En el gobierno más work-life balance, la corrida cambiaria más frenética de la poscrisis de 2001 agarró al presidente del Banco Central, Luis Caputo, con las pilas recargadas. Venía de relajarse el fin de semana largo del 17 de agosto en el Hotel Sofitel de Ipanema, en Río de Janeiro, cuando todavía, qué nostalgia, el dólar oscilaba recién entre los $ 29 y los $ 30. Si bien abandonaba el nivel de $ 28 en el que se mantuvo en julio, no se veía venir aún la megadevaluación que esta semana lo llevó hasta los $ 40, en el nuevo peor momento de la gestión de Mauricio Macri.
Tal vez por la desconexión de los recién llegados de una escapada a la playa, o por la falta de libertad para actuar en el mercado que implica el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Caputo pareció primero tratar de frenar la divisa, luego dejarla correr para luego salir a contenerla otra vez, y conseguir después del jueves del infarto que al menos espere en $ 38 los anunciados anuncios de mañana que preanunció el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que buscarán recobrar, atención detectores de humo: “la confianza de los mercados”.
Retenciones masivas y cambios en impuestos, el plan posdevaluación
Todo el Gobierno, desde el presidente de la Nación hasta el último miembro del equipo económico, repite que se busca recrear “la confianza de los mercados”, uno de los hitos discursivos más Caruso Lombardi de la comunicación económica de todos los tiempos. Hay “confianza de los mercados” cuando la tasa de retorno de una inversión financiera es tal que amerita asumir los riesgos de hacerla, siempre y cuando no haya otras mejores en la galaxia de la especulación. Algo tan etéreo, volátil y arbitrario a lo que, habrá aprendido el gobierno de Cambiemos, no conviene atarse a ciegas ni aún cuando se necesita guita prestada.
Imagínense a un tipo tomando un café en vaso de Starbucks en una torre de Manhattan mirando las curvas de los bonos argentinos en las terminales de Bloomberg diciendo: “Uy, el déficit lo van a bajar 0,8 puntos más, bien Nico, ahora confío”. “I believe”. Click. “Oh no, tomaron 57 universidades, no pueden hacer el ajuste, ahora no confío”. ¿Cómo se puede tener como prioridad de gobierno tentar a un universo heterogéneo, lejano y justamente ingobernable salvo por los ratios de rentabilidad?
Reconversión. Tiene lógica la presencia del asesor ecuatoriano Jaime Duran Barba en la residencia de Olivos durante el fin de semana de armado del paquete que se anunciará mañana. Es que hay un experimento inédito en marcha: que un gobierno que devaluó al menos hasta ahora 100% en un año en términos nominales, con recesión de pronóstico prolongado y una inflación que hará subir fuerte la pobreza pretenda seguir, y tal vez siga, con chances electorales.
Una verdadera irracionalidad política que únicamente puede sostenerse en la mesa chica oficialista soñando con que la indignación por el afano (¿se acuerdan de los cuadernos?) le gane a la indignación creciente por la malaria económica y social.
Como sea, tal vez mañana en las medidas que se le propondrán al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que adelante dinero (“confianza de los mercados” and so on) asome un intento de giro, que incluya retenciones generalizadas y alguna ampliación del gasto social apelando a la salvaguarda con el Fondo. ¿Le dará el tiempo a la Casa Rosada para conjugar en un mismo mandato tanto el momento Remes Lenicov, de la devalueta fuerte y el trabajo sucio, con el momento Lavagna, de la recogida de los frutos del ajuste, antes de que el propio Roberto lo haga otra vez si decide presentarse para gobernar desde 2019?
El mundo empresarial, aunque desgastado, ha vuelto a la normalidad, en tanto. Que se hable menos de Comodoro Py y sus pagos sucios y otra vez, como siempre bah, de la inestabilidad económica habitual. Mejor que arrepentidos, dolarizados, ¿no? El hombre dique de Techint, Luis Betnaza, reaparecerá tras reconocer haber pagado coimas en un panel el martes con el ministro de Producción, Dante Sica. Y el que la vio venir hace unas semanas es Adrián Werthein, el ex hombre fuerte de Telecom, hoy volcado a los seguros y el campo. Está convocando a una charla con Dujovne que iba a ser este miércoles y se postergó, claro. La tituló: “¡Qué momento!”.
