CULTURA
muestra en la abadia

Viaje al noroeste argentino

En el edificio que fuera monasterio de monjes benedictinos tiene lugar la muestra “Las formas de lo sagrado. Arte precolombino del noroeste argentino”. Piezas en metal, cerámica y piedra de culturas agroalfareras, desarrolladas entre los siglos V a.C. y XI d.C., despliegan otras dimensiones del culto: ritos chamánicos, propiciatorios, mortuorios y consagratorios.

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Ajustes. La curaduría de la muestra se esfuerza por poner fin al falso dilema “pieza arqueológica” vs. “obra de arte”. De todos modos, la palabra “arte” se hace presente. | Gentileza La Abadia
En 1936, Antonin Artaud viajó a México. Ya había sido expulsado del surrealismo con una ominosa frase, “Hemos vomitado a un canalla”. Aunque Artaud no se quedó atrás con la respuesta y fue al hueso con su idea revolucionaria: “¡Sobre estos revolucionarios que no revolucionan nada! El surrealismo ha muerto por el sectarismo imbécil de sus adeptos. Lo que queda de él es una especie de montón híbrido al que los mismos surrealistas son incapaces de poner un nombre”. En busca de su “nuevo” surrealismo, de ese que no se confunda con la magia, se va a la sierra mexicana, al encuentro con los tarahumaras. De esa experiencia sale un libro fascinante, como sólo el poeta francés podía haber escrito. El viaje al país de los tarahumaras prescinde de toda mirada europea, carece de una descripción desde afuera. Artaud logra meterse de lleno en ese mundo. Participar activamente de la experiencia de esa cosmovisión distinta entre la realidad y la naturaleza. Artaud se transforma, a su vez, en un chamán que oficia de iniciador en esa manera de concebir una lógica que no es occidental, no es binaria ni dialéctica.

Con esa experiencia límite, la del artista participando de lo sagrado, que no está asociada con la idea de trascendencia del espíritu sino con la inmanencia de ser el mundo, se puede explorar Formas de lo sagrado. Arte precolombino del noroeste argentino, una muestra que se exhibe, y muy bien, en La Abadía Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos, que dirige Teresa Pereda, en el barrio de Palermo.
El lugar es un entorno privilegiado. No sólo por la asociación con alguna forma religiosa, ya que es un edificio que fue monasterio de monjes benedictinos, sino justamente por la visión antagónica que estas piezas reclaman para sí. A diferencia de los rituales cristianos, las piezas en metal, cerámica y piedra de culturas agroalfareras del NOA, desarrolladas entre los siglos V a.C. y XI d.C., pertenecientes a la colección de Cancillería Argentina y al Museo de La Plata, despliegan otras dimensiones del culto: ritos chamánicos, propiciatorios, mortuorios, consagratorios, de pasaje, iniciáticos.

La curaduría de María Alba Bovisio es experta e impecable. Tanto por el emplazamiento, la creación de ambientes adecuados para la exhibición de las piezas, a cargo de Valeria Keller y Mariana Rodríguez, como por el pensamiento que se trasluce sobre la colección que ha investigado. Ella prefiere salir del falso dilema entre “pieza arqueológica” y “obra de arte”, cuando cada uno de los términos de esa supuesta contradicción mezquina al otro y lo hace insuficiente. De cualquier modo, la exposición hace los ajustes necesarios para que la palabra “arte” se haga presente en un vocabulario que no la tiene incluida. En este caso, las dos lecturas se potencian: los suplicantes no son despojados de las hipótesis de su función, como manifestaciones líticas de los ancestros, por ejemplo, al deslumbrar con su excelencia estética. Figuras de piedra con formas antromórficas, vasos y pipas de cerámica para la transformación chamánica que muestran la cosmovisión andina, la integración entre el hombre y la naturaleza en la identificación del poder sagrado en jaguares, serpientes y yacarés, entre otros animales.

Deslumbra, en cada pequeña celda de lo que fuera el descanso de los monjes antiguamente, el despliegue de ese universo. Como si volviera, como una estela, como una creación imperecedera. Tal como lo concebía Artaud: “Las verdaderas tradiciones no progresan, ya que representan el punto más avanzado de toda verdad. Y el único progreso realizable consiste en conservar la forma y la fuerza de dichas tradiciones”