DOMINGO
LIBRO / Un genio, de Sui Generis a Say No More

Charly por cien

Cien historias reflejan la obra –y la vida– del mayor ícono del rock argentino, que hoy cumple 65 años tras sobrevivir a desmesuras de todo tipo. Su oído absoluto, sus primeros shows con Nito Mestre, sus bandas icónicas –de Sui Generis a Seru Giran–, las drogas, Mercedes Sosa, Palito Ortega... Todo para saber sobre un genio indiscutido, capaz de radiografiar en sus canciones la vida de tres generaciones.

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Despues. Con Palito, artífice de su regreso de la muerte, y en la época del bigote bicolor, en la mítica revista Pelo. | Cedoc Perfil
Sabías que Charly García, una de las estrellas del rock argentino, puso una frase tuya en uno de sus discos solistas? Es aquella que dice: “Si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio, si se compromete con un coraje que no está seguro de poseer, si se pone de pie para señalar algo que está mal pero no pide sangre para dirimirlo, entonces es rock and roll”.
—Sigo sintiendo vigentes esas palabras, aunque pue­da poner mis sentimientos en otro orden de prioridades. Es un maravilloso tributo. Me encantaría conocer a ese tal Charly García.
Pete Townshend


Esta me la contó María Eva Albistur. Habían ido a Texas con Andrew Oldham a encontrarse con Pete Townshend, pero terminó todo medio en la nada. María Eva lo acompañó y fueron a Houston a embarcar en el vuelo de regreso, y a Charly no lo dejaban porque se ve que estaba muy pasado. El paramédico, para comprobar su estado, le dice: “A ver, ¿qué día es hoy?”. Y Charly no tenía idea, no sabía ni qué fecha era. Y el paramédico insistía. Y Charly le dice: “Yo no sé que día es hoy, pero ¿vos sabés como se llama el guitarrista de los Who?”.
Fernando Kabusacki


Nos conocimos en el tercer año de secundaria. El estaba en otro curso.
—¿Y cómo era en ese momento Charly?
—En términos generales, tímido. Absolutamente tímido y encerrado.
—¿Quién conoció primero a los Beatles, por ejem­plo?
—Yo los conocí a los 11 años; él, no sé.
—¿Y por qué “encerrado”?
—Porque no hablaba mucho. Socializaba muy poco con el resto. Teníamos sólo un amigo en común, Willy Granada, que era el más amigote. Y Alejandro Correa, que luego tocaría el bajo, y Beto Rodríguez, que había tocado la batería con él. El fue a la tarde hasta tercer año; cuarto y quinto los hizo a la mañana. Yo lo conocí en tercer año, cuando pasaron su turno a la mañana porque estaban arreglando el colegio o algo así. Estaba en el curso dibujando y no hablaba con nadie, no era salidor. Los que más lo veíamos éramos yo, que iba a la casa, Pipi Correa un poco, y después Carlos Piégari. Era un grupete chiquito. No era de estar con todo el curso. No era quilombero, era todo para adentro. Cinco amonestaciones tenía, a lo mucho. Eramos mucho más quilomberos todos los demás; las amonestaciones se las habrán puesto por dibujar y escribir, nada más. No era tipo… era otro Charly, absolutamente.
Nito Mestre


Para los últimos Luna Park de Mercedes Sosa, me contrataron para que lo manejara como diciendo “tomá, hacete cargo”. Estaba recontra hecho mierda. Todo aerosoleado, tendría tres días sin dormir, ponele. Bueno, le armé un camarín para que estuviera tranqui­lo.
Apareció un pibe que se decía manager y que pedía 15 mil dólares para que tocase. Demencia. Matus me dice “en tal tema llevalo y tenelo sentado cerca del escenario”. Estaba que trepaba por las paredes, más o me­nos. En un momento lo nombran y se cae el Luna Park abajo. Y uno pensaba “esto va a ser un desastre”, y no fue ningún desastre. Fue, le hizo una reverencia a Mer­cedes, se arrodilló ante ella y tocó perfecto. Y vos decís: “¿Cómo carajo hizo?”. Con Mercedes era increíble: le ponía las pilas a lo que diera.
Carlos Goldsack


La madre de Charly, Carmen, fue una de las prime­ras productoras de la televisión argentina. En uno de sus shows estaba Eduardo Falú tocando y pasó Charly, que era muy chico, y le dice “la quinta está desafinada”. Y Carmen se enojó con él, pero a Falú le dio curiosidad. Y Charly le explicó y tenía razón: estaba desafinada. ¡Y Charly ni siquiera leía música todavía! Ese es el famoso oído absoluto.
Gustavo Bazterrica


La casa era normal. Vivían madre/padre en un dor­mitorio de este lado, Charly de este otro. En el medio había otro dormitorio donde estaban Enrique y Dani… y Josi… Ahí tengo la duda, porque Josi o bien tenía cuarto o a veces, cuando era muy chica, dormía con la madre, porque el padre era una figura que entraba y sa­lía.
Charly tiene una figura del padre, nosotros tenemos otra, pero no vamos a desbloquear lo que piensa Charly. El padre era un tipo supercallado que daba clases de física y matemática en el living. Era como un Charly, flaco, alto, y eso es lo que hacía. Se lo veía y no se lo veía: era extremadamente para adentro. La que mandaba era la madre, por amplio margen. Era un departamento en Barrio Norte, que todavía está.
Nito Mestre

