DEPORTES
el descenso lo atormenta

La pesadilla de Independiente continúa: Unión le empató al final y lo hundió más

El equipo que dirige Gallego jugaba mal cuando se puso 1-0 por el gol de Fernández, pero cuando controlaba el trámite, recibió el empate. Sus hinchas, mudos con el gol de Alemán.

Fernández en la jugada de su gol. No tuvo intención de tocar la pelota con la mano.
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Un gol, un alarido silencioso de dolor, un presagio que va tomando cuerpo. Con noches como la de ayer, en las que lo se cree en un puño termina desintegrándose, será difícil que Independiente rompa con la onda expansiva del negativismo. Porque las fechas pasan y el descenso se aproxima como una sombra envolvente. Porque no gana cuando juega mal ni cuando juega bien. Porque no hay arenga que valga. Porque, al paso que trae, deberá resignarse a depender de ajenos. Y a que su historia se desangre.

¿Hoy sí? El gol de Adrián Fernández ofició para una momentánea resurrección del Diablo. Muy atrás había quedado el dominio inicial, las subidas bien elegidas de Contrera por derecha y Mancuello por izquierda, la movilidad de Miranda, el tiro externo de Fredes. Todos esos matices habían pertenecido al primer tramo del partido, cuando Independiente, presión contra presión, imponía condiciones. Eran momentos de control de pelota y circulación, aunque sin ese último pase necesario para romper una defensa bien plantada. Pero después de los 20 minutos, la inercia se había terminado, tal vez porque el reseguro del gol no llegaba.

Entonces fue el tiempo de Unión. Alcanzó que Correa empezara una jugada por abajo en vez de imprimir el clásico revoleo para que la cadena de pases terminara con Magnín cara a cara con Rodríguez; el delantero definió mal, pero en los dos minutos siguientes los santafesinos tuvieron dos acciones más para adelantarse. Después, el partido entró en una meseta, y ya ninguno de los dos monopolizaba la posesión, aunque Unión había logrado llevar la discusión a la mitad de la cancha. Pero apareció Rolfi Montenegro para hacerse cargo: se tomó un segundo más para levantar la cabeza y servirle el gol a Fernández, que necesitó dos remates para marcar el gol, a la vez que dejó flotando la duda sobre si acomodó la pelota con el brazo. El tanto, al cabo, fue un guiño entre tanta malaria.

Hoy no. Nada más empezar el segundo tiempo, Gallego denunció su intención de combatir en la zona central con el repliegue de Miranda y su posterior sustitución por Godoy, un volante de corte. Imaginaba Tolo que Unión adelantaría todavía más sus líneas y apostaba a los espacios vacíos que irremediablemente ofrecería la defensa visitante. Pero ninguna de esas tramas se cumplió; Unión perdía prolijidad porque Lizio, su jugador más lúcido, no intervenía e Independiente contestaba sin demasiada convicción. El pasar de los minutos empezaba a hacerle sentir a Independiente que sin hacer demasiado más podía encontrar ese triunfo que le urge. Y hasta dispuso de un mano a mano de Ferreyra con Limia, que respondió con la solvencia de toda la noche.

Fue entonces que aquel guiño del final del primer tiempo se volvió en contra del Rojo: Unión no hacía nada para empatar, pero le bastó que Lizio se encontrara con una pelota suelta para que bordara una jugada por derecha que siguió en un centro-gol y terminó con el festejo de Alemán.

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A eso le siguió el silencio. Tan estruendoso como los miedos que tienen agarrotado a Independiente.