DEPORTES
REPRESENTANTES

Asesoran, hacen lobby, negocian y cobran

Quienes manejan hoy a los mejores jugadores del futbol argentino. Hay hombres de la vieja guardia, nuevos comerciantes y hasta familiares. Un mundo que mueve millones.

Figuras. En grande, Tevez, Bou y Zelarayán, tres jugadores altamente cotizados. Más abajo, Nacho Fernández, una de las vedettes del mercado de pases.
| Cedoc Perfil
Los representantes de jugadores son, a esta altura de la historia, una realidad inocultable de nuestro fútbol. No hay venta ni compra que no los involucre. Y en estos días, cuando las transferencias de verano empiezan a llenar los espacios vacíos de los medios, ellos tienen sus minutos de protagonismo.
Si bien hay cierta renovación, algunos de los históricos mantienen su vigencia. El ejemplo puede ser el de Jorge Cyterszpiler, aquel hombre de rulos que fue el primer representante de Diego Maradona en los 70 y que hoy disfruta por el tironeo y los dólares que desembolsarían River o el Botafogo de Brasil para contar con Nacho Fernández, de Gimnasia, uno de sus tantos representados.
La profesión que inventó Guillermo Coppola y profesionalizó Gustavo Mascardi, como le afirmó alguna vez a este diario Juan Cruz Ollier –representante de Emiliano Rigoni y José Sand–, se expande a pesar de que la FIFA intentó dosificar su participación. Antes de que estallara la megacausa por corrupción en el fútbol, el organismo había señalado que, ante cada transacción, había que informar el monto de la comisión (que por lo general ronda el 10%), quién la paga y quién la recibe; además, el organismo prohibía la participación de intermediarios en negociaciones de futbolistas menores de 18 años, una de las tantas letras muertas de las normativas FIFA.
“Ningún jugador de Boca llega a entrenarse a la Primera sin tener un representante”, afirma José Malleo, ex coordinador general de las inferiores de ese club y hoy líder del Area de Captación de Talentos. Malleo hace para Boca lo que los empresarios hacen para ellos mismos: buscar en las profundidades de nuestro fútbol las promesas que, en un futuro, podrían generarles ganancias tanto a los clubes como a los agentes que merodean en el negocio de la pelota.
Así pasó con Lucas Zelarayán y Jonatan Calleri, dos jóvenes que rompieron su vínculo con sus primeros representantes y partieron hacia el exterior. El primero se distanció de Marcelo Simonian y llegó a Tigres, de México, de la mano del peruano Ronald Baroni. El goleador de Boca, por su parte, anunció su ruptura con Fernando Hidalgo a través de un misterioso tuit –“Gracias por todo y adiós”– y se vinculó a Adrián Ruocco, el mismo hombre que representa a Tevez desde que Carlitos se fue a jugar al Corinthians, en Brasil. Ruocco y Tevez son amigos personales, y entre ellos, aunque parezca difícil de creer, no hay ningún contrato firmado. Todo se acuerda de palabra.
Algo parecido sucede con Néstor Ortigoza y su hermano Gustavo, que es quien lo asesora y lo representa en su carrera como futbolista. Con el lenguaje coloquial que aprendieron en Merlo, donde se criaron, los hermanos supieron hacer valer sus intereses en cada negociación: con San Lorenzo, con la Asociación Paraguaya de Fútbol y hasta con los jeques del Emirates Club.
La historia de los Ortigoza contrasta con lo que le dice un intermediario a PERFIL: “Hoy en día, para ser representante, necesitas hablar tres idiomas y una cartera de clientes amplia”. Y como sucede en otros rubros, los clientes están fraccionados: algunos acaparan el mercado del fútbol sudamericano, mientras que otros se especializan en países como Grecia, Chipre, Ucrania o Rusia. En el ámbito doméstico pasa lo mismo: Nelson Ferro Orrico, por ejemplo, empezó a tomar fuerza entre los uruguayos a partir de la representación de Cristian Rodríguez y Carlos Sánchez.
La forma de crecer –o de ganar notoriedad– es diversa. Los que antes de dedicarse a este negocio estuvieron adentro de un campo de juego gozan de cierta ventaja. Humberto “Pipi” Váttimos, Leonardo Rodríguez y Cristian Traverso son algunos de ellos. Crecen, de manera artificial, los que se beneficiaron de un padrinazgo político o dirigencial. Y también los que llegaron antes que todos: esos que, como se lamenta Malleo, empiezan en la prenovena regalándoles botines y ropa a los pibitos de 12 como método de inversión. Si sale, esa dádiva podría convertirse en el negocio de sus vidas.