CULTURA
Entrevista a david rieff

“Pasé veinte años en zonas de guerra”

Conocido por ser uno de los mayores analistas políticos norteamericanos –además de hijo y editor de Susan Sontag–, David Rieff estuvo de paso por Buenos Aires para presentar su último ensayo, “El oprobio del hambre” (Taurus), donde esboza una crítica directa contra el filantrocapitalismo encabezado por Bill Gates.

20161008_1141_cultura_DavidSontagRieff
Legado presente. David Rieff ha pasado buena parte de su vida profesional intentando despegarse de la figura materna. Fiel a su convicción, en esta entrevista tampoco aceptó hablar sobre ella. | Gentileza editorial

Curtido en algunos de los conflictos humanitarios más desoladores de tiempos recientes –Ruanda, Kosovo, Bosnia o Palestina– David Rieff (1952) es uno de los analistas políticos estadounidenses más agudos del presente. Colaborador de los principales medios impresos del Occidente, cuenta con el título de historiador por la Universidad de Princeton, lo que en su momento no le impidió abandonar la escuela y manejar desde Nueva York hasta Cuernavaca en México para formar parte del equipo de investigación del pensador anarquista Iván Illich, uno de los intelectuales más originales del siglo pasado.

Autor de una obra variopinta que ha explorado los conflictos propios a la inmigración, los derechos humanos y las políticas de intervención en territorios en conflicto, su presencia en Argentina se debe a la publicación del libro El oprobio del hambre, un documentado trabajo sobre el derecho a la alimentación y los papeles desempeñados por algunos de los filantrocapitalistas del mundo, como Bill Gates.

—¿De dónde viene tu interés personal en publicar un libro como éste?

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

—Pasé veinte años en zonas de guerra, escribiendo sobre asuntos humanitarios: migración, campos de refugiados, efectos de la guerra sobre la sociedad civil, etcétera. En 2002 escribí un libro, Una cama para una noche, sobre lo que vi como una crisis general humanitaria en zonas de guerra como Ruanda, Sudán, Liberia, Irak o Afganistán. Cuando trabajas estos temas, te enfocas más en el desarrollo, pero yo no quería escribir un libro general, así que cuando hubo la crisis y la subida de precios en los alimentos y materias de 2008 vi la oportunidad y tuve la perspectiva necesaria para articular lo que quería contar. De alguna manera tengo una identificación demasiado estrecha con mi vocación de escitor, por ello no sé si existe una gran diferencia entre lo personal y lo profesional en mi propia vida.

—¿Recibiste apoyo de alguna institución para realizar este trabajo?

—No. No soy un escritor que acepte ningún tipo de pago por parte de las instituciones. Para empezar, odio a todas las instituciones, no importa si son de izquierda o de derecha, progresista o fascista, no me interesa: soy un enemigo natural de la vida institucional. No veo de qué manera se puede escribir un libro sobre el hambre o el desarrollo aceptando el dinero y la ayuda de grandes instituciones con sus propias visiones políticas. Desde mi perspectiva, es algo que no se hace.

—Hace poco, más de cien  premios Nobel pidieron a Greenpeace rechazar su posición frente a los alimentos genéticamente modificados, concretamente contra el arroz dorado, ¿qué piensas al respecto?

—No tengo los conocimientos suficientes para tener el derecho a una opinión científica al respecto. Desconozco si el arroz dorado es una manera eficaz de ayudar a los problemas alimenticios del mundo, pero definitivamente no puedes hablar de lo que deben hacer los organismos modificados genéticamente (OMG) sin hablar del control de las multinacionales sobre estos procesos. El sistema global actual de agricultura y producción alimentaria es un sistema dominado por los mismos intereses de los OMG. Ese camino no es una solución aceptable para los pobres de nuestro mundo. Por otra parte, no veo por qué habría que tomar en serio el punto de vista sobre la política o la moral de un científico. Si ellos sostienen que no hay peligro sanitario sobre los OMG tal vez tengan razón, pero los alimentos son distribuidos en un contexto del capitalismo actual y no veo por qué los científicos tendrían un mérito especial para abordar con precisión esta circunstancia.

—Otra cosa que sorprende del libro es la profunda documentación, un profundo “tour de force”, ¿cuánto tiempo te llevó escribirlo?

—Este libro me llevó ocho años de trabajo. Dos años de busqueda –pasé mucho tiempo en China, India, Brasil– y el proyecto cambió. Al principio quise hacer más reportaje que análisis, pero esto fue lo que quedó. 

—Uno de los aspectos que me llaman la atención de tu libro es la crítica a lo que llamas el filantrocapitalismo, cuyo arquetipo sería Bill Gates. Lo rescato porque se trata de una crítica moral sobre un fenómeno complejo del presente, que puede leerse también como una crítica que viene desde los tiempos de la United Fruit Company sobre los ataques a las diversas democracias.

—La versión oficial del desarrollo, tanto de la ONU como de otras instituciones parecidas, es que todos creen en la centralidad del sector privado. Todo el mundo habla de un capitalismo responsable, conscientes de sus obligaciones morales con los pobres. Yo no creo en esa transformación del capitalismo; no existe una distancia moralmente, como bien señalas, entre la United Fruit Company y el Microsoft de hoy. Se trata de propaganda, puesto que el sector privado hace lo que le da la gana. La democracia no existe en este contexto. Aunque conozcamos las limitaciones de la democracia, sigue siendo el menor de los males posibles. Y Gates y su fundación, con poder absoluto en el mundo se comportan como reyes, sin rendirle cuentas a nadie.

Sobra decir que yo soy republicano.