CULTURA
recorte de un mundo maravilloso

Por los universos paralelos

A través de mundos entre oníricos y fantásticos –algo que remite tanto a Remedios Varo como a Lewis Carroll–, los mundos de Decur (1981) son una invitación inocente a los territorios fantásticos que perdemos con el desencanto de la vida. Con una técnica sofisticada, la galería Mar Dulce invita a conocer a su personal de “Nunca Jamás”.

Obra alucinada. Los mundos interiores de Decur son un pase de ida al país de la infancia, ese lugar poblado por personajes de ensueño que se resisten a morir.
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En muchos de sus textos, pero especialmente en El Aleph y en El jardín de los senderos que se bifurcan, Borges ofrece imágenes del infinito dentro de nuestro mundo finito. Ese infinito borgeano (en un caso, el de El jardín..., es el tiempo infinito; en el otro, El Aleph, es sobre el espacio infinito) se representa siempre como un universo paralelo al que habitamos: está, a la vez, en este mundo (por ejemplo, el Aleph se encuentra en el sótano de una casa de la avenida Garay, en Buenos Aires) y está más allá de este mundo. La ficción que dice su nombre (la que se reconoce como ficción) es, a su manera, otro universo paralelo: el mundo que está junto, pero fuera y, a la vez, dentro de este mundo. ¿Pero no dijo Lacan que lo real tiene la estructura de la ficción? ¿No será que nuestro mundo es ya, desde el origen –si es posible pensarle un origen– un universo escindido: este mundo y el paralelo? Esa sospecha se acrecienta cuando uno se enfrenta con las pinturas que Decur (Rosario, 1981) presenta en su muestra Universo paralelo.

El mundo de Decur (su universo paralelo) remite al imaginario de los cuentos infantiles. Está poblado de seres que se parecen a los animales, pero humanizados. Ni animales no humanos ni humanos animales: seres de un universo que sólo podemos entrever cuando un artista los convoca ante nuestros ojos alucinados. La tierra a la que va Alicia cuando Lewis Carroll nos cuenta sus historias del otro lado del espejo.

No sólo hay animales humanizados (que no terminan nunca de ser humanos, ya que se les nota una inocencia esencial), sino que también en sus obras se tornan animados los objetos: una lamparita de luz duerme sobre una mesa, una botella de gaseosa sonríe ante el ser que la está tomando. Todo está vivo: el mundo respira.

El mundo de Decur es paradisíaco, no porque sea un vergel de placeres, sino porque remite a un espacio sin maldad. Hay una larga tradición utópica que coloca los reinos de la inocencia en una época arcaica, muy anterior al mundo moderno (que es visto como el espacio de la perversión). No es el caso de Universo paralelo: aquí los seres son atemporales y, a la vez, extrañamente contemporáneos. Quizá sean un poco anacrónicos, como abuelos buenos que no entienden los últimos adelantos tecnológicos, pero no son personajes de una era arcaica. Nos parecen reconocibles: tal vez sean las figuras que poblaron nuestros sueños cuando fuimos niños.

Hay una huella de la infancia en Universo paralelo. No en la factura, que es artesanalmente muy sofisticada, sino en el bestiario fantástico que puebla sus espacios y en las historias que condensa. Decur es un narrador apasionado y sabio que sabe contar una historia con una imagen. Todos los personajes de Descanso en paralelo, por ejemplo, parecen, a la vez, familiares y completamente extraños. Su familiaridad no proviene del mundo de la vigilia, sino de nuestra frecuentación de los libros de cuentos infantiles. Bajo ese árbol, esos seres descansan tan perfectamente que no podemos imaginar un sueño más plácido. Se han sacado las medias, han terminado de tomar el té, se dan calor unos a otros: hay en esa siesta campestre una alegría tan serena como intensa. Una alegría que no es de este mundo, pero que sólo podemos valorar los que vivimos en este mundo. Un universo paralelo que, a la vez, está dentro nuestro.

 

Universo paralelo
Decur
Galería Mar Dulce
Uriarte 1490
Martes a sábados de 15 a 20.
Gratis