DOMINGO
Contradicciones del relato oficial

Las mentiras de Milani

<em>Por <strong>Miguel Bonasso</strong></em> | El autor denuncia los vínculos todavía activos de los políticos del presente con los represores del pasado.

Textual. “Barreiro como Milani pertenecían al III Cuerpo de Ejército, comandado por el general Luciano Benjamín Menéndez, reiteradamente juzgado y condenado como uno de los mayores genocidas de la dic
| Cedoc

Mi exilio se demoró más de la cuenta, por culpa de una persecución judicial que se inició en tiempos de la dictadura y siguió en democracia, durante el gobierno de Alfonsín.

A mí y a otra tanda de compañeros nos perseguía un personaje siniestro, vinculado con el Servicio de Informaciones Navales, que muchos años más tarde tendría un oscuro papel en el caso María Marta García Belsunce: el fiscal Juan Martín Romero Victorica, alias “el Potro”. Amigo –entre otros genocidas– de José Alfredo Martínez de Hoz y socio del agente doble Rodolfo Galimberti en la sucia maniobra de sacarle millones a la familia Graiver para dárselos a la familia Born. Romero Victorica siguió siendo fiscal de Casación hasta bien avanzado el reinado del matrimonio Kirchner, en agosto de 2011, cuando se jubiló para evitar un jury de enjuiciamiento. (...)

Recién llegado a Buenos Aires, se me hizo largo esperar el primer jueves para lanzarme a Plaza de Mayo a encontrarme con las Madres. Para el desterrado que regresa, la concreción de las imágenes soñadas es un fenómeno feérico, irreal. Esos pañuelos en la ronda, la cara redonda y luminosa de una Madre que parecía del interior, llorando. El abrazo apretado con esas mujeres que habían rescatado desde la soledad el honor nacional. Me quebré en mil pedazos.

Entonces apareció, acompañada por otra Madre, más pequeña, delgada y rubia. Se la veía imponente. Más que en las imágenes del documental de Rodolfo Kuhn y Osvaldo Bayer que había visto en México.

Me saludó gélida y mereció la crítica de Silvia, mi esposa:
—Qué bueno que al menos me saludes ahora, porque estoy con Miguel.
Contestó una disculpa que sonaba más a insolencia. Una reina ofendida porque le piden explicaciones. Luego frunció la boca y supe instantáneamente que venía un sermón.
—No me gusta tu libro. No digo que no sea verdad lo que contás, pero no deberías haberlo contado aunque fuera cierto. Nuestros hijos son perfectos, intocables
Intenté defenderme, explicarme, pero todo fue en vano.
El pañuelo mayor, la que yo más admiraba en la distancia, me trataba como a una rata. Procurando no cabrearme, le solté una frase que pretendía conmoverla, para acercarla:
—Yo también soy un hijo tuyo. Yo también podía haber desaparecido.
Y le señalé las blancas siluetas que escoltaban la ronda de los jueves.
No se mosqueó. Recordé la advertencia de Silvia: decididamente, Hebe me prefería en los abismos atlánticos.
(...) En otra ocasión me enfureció mucho una de sus frases:
—Ellos lucharon para que nosotras estuviéramos aquí.

Creo que no, que ni Rodolfo Walsh ni Dardo Cabo lucharon para que ella marchara en Plaza de Mayo.

Pero ni el cabreo ni sus salidas de tono, ni el racismo explícito de aquella frase: “¡Bolitas de mierda, salgan de acá, que ésta es nuestra plaza!”, me cegaron nunca con respecto a la lucha heroica que Hebe y las otras Madres, Fundadoras y no Fundadoras, libraron durante años contra la represión del Estado, ya fuera con los militares o con civiles como Fernando de la Rúa, que no vacilaron en tirarles encima los caballos de la Policía Montada. Es más, ni siquiera su servilismo actual hacia una clase política corrupta y degradada puede anular su pasado heroico. Pero tampoco le puede servir como salvoconducto para hacerse cómplice de una de las maniobras más sucias y entreguistas del gobierno K, junto a un represor como el general Milani y los que, por detrás, mueven los hilos.

“Aquellos detenidos que estaban cumpliendo el servicio militar obligatorio como soldados rasos eran fusilados con uniforme, previa ceremonia. Luego los cuerpos acribillados a balazos, ya en los pozos, eran cubiertos con alquitrán e incinerados.

”En los fusilamientos participaban oficiales de todas las unidades del III Cuerpo de Ejército: desde los subtenientes hasta los generales. (…) A raíz de estos crímenes horrendos, existe un verdadero ‘pacto de sangre’ entre la oficialidad del Ejército. Todos están por igual comprometidos con la dictadura. (…) Todos los oficiales –desde subtenientes recién ingresados hasta generales veteranos– han fusilado a prisioneros inermes, vendados, amordazados, maniatados, torturados”.

