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Como ser el mejor aun sin el mejor

El equipo catalan Goleo 4-0 al Real Madrid y lo aplaudio hasta el Bernabeu. Y eso que messi jugo poco.

Obra maestra. Suárez festeja el cuarto, que cerró la goleada catalana.
| AFP

Sus ojos reciben imágenes que nunca habían visto. Pero lejos de desagradarle, lo que está viendo le gusta. Mejor dicho, le encanta. Es que le resultaba imposible no sentirse atraído por la muestra de ese equipo que no necesitó de su magia para quedar en la historia. Lionel Messi fue, durante sesenta minutos, un espectador de lujo de un Barcelona que repitió una actuación histórica pero con un ingrediente que realza el haber bailado, y goleado, al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabéu: fue sin contar con él. El mejor equipo del mundo no necesitó al mejor jugador. Y eso dice mucho.
Un 4-0 en un clásico deja en claro que hubo un solo equipo en la cancha. Pero el Barcelona pudo haber recorrido distintos caminos para vapulear a su rival de siempre, y eligió el más difícil. El de la excelencia, a pesar de que no tenía a su as de espadas. Enfrente estuvo un Real Madrid que sufrió como nunca su escasa idea de juego y una apuesta hacia un cúmulo de individualidades que no tuvo oportunidad ante la perfección blaugrana. Para ser claros, el partido no fue partido, salvo los primeros minutos.
A los diez minutos todo se rompió. Tic, tac, tic, tac. La pelota era propiedad de los visitantes que, desde su propia área, acumularon treinta y cinco pases hasta que el joven Sergi Roberto rompió líneas enemigas y dejó mano a mano a un Luis Suárez, que con un tres dedos delicioso le dio el pase a la red. Un golazo que dejó en claro que el Barcelona versión 2015 de Luis Enrique tenía pensado volver en el tiempo a ser el de Guardiola de 2009, quizás el mejor equipo que vio el fútbol en su historia. Y dentro de esta obra maestra del fútbol, y sin Messi, que escribieron los catalanes, mucho de mérito hay de un Luis Enrique que con el planteo dejó en ridículo a un Rafa Benítez que salió a la cancha con un equipo que poco tuvo que ver con él, renunciando a sus convicciones, y mucho se pareció al “de gala” que quería el presidente Florentino Pérez.
Es que, contrariamente a los que dicen que los partidos se ganan en las áreas, el clásico español se gana en la mitad de la cancha. Y ahí, en esa batalla completamente desigual, la sociedad Sergi Roberto-Rakitic-Sergio Busquets-Iniesta hizo todo lo que James Rodríguez, Modric y Kroos pretendían. Nunca, en todo el encuentro, la presión madridista incomodó e interrumpió el plan visitante, que no era otro que avanzar en bloque y con pases. Algo que en la simpleza implica una gran complejidad. Y si hay una jugada que puede resumir esa idea es la del 2-0 de Neymar, quien no perdonó una asistencia simple de Iniesta, que lo dejó
mano a mano con un indefenso Navas.
Lejos de replantearse sus errores, el Madrid salió al complemento con la misma idea. Inexplicablemente, Benítez no puso a un volante central como Casemiro a parar la hemorragia y el partido, que ya no era partido, y perdió la poca competencia que podía llegar a retomar. Y si algo tenía claro el Barcelona, es que si Busquets e Iniesta seguían teniendo libertades el dominio se transformaría en una fiesta porque Neymar y Luis Suárez estaban en sintonía con sus compañeros. El tercer golazo de la tarde, esta vez en los pies de Iniesta, sentenció la historia y fue el preludio de “El retorno del Rey”.
Tres goles arriba y con 35 minutos por jugar. Ese fue el escenario ideal con el que se encontró Lionel Messi tras dos meses fuera de las canchas por su lesión en la rodilla ante Las Palmas. El rosarino no pudo haber tenido mejor panorama. Ya se había deleitado viendo a sus compañeros por primera vez desde el banco en un clásico, y quería sumarse al baile. Y, fiel a su estilo, lo pudo hacer. Su pase a Neymar fue el inicio del último grito de Luis Suárez. Los minutos finales transcurrieron con la visita más cerca del 5-0 que el Madrid del descuento. Fue una muestra de esas que hay que guardar del mejor equipo de todos los tiempos. ¿Por qué? Porque aplastó, otra vez, a su clásico rival en su casa pero con el lujo de haberlo hecho sin el talento del omnipresente Messi.


Resultado sacatecnicos
Un 0-4 hace temblar cualquier proyecto. Y más si es un clásico, como local y con los jugadores mirando de reojo todos tus movimientos. Tras la victoria del Barcelona, hubo dos grandes perdedores: Rafael Benítez y Florentino Pérez. El DT pagó su poca convicción al elegir el equipo ante la exigencia de un presidente que quiso “el equipo de estrellas” con un mediocampo sin volante central natural (Casemiro) y con la famosa BBC compuesta por Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo. El “Florentino dimisión” que cayó de los cuatro costados del Bernabéu fue una muestra clara del clima que dejó la derrota en la Casa Blanca. El título del diario Marca resume el presente: “Crisis Real”.
Los pañuelos blancos al término del primer tiempo, en clara muestra de disconformidad con lo que el Real Madrid hacía en el campo, se transformaron en silbidos que alcanzaron hasta al intocable de Cristiano Ronaldo cuando la goleada era un hecho consumado. Ninguna de las estrellas se salvó. Tan grande fue el golpe que según La Gazzetta dello Sport el portugués le habría dicho al presidente blanco: “El entrenador o yo”. No hay vuelta atrás. Benítez fue más medido: “Yo no hablaría de falta de actitud. Hemos pagado los errores ante un buen equipo”.
Un debut para el olvido. Una perla del clásico fue la presencia del presidente del gobierno español Mariano Rajoy, socio del Real Madrid, que acudió por primera vez al estadio con la ilusión de ver ganar a su equipo. El primer ministro no pudo imitar a los miles de hinchas blancos que, con el 0-4 impreso y a falta de diez minutos para que termine el partido, abandonaron un Santiago Bernabéu que se tiñó de azulgrana y que vivió un mazazo de esos que cambian el destino de un equipo.