ella estudió en el IUNA; pero por ese desencanto que conlleva lo caótico de esta casa de estudios se pasó al Museo Social, UMSA. En el IUNA eligió pintura, en el Museo Social se especializó en grabado. Simple, eligió esta alternativa porque le pareció más interesante quien dictaba esta especialidad que quien dictaba la otra y, de ese modo, hoy es una buena grabadora que utiliza la pintura, diría el color, para con sus obras. Son tres los finales que le falta rendir sólo en materias teóricas, pero no se ve mucho a sí misma con ganas o necesidad de un título; su  deseo pasa por otro lado, más ligado al hacer en su expansiva y diversa, en cuanto a soporte, obra. Kata, cual le gusta que la llamen, también aplica y ejercita la técnica del collage en sus trabajos. Si debe recordar a sus maestros, menciona a Marcelo Malagamba y a Eduardo Iglesias Brickles, Juan Astica y Carlos Ferls. Artista y mamá todo terreno, la mañana se la dedica a sus dos pequeños hijos, jardín de infantes de por medio, la tarde es para crear en su taller. Taller que ha podido construir en su casa, a la que se mudó en pleno barrio de Palermo el año pasado. Al Reactor va de tanto en tanto, una vez al mes tal vez; pero hoy por hoy trabaja en su estudio particular todos los días. No tiene galería que la represente. Participa de premios y realiza todo tipo de trabajos, donde aflora su inmensa creatividad. Pinta hermosas macetas que se venden en La Mersa, también realiza esculturas en madera, a las que transforma de modo colorido para el mismo local de decoración, situado en el barrio de Palermo Hollywood. Ha realizado un collage en tela para la peluquería donde se atiende y, con ello, ha realizado un canje por servicios. Cuando no, ha realizado una obra en vivo para Natura, la marca de cosmética brasileña, ante doscientas cincuenta invitadas, en el hotel Sheraton de Pilar. Realza una fiesta, pinta un mantel, ambienta un desfile. Interviene objetos. En el año 2010 trabajó pintando carteras para la colección verano de Benito Fernández. Con motivo de los diez años de la línea aérea TAM, realizó una intervención en la Embajada de Brasil en Buenos Aires, pintando en vivo una palmera de tres metros de altura mientras se llevaba a cabo el evento; además, había ya pintado a mano cuatrocientas palmeras de pequeño formato que fueron entregadas a los invitados. Se las arregla para que su economía básica se sustente. Ahora acaba de ser invitada por el Gobierno de la Ciudad a pintar un mural en el Hospital Garrahan, cosa que duda de llevar a cabo por la proximidad del parto, posiblemente lo realice  en 2014. Todo en ella fluye naturalmente, es un placer dialogar con esta artista.

En cuanto al Reactor, ella cuenta que es un grupo que expone a través de la realización de estudios abiertos, mostrando lo que está realizando en ese momento. Desacartonadamente. La idea rectora es generar ideas y proyectos, atraer a gente creativa del mundo a la Argentina y, en simultaneidad, mejorar el ecosistema donde se vive. De alguna manera, invitar a una estadía en esta casa-residencia a artistas de otras latitudes.
“Realizamos exhibiciones en el lugar, tenemos un taller de creación libre y proyectamos cortos y largometrajes. El Reactor funciona como centro para proyectos de diseño, ingeniería, tecnología, arquitectura, música, literatura, artes visuales y teatro. Creemos que esta interdisciplina es una característica fundamental de nuestro espacio. Nuestro perfil se focaliza en el trabajo experimental, instintivo, crudo, inspirado en formas y comportamientos naturales. Dedicamos tiempo a la reflexión sobre el acto de pintar o esculpir o crear en sí, y buscamos formas de acceso de la obra al espectador en forma fluida, sin obstáculos”. Esta casa de artistas es la casa de José Huidobro, quien posee un amplio CV, y es en el año 2010, cuando vuelve a vivir a la Argentina luego de una larga estadía en Europa, que funda El Reactor.

