CULTURA
primera bienalsur

Una plataforma rizomática

Surgida por iniciativa del rector de la Untref, Aníbal Jozami, la semana pasada arrancó en Montevideo la I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur, Bienalsur. Ya pueden verse en distintos puntos de Buenos Aires y Rosario obras e instalaciones.

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Apertura y respuesta. La inauguración se realizó en el Centro Cultural de España. Colmado. | cedoc

La I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur, Bienalsur, se propone como una plataforma que invita a repensar el arte contemporáneo, pero también, y tal vez sobre todo, las normas de funcionamiento del campo artístico a través de una dinámica que busca romper la lógica centro-periferia y establecer, como dicen los organizadores, “un diálogo en condiciones de paridad que se origine desde el sur”.

Por eso, a diferencia de las bienales tradicionales, que siguen una estructura arborescente, jerárquica, cuya raíz o centro es una única ciudad, en este caso se reproduce una estructura en cierto modo rizomática en un sentido deleuzeano, ya que habrá 350 artistas que desarrollarán sus obras en 16 países y 32 ciudades, la mayor parte de ellas sudamericanas, pero también de otras latitudes como París, Madrid e incluso Tokio, ciudades entre las cuales se busca establecer un lazo de horizontalidad.

Esta configuración o diseño, según explica Diana Wechsler, directora artística-académica de la Bienal, responde a “un espíritu multipolar, polifónico, descentrado, que hace de cada sede un centro que irradia a los demás, y a su vez está construido por una suma de piezas como un gran rompecabezas que se va armando a medida que uno lo va transitando, lo va leyendo, lo va experimentando”. La iniciativa surgió del rector de la Untref, el sociólogo Aníbal Jozami, quien en su momento, hace dos años, contó con el apoyo de 12 ministros de Cultura que se habían reunido en Montevideo, motivo por el cual, según explica, fue esta ciudad la que se eligió como punto de partida de la bienal.

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Allí, la semana pasada tuvo lugar la inauguración. En el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) se presentó la muestra, curada por Wechsler, Prólogo contemporáneo para una colección moderna, desde la que se ha intentado establecer un diálogo entre el arte contemporáneo y el arte moderno a través de la inclusión de distintas obras de colecciones privadas que discuten de algún modo –como cita, como alegoría– con aquellos paradigmas que atraviesan las obras de la muestra permanente del museo.

Pero quizás la propuesta más impactante, en parte por el lugar escogido, ha sido la de Eugenia Calvo, que presentó un rato más tarde Donde aparecen las distancias, una intervención en el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), que funciona en lo que fue uno de los pabellones de la ex cárcel de Miguelete. Allí, al espacio panóptico de la torre de control, destinado a observar o vigilar, lo hizo renacer como espacio a ser observado a través de una iluminación intermitente cuyo ritmo reproduce el de la reanimación cardiopulmonar y a través también de la remoción de escombros. “Yo siempre trabajo poniendo cosas... pero dije: ‘¿qué voy a agregar acá?’. Hay lugares que tienen demasiada información”, explica Calvo.

En otros lugares, en cambio, lo que hay es demasiada gente: el Centro Cultural de España, ya entrada la noche, se vio colmado de jóvenes y familias, a tal punto que apenas se podía caminar. Al parecer no faltó nadie, ni nada: tampoco el olor a cannabis legal. En esta sede expusieron sus obras los artistas del colectivo Kiosco, Ana Gallardo y Regina de Miguel, que trabajó en un documental sobre el proyecto Cybersyn del gobierno de Salvador Allende, una suerte de “internet socialista” que permitía que las empresas del Estado se interconectaran a través de teletipos: casi una utopía fantacientífica de esas que podría haber imaginado Edward Bellamy.

En Bienalsur, por cierto, y según explicó Jozami, también se trabajará en red: todas las sedes –en total suman 84– estarán interconectadas a través de pantallas interactivas por medio de las que el visitante “va a sentir que es parte de un mismo circuito, parte de una misma unidad cultural”. También se podrán descargar aplicaciones de realidad aumentada, entre ellas Willitu – “sur” en mapuche–, un videojuego que permite descubrir obras de arte en las ciudades, y cuyo objetivo parece ser el de “atraer al público joven”, de manera que en lugar de cazar pokemones puedan cazar –a lo mejor les da lo mismo– un León Ferrari o un Pedro Cabrita Reis, como por cierto va a tener que hacer –si no quiere viajar tanto– Edgardo Cozarinsky, ya que, según adelantó Aníbal Jozami, el autor de Maniobras nocturnas se comprometió a escribir “la novela de la Bienal”.

Vale recordar, por último, que además de las obras e instalaciones de Montevideo, desde el viernes pasado y hasta fin de año ya se pueden visitar también las intervenciones realizadas en varios puntos de Buenos Aires: el Museo de Arquitectura, el Palais de Glace, el Parque de la Memoria, la plaza Rubén Darío, la Fundación PROA, el Centro Cultural Recoleta y varias instituciones más a las que a partir de mañana se sumarán la Casa do Povo, en San Pablo, los campus de la Universidad de Rio Grande do Sul y, más adelante, el Museo Reina Sofía en Madrid, la Jeu de Paume en París, el Museo Provincial de Bellas Artes en Tucumán o el Barrio 21 de CABA, entre muchos otros.