[Testimonio de Ricardo Lardone, civil adscripto a Inteligencia del Ejército, citado por Eduardo Luis Duhalde, autor de El Estado terrorista argentino y secretario de Derechos Humanos de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, fallecido el 3 de abril de 2012.]

En el mismo libro, Duhalde recuerda:
“El capitán (Ernesto Guillermo) Barreiro (alias ‘el Nabo’), de actuación principal en (el campo de concentración de) La Perla, dijo en alguna ocasión a los ex prisioneros que han suministrado esta información, que ‘sólo estarán limpios los nuevos subtenientes que salgan el año próximo del Colegio Militar, el resto tiene las manos manchadas de sangre’. Estas expresiones datan de 1976 o principios de 1977”.

El teniente general César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani ingresó en el Colegio Militar de la Nación en 1972 y egresó como subteniente en 1975. Tanto Barreiro como Milani pertenecían al III Cuerpo de Ejército, comandado por el general Luciano Benjamín Menéndez, reiteradamente juzgado y condenado como uno de los mayores genocidas de la dictadura militar.

Más por competir que por hacer justicia, en 1984, el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Saúl Menem, creó la Comisión Provincial de Derechos Humanos, que era la réplica local de la Conadep, establecida por Raúl Alfonsín en el plano nacional.

Trabajando en condiciones más que precarias, la comisión riojana logró, sin embargo, reunir testimonios valiosos y concluyentes sobre la acción clandestina de la represión en el territorio provincial.

Treinta años más tarde, Cristina Fernández de Kirchner recibiría los tres tomos del “Informe anual y documentos elaborados”, con una curiosa omisión: la mención de su querido general Milani, que figura en los folios 174 y 175 de la versión original del documento, en manos de los tres poderes de La Rioja.

La reaparición del texto completo obligó al presidente del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), Horacio Verbitsky, a rever su inicial absolución del general espía, para reconocer –a regañadientes– ante el Senado que el jefe del Ejército mintió reiteradamente en sus declaraciones ante la Justicia y los organismos humanitarios.

Milani y Verbitsky habían tenido trato frecuente en el entorno íntimo de Nilda Garré, cuando ella conducía la cartera de Defensa. Cerca de ellos, Fernando Pocino, director de Reunión Interior de la Secretaría de Inteligencia.

El contrapunto entre algunos párrafos salientes del informe riojano y ciertas respuestas de Milani al CELS es muy elocuente: La comisión: “Debemos deplorar no haber encontrado colaboración ni respuestas satisfactorias del Batallón de Ingenieros de Construcciones 141 con asiento en esta ciudad (La Rioja) ni de la Gendarmería Nacional con asiento en Chilecito. Con estos inconvenientes y otros de diverso tipo, hemos derivado a la Justicia algunos casos y pudimos arribar a este momento con el Informe Final al que acompañamos de un anexo conteniendo los testimonios recibidos”.

El general: “El Batallón de Ingenieros de Construcciones (141) estaba conformado por la Jefatura, la Plana Mayor, una compañía Comando y Servicios, dos compañías de Ingenieros de Construcciones y una Compañía de Equipos y Mantenimiento de máquinas viales. Contaba, aproximadamente, con treinta oficiales, 200 suboficiales y 600 soldados. Las funciones del batallón comprendían específicamente: construcción, reparación, mejoramiento y mantenimiento de caminos y sus correspondientes obras”.

La comisión: “Por miedo, el Instituto de Rehabilitación Social (IRS), el Batallón de Ingenieros de Construcciones 141, la Gendarmería con asiento en Chilecito, la Policía de la Provincia y la Delegación de la Policía Federal en La Rioja dejaron de ser instituciones públicas con fines honestos, para transformarse, de espaldas a la ley, en mazmorras o centros carcelarios clandestinos (testimonios).

”La Rioja conformó el Area 314, con un responsable político y militar que dependía directamente del III Cuerpo, siendo desempeñado tal cargo por el jefe de la Guarnición Militar La Rioja de aquel momento. Asimismo, y como estructura paralela y autónoma, funcionó un Servicio de Inteligencia que también dependía del III Cuerpo, cuyas funciones específicas fueron las de caracterizar políticamente la zona y detectar los grupos o elementos sobre los cuales se accionaría. De esta forma, se conformó un trípode en la actividad represiva: el Servicio de Inteligencia elevaba sus informes al comando del III Cuerpo, desde donde, y en base a los mismos, se implementaba, a través del jefe del Area, la política represiva.

”Los procedimientos en particular eran llevados a cabo por Grupos Operacionales, denominados COT (Comandos Operacionales Tácticos), los que estaban a cargo de un responsable, por lo general un oficial del Ejército, que dependía directamente del jefe del area.

