DOMINGO
Reportaje a Mara Ins Berardi

"A mi hijo Matías lo fusilaron a sangre fría"

La madre del adolescente secuestrado y asesinado en 2010, hoy se enfrenta a los alegatos en el juicio, en el que la fiscalía pidió prisión perpetua para los acusados. “Muerta en vida”, sólo quiere justicia, pero no deja de lamentar la indiferencia de varias personas que podrían haber salvado la vida de su hijo.

Agonía. "Matías ni siquiera tenía una gota de alcohol en la sangre. No tuvieron, al menos, la piedad de dormirlo. Lo fusilaron a sangre fría."
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El tema de la inseguridad, por desgracia, se ha vuelto prioritario en la preocupación de los argentinos. Y en estos días particularmente, cuando golpea a los jóvenes.

La violencia de los sucesos de Junín que permiten el asesinato de Karen Campos, de 17 años; los balazos al rugbier Juan Pedro Tuculet, de 19 años, en La Plata y la confirmación de Carolina Píparo acerca de quién le disparó causando la muerte de su bebé hacen a los jóvenes protagonistas del acoso de la violencia.

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Justamente, la semana pasada, en el Tribunal Oral Federal Nº 3 de San Martín, comenzaron los alegatos en el juicio por el asesinato de Matías Berardi, ocurrido el 28 de septiembre 2010.

Ver y escuchar a su madre hablando para PERFIL resulta particularmente doloroso. María Inés conserva la serenidad, la acosan las lágrimas y pide justicia. Pero, sobre todo, no olvida… Y aquí se intensifica su intensa pena.