Viene un Cosquín Folklore, antes de los Cosquín Rock, y lo cierran Charly y Mercedes, ¿no? Mercedes ya estaba en Córdoba y llama a Coronel Díaz. Alrededor de la cama de Charly estaban todos los secuaces; si salía bien, el éxito era de todos; si salía mal, era todo culpa de él. Como nosotros a Mercedes le decíamos “La Gene­rala”, entro a la habitación y le digo: “La Generala quiere que vayas a Córdoba”. Los echa a todos de la casa y nos vamos. Llegamos a Pajas Blancas. Te encargo. Había cien mil personas en el festival. Tocan el himno Mer­cedes con Charly, y en una estrofa Charly canta: “Sean eternos los papeles que me supe consumir, que supimos conseguir…”. Creo que a Julio Mahárbiz se le voló el gato que tenía en la cabeza…
Javier Pedelaborde


Dani (el hermano de Charly) siempre cuenta que perdió una gran cuota de levante cuando salió el primer disco de Sui Generis, porque hasta ahí agarraba la guitarra en la playa y tocaba los temas de Charly como si fueran de él. Cuando salió el primer disco se le acabó el chiste.
Marcelo Fernandez Bitar


En la casa se llevaba bien con los hermanos; con el que tenía una relación un poco más directa y de jorobón era con Enrique, al cual llamábamos “Carulo”; pese a que él odiaba que lo llamáramos de esa manera, lo jo­robábamos a propósito. Era el que le seguía en edad. La habitación era muy chica, una cama que tenía otra abajo y que se sacaba porque yo varias veces me quedaba a dormir ahí. Yo vivía en Caballito. Y en el mismo cuarto, Charly tenía un piano vertical contra la pared. Vivía en el noveno piso.
—¿Y ya llamaba la atención cómo tocaba en ese momento?
—Sí, sí. No había nadie en el colegio que tocara el piano así. De hecho, en esa época no había compañeros del colegio que quisieran formar una banda de rock, no es como ahora. Lo más común en fines de primaria y principios de secundaria a lo sumo era un grupito de fo­lklore. Tango, olvidate, porque era como cosa de viejo. De folklore era algo más normal, de rock era chino. Yo venía tocando ya desde la primaria, cuando conocimos a los Beatles, y pasamos del folklore a formar una bandita de rock, sin nombre. Después se convirtió en The Cen­tury Indignation en la secundaria, con Piégari. Era una mezcla con Piégari y otros más que eran compañeros, como Hugo Milione. Y no me acuerdo el nombre de los otros. Yo era el más pegado a Carlos Piégari, porque veníamos de la primaria.
—Piégari termina componiendo un tema de Sui Generis, ¿no?
—Natalio Ruiz es de él, directamente.
Nito Mestre


Yo estaba buscando un tecladista para mi primer disco y fui a verlos a un teatrito muy chiquito porque me los recomendaron. Lo vi con Sui Generis y cuando lo escuché, apenas empezó, me decidí inmediatamente por Carlitos. Nos juntamos y le empecé a pasar los temas del que iba a ser mi segundo disco. El también me mostraba los temas que iban a terminar en Vida. Un día me encerré y en un fin de semana compuse Cristo Rock. El lunes lo llamé y le dije “Carlitos, cambié todo, quiero que toques esto”.
—¿Vos le decías “Carlitos”?
—Siempre le dije “Carlitos”, y le sigo diciendo así…
—¿Cómo era Carlitos?
—Para mí siempre fue igual Carlitos, desde el primer día que lo vi hasta hoy.
Raúl Porchetto


Lo traen a Charly a Buenos Aires de Mendoza para internarlo en la Clínica Avril y le piden una lista de cuatro o cinco personas que aceptaba que entraran a visitarlo. Me pone junto a Pedro Aznar, Nito Mestre, Fernando Szereszevsky y el Zorrito. Ahí empecé a ir bastante segui­do. Incluso un día que tenía que ir a otro lado, se me ocurrió pasar. Y fue justo el día en que su caso, que se ha­bía judicializado, cumplía su ciclo. Estaba la jueza, muy preocupada porque no encontraban un lugar. Lo único que parecía disponible, según ella, era una granja. Y la palabra “granja” para Charly era una palabra traumática. “Si me llevan a una granja me van a encontrar muerto”, decía. Y cuando llegué se incorporó, me abrazó y me dijo una frase que me conmovió mucho: “Demasiado dolor”. Mucha angustia. Entonces le digo a la doctora que podía ofrecerle un lugar, que mandaran a una persona para ver si mi quinta de Luján podía ser un lugar propicio para un tratamiento ambulatorio, en vez de seguir buscando una clínica. Mandaron una persona que enseguida volvió y dijo que las condiciones estaban dadas. Curiosamente, ese estudio en Luján tal vez haya sido el mejor cable a tierra que haya tenido, porque no había horario para él.
Palito Ortega