CULTURA
19ª feria del libro de Praga

Sabor latinoamericano en la Ciudad de las Cien Torres

Se realizó en la ciudad de Praga la 19ª edición de la Feria Internacional del Libro, con Latinoamérica como invitada especial. Entre las presencias argentinas se encontraron Rodrigo Fresán, Mariana Enríquez y el autor de esta nota.

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Invitados. El irlandés John Banville y el argentino Rodrigo Fresán. | Gza. Organización

Desde hace algunos años, la siempre bella y misteriosa Praga se ha ido convirtiendo en otra de las ciudades del mundo permeables al encanto latinoamericano. A pesar de las múltiples diferencias culturales, resulta cada vez más común encontrar checos que hablen español (más allá de alguna excepción, los sonidos son muy parecidos), que bailen salsa, bachata o algún otro ritmo latino, o se junten a comer un poco de carne argentina con vino chileno.

Parece que algo de eso tuvieron en mente los organizadores de la Svet Knihy Praha, la Feria Internacional del Libro que tuvo lugar en la capital checa entre el 9 y el 12 de mayo pasado mientras dejaba a todos extenuados la mucho más extensa Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Realizada en el hermoso predio de  Holešovice, una zona verde en Praga 7 donde están el parque Stromovka y el planetario de la ciudad, la 25ª edición de la Svet Knihy Praha tuvo como principal invitada a Latinoamérica.

Entre los muchos escritores de la región que desembarcaron en Praga, la Ciudad de las Cien Torres, con amplia mayoría argentina se destacaron Rodrigo Fresán (tuvo una charla con John Banville/Benjamin Black, el autor de Los lobos de Praga, y presentó la reciente traducción al checo de su primer libro de cuentos, Historia argentina), Mariana Enríquez (que presentó la traducción al checo de Esto es el mar, “una novela juvenil pero vintage”, según ella misma definió), el mexicano Alvaro Enrigue, el brasileño Bernardo Carvalho y el premio Nobel Mario Vargas Llosa.

En las dos conversaciones que tuvo con la prestigiosa traductora Anežka Charvátová, Vargas Llosa se mostró muy abierto y bastante cálido, se rió a las carcajadas en varias oportunidades y hasta le reveló a su interlocutora que lo asustaba un poco el hecho de que ella pareciera saber más de su obra que él mismo. En esa misma entrevista, Vargas Llosa contó algunas anécdotas acerca de cómo tuvo que “negociar” algunos ataques de censura contra sus libros, incorporando palabras absurdas como “cetáceo” para matizar el impacto que podía tener una frase como “la panza de ballena del coronel” y su recuerdo agradecido de la agente literaria Carmen Balcells, quien fue a buscarlo a Londres, donde él estaba muy contento dando clases, para que dejara todo y se dedicara de lleno a la literatura asegurándole que le iría muy bien aunque ni él (que por ese entonces era muy joven y recién empezaba a escribir) se lo creía en ese momento.

“Vargas Llosa me sorprendió por su amabilidad, su modestia, su agilidad de espíritu y su sentido del humor. Viví los cuatro días de feria como una fiesta continua, charlando con amigos y colegas, sintiéndome como si estuviera en mi querida Latinoamérica, viajando a la velocidad de un relámpago entre México, Argentina, Colombia, Chile, Perú y Brasil”, contó Charvátová, tan contenta como agotada, apenas terminó la feria.

Entre los eventos más destacados y comentados estuvieron la presentación de Alejandro Jodorowsky (que generó mucha expectativa y cuya llegada no se confirmó hasta último momento), que, entre otras cosas, habló de las sinuosas relaciones entre el arte y el dinero y aseguró que “a los 90 años se puede tener buen sexo”, y el debate entre Mario Vargas Llosa y la alemana Herta Müller en la emblemática sala de cine Lucerna, presentado por los organizadores como un hecho histórico: la primera vez que dos premios Nobel de Literatura se reúnen a debatir.

Con algunas diferencias (sobre todo en el optimismo de Vargas Llosa, que, según Herta Müller, podía resultar, a veces, un poco peligroso) y otras coincidencias (en lo que hace a su opinión sobre las actuales dictaduras: “Muchos jefes de Estado han sido elegidos democráticamente, pero estas personas cambian dramáticamente durante sus gobiernos”, dijeron ambos), aunque tuvo momentos interesantes, la charla se extendió demasiado en cuestiones políticas bastante redundantes, sobre todo a causa de las repetitivas preguntas del moderador de la televisión checa, y casi no hubo lugar para hablar de literatura.

Pero, más allá de ese detalle, la Feria del Libro checa fue un verdadero éxito, tal como expresan los números que difundió su director, Radovan Auer: 50 mil visitantes, 685 programas incluyendo talleres, exposiciones de arte, conciertos y stands gastronómicos, y 461 stands (un 10% más que el año pasado).

“La verdad es que teníamos muchas expectativas con esta edición, pero la realidad las superó ampliamente”, concluye uno de los organizadores, Guillaume Basset, quien se mostró impactado, sobre todo, con la “maravillosa presentación” de Alejandro Jodorowsky.

Pero, por supuesto, lo más importante es todo lo que este tipo de eventos que constituyen verdaderos puentes entre culturas van creando con el tiempo: experiencias, encuentros, cruces y múltiples traducciones que empiezan a cocinarse ahí donde el inconfundible olor de pivo (cerveza checa) se mezcla con el aroma de las empanadas y otras delicias de nuestro continente.

*Desde Praga.