De este colectivo forman parte Helen Robles, Germán Hary, Pedro Inchauspe, Tom Médici, Ramiro Marquevich y Benjamín Ruiz Huidobro, entre otros artistas. Volviendo a Katalina Guerrico, artista que hoy nos ocupa, cabe decir que en verdad esta joven no para, es pura dinamita, ¡chispa!; y me reconozco en esta artista todo terreno y gran emprendedora infatigable, siempre activa, y con extrema energía. Pero hay un rasgo para mí distintivo en ella, y es su amor y respeto por la naturaleza, leitmotiv de sus obras. Nos dice: “Pinto porque me hace feliz; desde los doce años que lo hago sin interrupción, sin parar. Me gusta trabajar, estar en mi taller, probar distintas formas de expresarme”. Su casa justamente será mencionada y ha sido seleccionada para una publicación que trata de lo que la cronista ha dado en llamar casas con vida. A decir de Kata: “Creo que lo importante es ser siempre libre en cuanto a la producción artística, siempre fiel a uno mismo y haciendo lo que a uno lo hace feliz, de eso se trata el arte para mí, felicidad”. Y mientras tanto, sigue; sus obras se exhiben en una web para poder ser vendidas directamente en Shanghai; una colección de almohadones con obras de ella será mostrada en Tienda Palacio y Kabinnet; ha creado junto a Magdalena Bianchetti la marca Pájaro Limón, que se ocupa de la decoración con arte, y su actividad y proyectos son inagotables.

El caso de Circe Iglesias Brickles es diferente. Ella proviene de una familia de artistas; sus padres, María Inés Tapia Vera y Eduardo Iglesias Brickles, poseen una extensa y frondosa trayectoria en las artes plásticas y visuales, lo que tal vez hizo que se familiarizara desde muy temprana edad con ese mundo, y más especialmente con las diversas técnicas de impresión y expresión del grabado. Hermana melliza de Gala, quien ha elegido para expresarse la música, deambula y se mueve como pez en el agua por diversos ámbitos: el street art, la pintura, el dibujo, el diseño y, muy especialmente, el arte del tatuaje. A sus veintitrés años, cursa la carrera de Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad del Museo Social Argentino, UMSA; y en el término de un año y medio cree que finalizará sus estudios. Con un bachillerato terminado con muy buen promedio en el Colegio Nacional de Buenos Aires, al igual que su madre, su vida, homologando tal vez la de ella, fue seguir el camino del arte, y especialmente, tal vez por su padre, desarrollar todo un modo y un mundo gráfico propio, con criterio personal, y como suelen ser los artistas, único.
“Trato de trabajar en todo lo que tenga que ver con dibujar o pintar, lo que sea, desde una pared a un tatuaje o un mural o un flyer (así se les dice a los volantes de grupos de música, aclara). Hice unos años de Arquitectura en la UBA mientras pintaba con mi maestro, el pintor Julio Racioppi, e iba al taller del artista Guillermo Roux, después me di cuenta de que quería que todo mi tiempo se basara en  la pintura y lo que tuviera que ver con eso”, acota. “Estando en la UBA experimentaba con el collage. Después empecé a dibujar para la banda de reggae de mi hermana (Mada Kali). Una cosa llevó a la otra y  los dibujos de los volantes de las bandas se convirtieron en mi laburo, con ese dinero ahorré para comprarme mi primera máquina de tatuajes, y empecé a tatuar en la cocina de mi casa. Un día de casualidad conocí a César, (cantante de Cexxa y tatuador en Viva! Tattoo), quien me invitó a ser aprendiz en el estudio de tatuajes Viva! Tattoo, que queda en el cruce de la calle Ecuador con la avenida Córdoba. Casi todo lo que sé técnicamente de tatuajes lo aprendí ahí, con Tito Dragan y César Rojas.

A la par hago las ilustraciones para La Delio Valdez, la banda de cumbia colombiana. También, cuando estaba en Arquitectura, tuve una banda experimental con unas amigas, se llamaba Las Tenebrosas, zapábamos una vez por semana, los domingos, y nos mandamos a tocar en vivo dos veces, una en Warhol, un bar rockero de La Lucila, y otra en Ultra Bar, en el Microcentro porteño. El show era más una performance que el de una banda musical, ya que no teníamos canciones, ni nos interesaba tenerlas. Nunca tocábamos dos veces la misma melodía; siempre era un dejarse fluir en el momento. Fue divertido mientras duró, después decidí enfocarme sólo en la pintura y en lo visual”.
Va en bici, a todos lados. Hoy, su hermana gemela, Gala, toca los teclados en Nairobi, otra banda. Circe, feliz, tatúa en este estudio con gran éxito y clientela todos los días de la semana. El tiempo que le queda lo consagra a seguir plasmando ya no sobre cuerpos humanos, sino en el papel.