—La noche en que mataron a Mati –recuerda– había ido a una fiesta de egresados del Colegio Santa Inés, en San Isidro. Junto con otros padres nosotros habíamos contratado una combi de la que él se baja en Panamericana y Ruta 26. Allí iba a tomar un remise pero a las seis de la mañana nos enteramos a través de un llamado extorsivo, en el que se nos pedía plata, que lo habían secuestrado. También nos hicieron escuchar la voz de Mati, desesperado, gritando: “Mamá, mamá…”.
  María Inés se detiene para respirar profundamente.
—Después hubo cinco llamados más en los que iban subiendo la suma de dinero. Mi marido salió a buscar plata a un cajero porque no teníamos dinero en casa y, finalmente, en el último llamado a las ocho de la mañana anunciaron que, por la noche, volverían a comunicarse. Ya habían subido el rescate de mil a 30 mil pesos. Pasó el día sin que tuviéramos otra novedad y, finalmente, por la noche llamó una persona y le preguntó a mi marido cuánto había juntado. Mi marido le pidió hablar con Mati. “No puede ser”, fue la respuesta, y por consejo de la policía mi marido le dijo que teníamos 6 mil pesos, a lo que contestaron que llamarían al día siguiente y cortaron.
”Al día siguiente, interminable, no teníamos ninguna novedad. alrededor de las cinco de la tarde la policía de Campana, que estaba en nuestra casa desde un primer momento, seguía pidiéndonos más detalles acerca de la ropa que llevaba Mati, etc., mientras insistíamos varias veces en la necesidad de llamar a los medios periodísticos, ofrecer más dinero… Pero nada. Ellos dijeron que estaba todo desarrollándose normalmente. Que había que esperar. Más o menos una hora después nos llaman unos vecinos y nos dicen que encendamos la televisión.
  Hay un largo silencio.
—Prendimos la televisión y allí nos enteramos de que Matías estaba muerto.
—¿Cuánto tiempo duró todo esto?
—Dos días. Cuarenta y ocho horas. Luego, en el juicio que comenzó en el mes de octubre, nos fuimos enterando de más detalles… Por ejemplo, de lo que sucedió durante esas 48 horas.
—La banda que lo había secuestrado estaba formada por una familia, ¿no?
—Claro. Se dedicaban a los secuestros. Ya, anteriormente, habían secuestrado a otro chico. De esto nos enteramos en el juicio. Había ocurrido un mes antes y lo habían tenido en la misma casa. En ese caso no llegaron a pedir rescate porque se sintieron intimidados por la policía y lo liberaron en el mismo lugar en el que, luego, matan a Matías. Efectivamente, es toda una familia dedicada a secuestrar y con vinculaciones con otra banda que se dedicaba también a robar. Tanto es así que, en el momento en el que se apoderan de Matías, les había fallado un operativo para entrar en una casa. Se fijaron entonces en cómo estaba vestido y decidieron secuestrarlo.
—¿Dónde está ubicada la casa en la que lo tuvieron secuestrado?
—Es una casa en Belleville, cerca del cementerio. Allí, alrededor de las siete de la tarde, Mati encuentra la oportunidad de escaparse y pide ayuda a los vecinos. Luego nos enteramos de que fueron más de cinco vecinos a los cuales pidió ayuda.
—¿Y los vecinos qué hicieron?
—Los vecinos que declararon explicaron que la situación los había tomado muy de sorpresa y les creyeron a las mujeres de la familia secuestradora que gritaban que Matías era un ladrón.
”La quiosquera de enfrente contó que él le pidió un teléfono y ella le contestó que no tenía carga, que fuera a la casa de al lado. Pero esa misma quiosquera, al día siguiente, les pregunta a las mujeres qué pasaba con ese chico porque gritaba otra cosa… Entonces interviene la madre de la familia de secuestradores y dice que nada de lo que decía el chico era cierto sino que había entrado a robar. La quiosquera sospechó algo pero se quedó tranquila, y recién se dio cuenta cuando vio, al día siguiente, la foto de Mati en el noticiero.
”Sin embargo, no es ella quien llama al 911 sino otra mujer que, a su vez por otros vecinos, se enteró de que había un chico secuestrado en esa casa. Como hizo comentarios le rompieron toda la casa.
—Ahora, uno no puede dejarse de preguntarse una y otra vez por qué la policía no repartió la fotografía de Matías en todos los medios.
—Sí, llama la atención… Incluso, en el momento en el que Matías se escapa hay allí un remisero al que le pide ayuda después de correr tres cuadras. Intenta subirse al auto pero el remisero cree que lo quiere robar. Sin embargo, el remisero llama al 911 explicando lo que le había gritado Mati. También otro testigo llama al 911. La policía concurrió al lugar pero no asentó la denuncia en la comisaría… y esto tampoco se entiende.
—Eso ocurre el día en que lo matan.
—Parece que, a las pocas horas, en la herrería donde estuvo secuestrado Mati hubo una reunión para decidir qué se hacía y allí decidieron matarlo. Lo trasladan entonces a 40 kilómetros, hasta Campana y…
  Respetamos los silencios de María Inés y su inmenso dolor. Finalmente retoma con detalles todavía más terribles:
—Durante esos 40 kilómetros… imaginate, había tenido el coraje de escaparse… para nosotros es un héroe… La policía hizo una buena labor después, pero todo esto sale a la luz porque Matías se escapa y los vecinos lo ven. Cuando lo llevan a Campana para fusilarlo, un testigo declara en el juicio que lloró durante todo el trayecto. Repito, durante todo el viaje lloró incesantemente y rogó que no lo mataran. Que él no iba a decir nada… Imaginate la desesperación de un chico de 16 años, que es un nene, rogando para que no lo hagan, que tomen otra decisión. El había puesto toda su energía en escaparse; según los testigos llegó a pedir ayuda a unas quince personas que no atinaron a hacer nada… Todo ese viaje… con ruegos… con desesperación.
