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Messi-Pipita, una sociedad con fines de lucro que paga los pasajes a Brasil

El mejor del mundo juega en el Barça; el delantero es del Madrid. Pero cuando se ponen la celeste y blanca, lucen como si fueran socios de siempre. ¿La mejor dupla del mundo?

Complementarios. En la Selección, Leo es goleador y asistidor de un nueve que en el Barcelona no tiene. Higuaín es su mejor interlocutor.
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Argentina tiene a la pareja imposible. Lionel Messi habla del nueve y no dice ni Gonzalo ni Pipa; dice Higuaín. Después del triunfo ante Venezuela, declaró: “Cada vez nos conocemos más con Higuaín”. El mejor jugador del mundo no es amigo de Higuaín; ése es Kun Agüero, el otro nueve o falso nueve de Alejandro Sabella.

Messi es Barcelona. Nacido en la Argentina y criado futbolísticamente en Cataluña, es la bandera de un estilo. Ahí, no hay nueve. O dicho por Pep Guardiola: el nueve es el espacio. Higuaín es la otra cosa; el antagonismo del equipo de Messi y de aquella idea. Pipa es el faro, la referencia. Delantero del Real Madrid, es el espacio de Mourinho. Eso, cuando el técnico decide que sea titular.

Messi no juega habitualmente para un nueve. Higuaín no juega habitualmente con un Messi; Cristiano, se sabe, prefiere definir su propia jugada.

Messi e Higuaín juegan en veredas distintas; tienen gustos distintos. Messi, el de la PlayStation, no se ríe con Higuaín, el del ping pong. Las pertenencias a tribus futboleras contrarias se licuan en la Selección. La pareja imposible convirtió 17 de los 23 goles del equipo de Alejandro Sabella en estas Eliminatorias; Higuaín, con nueve, y Messi, con ocho, son los que más anotaron en Sudamérica. “Es imposible jugar mal con Messi”, dijo Higuaín el viernes. El nueve utilizó un adjetivo que le cabe a la dupla. La que refuta la lógica.

Potenciarlos. El éxito se consagra en los pies de Messi e Higuaín. El equipo que mastica jugadas explota con sus delanteros. El nueve y el diez es una fórmula en sí misma complementaria. Higuaín es la mente brillante en el área; se apura con sus movimientos para poder resolver tranquilo. Messi lo sabe su pase preferido, su opción a la gambeta. En mayo de 2012, entrevistado por PERFIL, Sabella se desgañitaba para blindar a su jugador supersónico: “Tengo que pensar cómo potenciar al mejor del mundo. Lo puedo hacer con delanteros; si tiene un delantero que le pica, él puede asistirlo. Porque además de ser un goleador extraordinario, es un asistidor extraordinario. Que haya jugadores que se pongan en posición de gol le da a él dos posibilidades. La primera es que pueda dar un pase gol. Y la segunda es que le lleven la marca para que haga lo que solamente él puede hacer, esos slaloms en los que se gambetea a dos o tres. Una vez que recibe la pelota, si tiene poca gente arriba se le hace difícil, porque lo están esperando sólo a él. Y ése es el desafío que tengo yo”. El desafío superado parece evidenciarse en Higuaín. El goleador que en apenas tres años y cinco meses en la Selección alcanzó a Mario Kempes, con veinte conquistas. Su zanahoria en el plano personal es Gabriel Batistuta, que marcó 56. Messi es el únco competidor en actividad que lo aventaja: tiene 32. Son datos, excusas; un ranking de vanidades. Higuaín y Messi van por el gran tesoro. Los dos tienen llaves de un cofre infranqueable para la Selección argentina desde hace 27 años. El Mundial de Brasil 2014 es la oportunidad para saldar deudas. Se pueden pagar con una dupla que afuera no se consigue.

La bisagra. En el almanaque de la Selección hay una fecha que debería circularse con tinta indeleble: 7 de octubre de 2011. Ese día, Argentina le ganó a Chile 4 a 1, con tres goles de Higuaín y uno de Messi; el cuarto fue una pared entre ambos que definió Pipa. Aquella vez, el dúo empezó a afinar, a entenderse jugando.

El partido que el público adoptó definitivamente a Messi como su ídolo nacional y popular fue ante Ecuador, en el Monumental. Un 4 a 0 demoledor: el segundo gol fue de Higuaín, a pase de Messi; el tercero fue al revés. Cuando Messi convierte e Higuaín asiste, el diez lo señala con los dedos índices. Y viceversa.

La vuelta de la Selección a Buenos Aires fue con otra goleada, idéntica a la del partido en que se empezó a gritar “que de la mano, de Leo Messi”.

El festejo de Sabella ante Venezuela en el primer gol se explica por los protagonistas. El entrenador ratificó en ese encuentro entre Messi, asistidor, e Higuaín, autor del tanto, que Argentina atesora los secretos del gol. Y entonces, nada es imposible.