DEPORTES
Dos generaciones, igual xito

Los Verón, un caso inédito

Por primera vez en el fútbol argentino, padre e hijo son igual de gravitantes para que un mismo club gane todo. Los casos más similares.

La Bruja y la Brujita en dos imágenes de su juventud. Ambos están íntimamente ligados a la historia grande de Estudiantes.
| CeDOC

Dos generaciones unidas por el éxito. Eso representan Juan Ramón y Juan Sebastián Verón, de un modo que no tiene parangón con ningún otro caso de padre e hijo que hayan vestido la camiseta de un mismo club en la historia del fútbol argentino. Y es que nunca antes tanto la primera como la segunda generación de futbolistas de una familia habían tenido con una misma casaca tanta importancia en títulos como los alcanzados por la Bruja y la Brujita.

Además del de los hombres de Estudiantes, hubo en total en el profesionalismo argentino otros cuatro casos de padres e hijos campeones con un misma camiseta en la categoría principal. El más antiguo, y también el más cercano al de los Verón en cuanto a la trascendencia que uno y otro tuvieron para que su club se coronara, es el de los De la Mata (Vicente padre y Vicente hijo) en Independiente.

De la Mata padre fue un eximio gambeteador que, jugando preferentemente como insider derecho (algo así como un volante por derecha de la actualidad, aunque más ofensivo), se destacó en una época en que el campeonato argentino contaba con muchísimas figuras en su puesto, y en la que por ende no era fácil llegar a la Selección como, con tan solo 19 años y aún siendo jugador de Central Córdoba de Rosario, él lo hizo en 1937.

Ese año, luego de convertir los dos goles que permitieron a Argentina vencer a Brasil y alzarse con el Campeonato Sudamericano en el Viejo Gasómetro de San Lorenzo, pasó a Independiente, equipo con el que fue campeón en 1938, 1939 y 1948. En los dos primeros de esos torneos, Capote (tal era su apodo, que denunciaba su excelencia en el juego) fue titular indiscutido en una excepcional delantera de los “rojos”: Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla.

Su hijo Vicente, en cambio, integró tres planteles campeones de Primera del club de Avellaneda, con el que también ganó la Copa Libertadores en 1964 y 1965. Pero lo hizo sin destacarse mayormente ni lograr gran continuidad entre los titulares. De hecho, recién comenzaba a asomar desde las inferiores “rojas” como un volante derecho con buena técnica cuando el club obtuvo el título en 1963, por lo que ese año jugó apenas 2 partidos sobre 26 sin marcar goles.

En 1967, jugó 5 partidos sobre 15 y metió un gol para contribuir a la obtención del Nacional, y en 1970 alcanzó su mejor producción para que un título quedara en manos de los “diablos”: de 20 encuentros, participó en 11 y señaló 2 tantos. Aunque ni siquiera en ese Metropolitano que ganaron los de Avellaneda logró afirmarse claramente en la formación estable, por lo que el club no lo extrañó demasiado cuando a comienzos de 1971 partió rumbo a México.

El gran Angel Amadeo Labruna, en tanto, fue vital con sus goles y su sabiduría para que River lograra salir campeón nada menos que nueve veces: en 1941, 1942, 1945, 1947, 1952, 1953, 1955, 1956 y 1957. Pero su hijo Omar Raúl, a quien como DT él hizo debutar en la primera riverplatense en 1976 y mantuvo en el plantel hasta 1980, solamente jugó en uno de los seis campeonatos logrados por el club en ese lapso: el Metro ’80, por el que disputó 13 partidos sin alcanzar mayor trascendencia.

También en River y con Labruna como técnico, el tristemente fallecido zaguero Hugo Pena fue bicampeón en 1975, jugando 19 partidos en el Metro y 20 en el Nacional. Un buen aporte que su hijo, Sebastián, no pudo reeditar en su paso por la entidad de Núñez, si bien integró en tres encuentros el equipo que ganó el Apertura 1996. 

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(*): De la redacción de Perfil.com.