  María Inés, sin embargo encuentra las frases para relatar la historia más terrible que puede ocurrirle a una madre:
—¿Te das cuenta? Todos esos ruegos, esa desesperación… Igual lo fusilan. Pensar que estaba totalmente consciente… ni siquiera tenía una gota de alcohol en la sangre. No tuvieron, al menos, la piedad de dormirlo o algo así… no. Lo fusilaron a sangre fría. Y ante el ruego de una criatura. Esto es algo que a mí, como madre, se me hace más duro de sobrellevar aun cuando nosotros tratamos de llevar adelante la teoría del recuerdo… cómo se sucedieron todos los hechos. Esto es una tortura. Como si me lo estuvieran haciendo a mí todos los días. Al dolor se suma el dolor del día anterior, y te diría que a mi marido y a mí ya no nos queda resto. Estas personas tienen que quedar presas, sobre todo porque no muestran ningún tipo de arrepentimiento. No declararon. Ninguno de ellos declaró a pesar de las pruebas que los incriminan, de la cantidad de testigos que, felizmente, se presentaron a pesar de haber estado amenazados.
—Vos recordabas que el juicio había comenzado en octubre...
—Sí, se extendió hasta mediados de diciembre. Luego vino la feria de enero, continuó a partir de febrero y ahora estamos llegando a la etapa de alegatos
—Allí se van a enfrentar también los abogados.
—… Según la decisión del juez quedarán condenados o no. Primero se presenta la querella, después la fiscalía. Lo que llama la atención es que ninguno haya hecho uso de su derecho a defenderse, a desvincularse del asesinato de un chico. Creo que si sos inocente lo primero que tratás de explicar es por qué estabas ahí; por qué gritaste que era un ladrón.
—¿Y ellos qué dicen?
—¡Nada! Están totalmente tranquilos. Se ríen, nos miran. Se muestran desafiantes. No muestran ningún tipo de arrepentimiento ni están esperando a ver qué pruebas hay o cómo pueden zafar. Llama mucho la atención.
—¿Cuántas personas son?
—Once personas. Un grupo de las cuales está formado por los que secuestran a Matías cuando no pueden robar una casa. Luego está la familia que se ocupó del secuestro: Richard Souto, su mujer, Ana Moyano, sus dos hijas y la hermana, Celeste.
—Es impresionante que en toda una familia nadie, ninguno, haya tenido la menor compasión.
—No. Ninguno. ¡Y todos tuvieron la oportunidad de hacerlo! Aunque fuera a través de un llamado anónimo. La decisión de las mujeres de salir a gritar se puede decir que a Matías lo condenó a muerte. Ellas actuaron con una frialdad única. Esta familia se vinculaba con estas personas que ya tenían antecedentes (incluso asesinatos). Algunas de las chicas eran sus novias. Lo impresionante es que se trata de personas preparadas, con educación, con el secundario terminado. Tuvieron, reitero, una frialdad absoluta. Por eso mi necesidad de que queden presos… no tienen ningún tipo de justificación. Si por lo menos pidieran perdón por lo que hicieron… pero no puedo explicarles esto a mis hijos. Y lo peor es que van a reincidir.
—¿Qué tipo de tareas hacían en esa casa? ¿Qué era esa casa?
—Había sido una herrería. En principio el herrero era socio del dueño de esa casa. Luego se deshizo la sociedad y el dueño de la casa se la dejó para que la cuide.
—Sigo pensando en que no les faltaba educación…
—Bueno, la madre, Ana Moyano, ahora está por tener familia. Se quedó embarazada estando en la cárcel. Supongo que para lograr algún beneficio, pero no quiero juzgar eso…
—¿No te llama la atención también la continuidad de ataques contra los jóvenes en los últimos días? Karen, la chica de Junín; el chico Tuculet de La Plata.
—Sí, ese chico me hizo recordar mucho a Mati. Por la edad y porque jugaba al rugby y por la expresión de la cara que veo en las fotos. Es un caso parecido porque fue al voleo. Le pudo pasar a cualquiera. Se encontraron con gente que salía a matar. También a Matías lo secuestran porque estaba de casualidad allí, en la ruta.
—¿Ustedes estaban presentes en los alegatos?
—Sí, nosotros presenciamos todo el juicio y tuvimos que entender muchas cosas que nos duelen; que se tarde tanto en empezar el juicio. Más de dos años… Ahora se va a extender por cuatro o cinco meses. Lo que pretendemos entonces es que la condena sea justa. Que estas personas queden presas y que el sistema penitenciario se encargue de rehabilitarlas. No es nuestra responsabilidad. ¡Pero no puedo explicarles a mis hijos cosas tan injustas! Por lo menos les quiero transmitir la tranquilidad de que ellos están presos. Yo me siento muerta en vida y no veo la hora de estar nuevamente con Mati. No podría soportar otro dolor como éste. Estas no son muertes que decida Dios. Son muertes que define el hombre, sin ningún sentido. Cada uno tenemos un montón de proyectos y, de pronto, ves que eso se derrumba.Por lo menos que esto sirva para que no ocurra más. Por desgracia, ahora hay un caso tras otro.
—Durante el juicio, ¿la familia del herrero te miraba?
—Sí. Y a veces te mantienen la mirada. Aun cuando en el juicio se mencionaron los golpes que tenía Matías en todo el cuerpo.