CULTURA
El legado de Fogwill (1941-2010)

Sentimientos de sí

Ya se encuentra en librerías la poesía completa del polémico y provocador autor de “Los pichiciegos” y “Muchacha punk”. Fogwill, uno de los autores más inquietos del pasado y del presente, demuestra que, como en el caso de Bolaño, algunos muertos gozan de muy buena salud.

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Un tomo. Hasta su muerte, los libros de poesía de Fogwill –algunos inhallables– no fueron tan valorados como su narrativa. | Enrique Abbate
En el prólogo de Poesía completa, de Fogwill, Arturo Carrera afirma que sus novelas y su poesía estuvieron llenas de experiencia y gracia, logrando que los escritores más jóvenes no pudieran sino “admirarlo, leerlo y hasta copiarlo”. Observa además una característica que, para quienes lo hayan leído, constituye ya una marca: “Su escritura y su posición frente al hecho poético, a quien Fogwill dedicó la vida, siempre me lo hicieron comparable a Ezra Pound”, merced a su oído agudo y crítico y a su espíritu contestatario y revelador. En una de las mesas del homenaje póstumo que se le realizó hace unos años en el Museo del Libro y de la Lengua, los poetas Damián Ríos, Silvio Mattoni y Martín Gambarotta hablaron de algunos de estos aspectos. Después de un tiempo, resulta pertinente recurrir a ellos para que vuelvan a hablar de esta poco conocida dimensión, porque hasta su muerte sus libros de poesía (Canción de paz, Partes del todo, Lo dado) no fueron tan valorados como su narrativa.

“Yo conocí a Fogwill un domingo a la noche”, recuerda Damián Ríos, “venía de visitar a Martín Gambarotta, al que él no conocía pero había leído un adelanto de Punctum en Diario de Poesía y le fue a pedir el disquete con el libro entero”. Ríos advierte que abrazó poundianamente a Gambarotta, pero no sólo a él, sino a varios poetas, por quienes se preocupaba y les preguntaba si tenían laburo, si estaban bien con sus novias, si iban a tener hijos. ¿Pero logró influir con su poesía sobre estos poetas? Para él, “la narrativa, sobre todo la cuentística y sus intervenciones públicas, opacó un poco la circulación de su poesía, que de por sí tiene una circulación más acotada; sin embargo, él consideraba fundamental la lectura de poesía para la formación de cualquier escritor”.

Este poeta cree que su libro más logrado es Partes del todo, sobre todo los poemas En el bosque de pinos de las máquinas, Sentimientos de sí y Versiones sobre el mar, que son poemas largos donde demuestra mucha pericia en el verso libre, en el endecasílabo y en el soneto: “Me gusta el modo en que la poesía de Fogwill discute con algunos de sus escritores favoritos. Sus lecturas poéticas no se remitían sólo a la poesía argentina, sino a toda la tradición escrita en español. En Argentina tuvo mucha fuerza la poesía anglosajona, Pound y Eliot, pero Fogwill les dio mucha importancia a tradiciones anteriores, como el Siglo de Oro español, y también a poetas importantes para él, como Rubén Darío”. Muchos de sus poemas tienen nombres de poetas en títulos (Neruda, Cavafis, Eliot), dedicatorias (Zelarayán, Viel Temperley, Gambarotta, Mattoni, Saer) o menciones dentro de los poemas (Mallarmé, Girri). Según Ríos, de algún modo sus dedicatorias funcionaban como reescrituras y homenaje y “configuran lo que él consideraba su canon, y eso incluía poetas mayores, menores y consagrados”.

Desde Córdoba, Silvio Mattoni recuerda que Fogwill no sólo sabía poemas de memoria en varios idiomas, sino que traducía a Pessoa, Dante y Mallarmé, y consideraba “que la poesía era el género supremo”. Parte de su obra era lo que leía y lo que descubría, fueran poetas jóvenes u olvidados: “Por eso, el uso de los nombres de Gambarotta, del mío, de varios más. Sabía que su fama de narrador le permitía tener más amplificación y la usaba para los poetas, porque le gustaba descubrir que alguien había hecho algo”. Mattoni le dedicó dos poemas a Fogwill, uno en vida y otro largo para su muerte, incluido en su libro Peluquería masculina.

Desde 1998, todos los manuscritos de Mattoni pasaron por él: “Yo esperaba ver qué iba a decir, discutía los títulos, algún ordenamiento de los poemas. Cada viaje a Buenos Aires tenía sentido porque sabía que lo vería y hablaríamos y veríamos a la gente perdiendo su tiempo mientras nosotros no dejábamos ni un segundo de pensar que el mundo necesitaba más libros y más poetas y más niños y más mujeres y más barcos y más cosas nuevas y mercancías y versos, versos”. En cuanto a su influencia, coincide con Ríos en que sus poemas largos, tipo odas, son los mejores: Versiones sobre el mar, En el bosque…, incluso el Llamado por los malos poetas, “pero creo que quizás el mejor género para él, donde es una voz superlírica, haya sido el cuento, no hay nadie que los haya pensado, escrito, contado y cantado de mejor forma”.

Fogwill era un sujeto que en sus opiniones públicas ponía el cuerpo y pagaba el costo; hoy algunos escritores han tratado de ocupar ese lugar sin pagar ese costo. Como poeta también lo pagó. Según Gambarotta, a quien le dedicó El antes de los monstruito, “Fogwill escribía poesía sabiendo que es una disciplina que somete, humilla y no da nada a cambio. Para Fogwill, el poema era la forma más absoluta de expresión porque de nada sirven poder, institución y jerarquías para que perdure. Sabía que era improbable, como para todos, hacer algo bueno. Desde ese lugar de humildad escribió En el bosque..., tal vez uno de los grandes poemas de la poesía argentina de antes de fin de siglo. A la vez, se ridiculizaba a sí mismo como nadie. Con eso de ‘se necesitan malos poetas’ terminó armando un proyecto de escritura mala que lo redime”. La publicación de esta Poesía completa constituye la oportunidad, entonces, de leer a Fogwill como el poeta que fue, con libros que hasta hoy eran inhallables.