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Por seguridad, hubo festejo anticipado. Optimismo moderado. ¡Conmigo no!

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Por seguridad, hubo festejo anticipado. El motivo no fue por imitar la metodología británica de celebrar su fiesta diplomática más importante –en la fecha más conveniente de abril– que Edward Prado, embajador norteamericano en Argentina, adelantó la celebración del Día de la Independencia de su país. En tiempos de una Argentina con diplomáticos que circulan en redes con una asiduidad que –seguramente– será caso de estudio de comunicación en un futuro, esa apertura genera un trabajo extra –casi de 24 x 7– a las oficinas de prensa respectivas. Porque la cercanía virtual que se genera, a veces, se traslada a la relación más delicada que un embajador tiene en suelo extranjero: la que se dé con la prensa. Y eso se maximiza cuando se representa a ciertos países, uno de estos es Estados Unidos. Y eso que los enviados de ese país a la Argentina han dejado su huella e incluso, conceptos como el recordado “se me escapó la tortuga”, de James Cheek, fallecido en 2011. En el presente, si bien hay muy buena sintonía Argentina-Washington, no está de más extremar cuidados porque la política de Donald Trump habilita consultas de todo tipo al embajador. Y en un ámbito relajado como una celebración, una respuesta de tono informal puede convertirse en un problema. Por eso, este año el 4 de Julio se adelantó, entendiendo que un sábado la ansiedad mediática es diferente a si se hiciera el jueves, como marca el calendario. También Prado cambió el guión: dio su discurso sobre la relación entre ambos países y se canceló la charla habitual con los periodistas. Y en su deambular por el Palacio Bosch, momento ideal para esos comentarios fuera de agenda, se “coreografió” acompañado por dos  integrantes del equipo de  comunicación entrenados para neutralizar preguntas.

Optimismo moderado. “Me pregunta cómo estoy y a todos les contesto lo mismo: ‘Hago ventas todos los días... de dólares para pagar cuentas’.” Con ese comentario Armando Pepe, titular de la entidad que agrupa a las inmobiliarias de la Ciudad, puso humor ante una decena de periodistas  que lo consultaron por la marcha del sector; de todos modos avizoró un repunte, pero sin arriesgar fecha.

¡Conmigo no! Emilio Monzó fue de los que le dieron la bienvenida a Miguel Angel Pichetto en ese almuerzo que reunió a los llamados peronistas del PRO. Incluso, llevó el parlante para musicalizar ese ingreso con la Marcha Peronista. Esta semana saludó en Diputados a los futuros intendentes de Córdoba, Río Grande y General Roca, es decir, a Martín Llaryora, Martín Pérez y María Emilia Soria, y en tiempos donde la corrección política parece un concepto sin valor, Monzó se vio analizado por decodificadores de gestos. Unos que en su sonrisa hacia los mencionados “leyeron” la frase: “Acá estoy, cuenten conmigo”; otros, que la aprovecharon para reafirmar  y exhibir hacia adentro que él está más hacia afuera. En momentos donde su frase “Viva la rosca” sigue teniendo tanto peso como el pasado 22 de junio, Monzó prefiere hacer oídos sordos; si de algo sabe es de internas.

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