”En el año 1976, luego del golpe de Estado, la Policía queda subordinada al Area Militar 314, instalándose una radio transmisora en la guardia del Batallón de Ingenieros de Construcciones 141, con igual frecuencia a la policial”.

El general: “En lo que refiere a La Rioja, debo decir que la provincia conservaba una cierta pasividad en la cual los procedimientos militares no eran frecuentes y los oficiales de menor graduación, recién salidos del Colegio Militar, no teníamos acceso a la información que manejaban los oficiales de mayor graduación de la unidad.

”De hecho, en La Rioja al menos, los subtenientes no podíamos acceder a las dependencias donde funcionaban las áreas de Inteligencia y Operaciones del Batallón. Además, desconozco la afirmación que se hace en la introducción de este cuestionario sobre la existencia de un Centro Clandestino de Detención (CCD) en el interior del Batallón de Ingenieros 141. Puedo afirmar entonces que en los edificios en donde yo desempeñaba mis funciones no funcionó ningún Centro Clandestino de Detención.

“Por eso, luego de recuperada la democracia, a muchos jóvenes militares que estuvimos lejos de la represión ilegal nos costó creer y comprender que lo que se decía sobre nuestros superiores, sobre lo que habían organizado y ejecutado a nuestras espaldas, era terriblemente cierto.

[…] “Una vez concluido el gobierno militar, debo decir que no aporté información alguna porque, como lo dije más arriba, no tuve conocimiento sobre violaciones de derechos humanos”.

La comisión: “Todos los testimonios, que la Comisión Provincial de Derechos Humanos (CPDH) receptó, contienen directa o indirectamente al ‘miedo’. Este acompañó, hasta la hora de la muerte, a los muchos que fueron asesinados y a todos aquellos que fueron secuestrados y desaparecieron.
”El miedo también entró en las cárceles para escoltar minuto a minuto a los presos del Proceso. […] En La Rioja funcionó la picana, se castigó con palos, piolas, cadenas, alambres, cinturones de cuero, con los puños, las rodillas y los pies, todo con saña atroz.

”El miedo no se erradicó del todo en La Rioja, y cabalga todavía […]. Hubo también ese otro miedo que pone cobardía en los ruines. Fue el miedo de los cobardes. Aquí en La Rioja no se fusiló luego de juzgar, si causa hubiera, pero se asesinó”.

La Goma K

El gobierno kirchnerista, considerado por sus seguidores “nacional, popular, democrático y progresista”, es el único en los treinta años de “democracia recuperada” que votó y promulgó dos veces una Ley Antiterrorista a solicitud del GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional para la prevención del lavado de activos), que integran veintiséis países, dos organismos internacionales y los principales centros financieros de los Estados Unidos y Europa, como el Banco Mundial, que abre o cierra la canilla de las inversiones y lleva a los gobiernos díscolos ante el temible tribunal del Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), que siempre falla contra los países y a favor de los inversores extranjeros.

Gracias a esta docilidad de la Casa Rosada, el GAFI anunció que sacaba al país de la lista negra de lavadores de dinero, a pesar de que este gobierno también batió récords con dos leyes sucesivas de blanqueo de capitales.

¿Qué tiene esto que ver con los espías argentinos que según el Topo trabajan para la CIA? Mucho (…) Me opuse como diputado a la primera Ley Antiterrorista por una cuestión de principios: venía propiciada por Washington y constituía una espada de Damocles para los luchadores sociales. Era tan amplia que cualquiera podía ser calificado como “terrorista”.

A Kirchner no le gustaban los aliados con pensamiento propio. Me llamó por teléfono, irónico:
—¿Qué tal? ¿Cómo va esa batalla contra el imperialishmo?
Le molestaba que el diferendo crítico de un aliado hubiera sido destacado por algunos medios. La Política Online, muy leída en el ambiente parlamentario, escribió una nota que seguramente le pasaron y no le hizo ninguna gracia.

Allí destacaban mi independencia de criterio, que no se les admitía a los integrantes del Frente para la Victoria: “La ruidosa argumentación de Bonasso contra esta ley –que va en línea con los más delicados intereses de los Estados Unidos– incomodó sobremanera a los integrantes del bloque kirchnerista que lidera Agustín Rossi, que tuvo que soportar que el periodista ‘nos corra por izquierda, mientras nosotros levantamos la mano y nos tragamos el sapo’, comentó un vocero de la bancada”.

Aunque hubiera significado la ruptura, no habría votado de otra manera, y Kirchner lo sabía. Una tarde, cuando él me acompañaba hasta la puerta de su despacho para despedirme, se lo dije con todas las letras:
—Si reprimís el conflicto social, yo no tengo más nada que hacer en este espacio político.
Juró y perjuró que la tenía muy clara, que jamás iba a reprimir la protesta social. “Jamás”, reiteró, parado frente al oscuro cortinado de terciopelo que enmarcaba la puerta del despacho presidencial. (...)