El ministro del Interior respaldó a Javier Castrilli como contundente respuesta a la jurídica pero
incalificable recusación solicitada por River en la presentación de sus abogados.
¡Caramba con los abogados! Allí hay gente de mucho peso poniéndoles su firma a las argucias
que serán muy válidas en otros casos, pero que en este contexto parecieron un dislate. La sanción a
River, anunciada por el enfático ministro, parece la consecuencia de la suma de los fastidios por
las mentiras y las medias verdades que los dirigentes de River suelen aportar al esclarecimiento de
los hechos. Aníbal Fernández estuvo cara a cara con Aguilar en la última primavera, en una de esas
reuniones en las que los protagonistas salen con su mejor sonrisa y manifiestan que están en el
buen camino, unidos en la lucha.
Sabe el funcionario cuán inútil es preguntarles a los dirigentes del fútbol. Al leer los
descargos de River, el pedido de separación a Castrilli justo cuando Castrilli vuelve a ser un poco
Castrilli, el ministro advirtió la fabulación de los dirigentes.
Alisó el bigote con el pulgar y el índice, y dijo: “Basta, esto se acabó”. Los
dirigentes de River, mientras tanto, han aparecido: a) para emitir comunicados en los cuales le han
pedido (¡ellos!) a la Policía que identifique a los barras, y que en caso de que fueran socios,
tomarían medidas; b) para descalificar a Castrilli a través de los abogados; c) desde una foto en
un diario, Aguilar anunciaba heroico y decidido que se haría cargo personalmente de la
responsabilidad de River (?)... pero permaneció en Punta del Este, esperando que todo pase, como
enseña su maestro. Los fiscales allanan el club, clausuran sectores, suspenden la cancha, pero
Aguilar no aparece.
Escribe algún mensaje de texto a un periodista que trabaja para uno de sus críticos radiales:
Sigan mintiendo, las cosas no son así. ¿Qué es lo que no es así? ¿Que no tiene relación con los
barras?, ¿que Adrián es cercano suyo, y que la semana pasada le había partido la cabeza de un
sillazo a un socio que trabaja en la Comisión de Finanzas (encima, a éste lo retaron por meterse
con Adrián), ¿que los barras reciben dinero grande?, ¿que van prendidos en algún negocio?, ¿que la
pelea del quincho fue por alguna comisión?, ¿que le sacaron una bala en el club a uno de los
heridos para evitar que la Policía lo llevara a algún hospital de la zona? ¿O lo que no es así es
el criticable estilo de negociación de River, que humilla a la transparencia cuando se lo ve
negociar, comprar y vender a través del Locarno de Suiza, favoreciendo ganancias escandalosas de
inversores que compran a Higuaín en la segunda quincena de setiembre, para venderlo en la primera
de diciembre obteniendo mucho más de cuatro millones de dólares en un pase de mano a cuenta de
otros dividendos que aportarán Belluschi y tres juveniles cuando sean vendidos?
Y que esto lo saben, lo ven, lo palpan los barras, que viven metidos en el club, y por
supuesto pretenden la suya. Los alaridos que provocaron dos o tres despejes y un par de quites de
Rivas, proveniente más que de ningún otro lado de los barras, ¿son fruto del incentivo de alguna
ganancia futura? Alguien del grupo inversor les ha prometido una parte de la torta fantástica que
se están devorando.
Rivas fue ofrecido a River por 1.200.000 dólares, monto por el que lo compró el Locarno. El
grupo inversor, bah... ahora River lo tiene a préstamo por 200 mil hasta el 30 de junio, pero la
opción le cuesta un millón seiscientos mil, el 50% del pase. El Club Grupo Inversor Locarno gana,
en tal caso, 2 millones doscientos mil dólares: hay que entusiasmar a la crítica y a los otros
inocentes hinchas de las bondades de Rivas (pobre Rivas, que juega bien y no tiene nada que ver en
esta historia), para que el grupo inversor y sus amigos, y favorecedores, ganen otro fangote de
plata, por el camino inverso al de Higuaín.
La están haciendo de ida y vuelta. Y legal. Bien de señores. Castrilli va en serio y además
ahora lo torearon. El ministro se hartó. Los hinchas de River también. Grondona dijo ¡epa!, y con
su cintura respetable, lo único admirable de su personalidad, ya se abrió de Aguilar. Salvo que el
todo pasa funcione como nunca, el alerta para los dirigentes millonarios no es meteorológico, por
más que estén en el ojo de la tormenta.