ELOBSERVADOR
Un auto, un altoparlante y... una revolucion

A 70 años de las patas en la fuente | Bambalinas del 17

Los autores demuestran que no sólo se trató de gremialistas y el coronel Perón: también participó la clase media.

Mañana. A horas de lo que fue un momento histórico del país, los primeros manifestantes, llegaron espontáneamente a la Plaza de Mayo.
| Oscar Troncoso

Además del coronel Perón, los jefes militares y los líderes obreros, hubo otros protagonistas detrás de la escena en aquel caluroso miércoles 17 de octubre del ’45 en el que una inesperada movilización popular derivó en la consagración de un nuevo líder y se transformó en partida de nacimiento del peronismo. Algunos de ellos, como Cipriano Reyes, el legendario dirigente sindical del gremio de la carne, o Angel Perelman, el primero de los líderes metalúrgicos, dieron testimonio de su papel en aquella jornada movilizando a las masas obreras. Otros, como Armando Ponce, Celso Pivida y Juan Molina, los tres manifestantes que entraron en la historia al poner sus pies en la fuente de la Plaza de Mayo y quedar retratados en la famosa foto, tuvieron su reconocimiento muchos años más tarde. Aquí se recuerda la participación de algunos otros personajes clave: periodistas, cronistas improvisados, activistas de la comunicación social, intelectuales, dirigentes barriales y políticos de base. Fueron los utileros, sonidistas, asistentes de producción y “blogueros” de esa época; actores secundarios que contribuyeron a darle al acontecimiento el carácter de gran espectáculo político masivo, un sello de marca para el movimiento popular que alumbró aquel día y cambió la historia argentina.

“La Epoca”: el diario del 17. Ese 17 de octubre del ‘45 salió una edición extraordinaria del diario La Epoca. En el formato habitual tamaño sábana, su director, Eduardo Colom, anunciaba para el día siguiente una “Marcha de la Verdad” e informaba que “decretaron la huelga por 24 horas los trabajadores de todo el país”. También se refería al paradero de Perón, ex hombre fuerte del régimen militar instalado en 1943 y promotor de las reformas laborales, que había sido destituido y privado de su libertad días antes, y a la movilización de obreros sobre la ciudad de Buenos Aires reclamando su liberación.

El diario, de clara orientación radical, había sido propiedad de la familia Cantilo y fue quemado y saqueado en 1930 cuando se produjo el golpe militar del general José Félix Uriburu, a quien Perón, con el grado de capitán, había escoltado en su entrada a la Casa de Gobierno. En 1937, Colom lo compró y relanzó como semanario, con una circulación que no pasaba los 10 mil ejemplares, siempre apoyando al radicalismo. Luego del golpe militar del ’43, al comenzar Perón su actividad política en el gobierno de Farrell, Colom se acercó al coronel y acompañó además a Hortensio Quijano en la creación de la UCR-Junta Renovadora que se sumó al proyecto de Perón. En septiembre del ’45, presintiendo lo que ocurría, decidió transformarlo en diario y en poco tiempo La Epoca superó los 200 mil ejemplares. Colom ya era entonces un escribano y empresario periodístico influyente que militaba en el radicalismo yrigoyenista y había cultivado buenos vínculos con los sectores militares que detentaban el poder.

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Entre quienes leyeron el diario esa mañana del 17 estaba Eduardo Cardellini, un trabajador de Lomas de Zamora sin militancia política que se ganaba la vida vendiendo artefactos de radio. Cardellini fue a la estación Banfield del Ferrocarril Sud para viajar a Buenos Aires, pero ese día los trenes no circulaban: allí pudo enterarse de que la Confederación General del Trabajo había decretado una huelga general para exigir la libertad del coronel Perón. No lo sabía, pero sus siguientes pasos serían definitorios en momentos de desconcierto y carencia de conducción de las bases.

Decidió ir a pie hasta Plaza de Mayo con un amigo que encontró en el camino, Alejandro Verdejo. En la avenida Pavón se encontraron con una manifestación de ferroviarios que se encaminaban hacia Lomas de Zamora. Subido a un carro de panadero, los instó a viva voz a marchar a la Plaza de Mayo, donde tendrían más posibilidades de ser escuchados. Luego de algunas deliberaciones decidieron hacer ambas cosas: primero a Lomas, luego a la Plaza. En Lomas encontraron mucha gente, entre ellos a Guillermo Fernández, cuñado de Cardellini. Al enterarse del proyecto, éste dijo que él podía traer un “camión parlante”, de esos que se utilizaban para anuncios publicitarios. Al rato volvió con Benedicto Zapienza, comerciante lomense, en un camioncito rojo con dos parlantes. Cuando finalizó el acto, marcharon todos a Plaza de Mayo guiados por Cardellini. En Lanús se sumó Antonio Giglio, un muchacho a quien por su facilidad de palabra lo habían apodado “Pico de Oro”.

Un camioncito con dos altoparlantes. Cardellini registró todo lo que fue desfilando ante sus ojos. Eran las tres y cuarto de la tarde cuando llegaron a la Capital arriba del camioncito. Continuaron por la avenida Vélez Sarsfield, luego Entre Ríos hasta la calle Victoria (Hipólito Yrigoyen) y tomaron Avenida de Mayo, pasando por el frente de los diarios Crítica, La Razón y La Prensa.

Eran pasadas las cuatro de la tarde cuando llegaron a la Plaza y no encontraron mucha gente; centenares de manifestantes y curiosos, diez vigilantes a caballo junto a los balcones de la Casa de Gobierno. Detuvieron el camión en la esquina de Balcarce y Victoria y desde allí, a todo volumen, iniciaron la prédica pidiendo la libertad del coronel Perón. Después de 15 o 20 minutos se acercó un miembro del personal de custodia de la Casa de Gobierno e invitó a que uno de ellos subiera a la Presidencia a dialogar con las autoridades. Aceptaron que fuera Giglio (a) “Pico de Oro”. Al pasar casi media hora, vieron cómo se abrían los balcones de la Casa de Gobierno y aparecían en él el coronel Domingo Mercante, el general Eduardo Avalos, Eduardo Colom –el director de La Epoca– y el mismísimo Giglio. Habló Giglio y dijo que una comisión de amigos del coronel Perón se iba a entrevistar con él, que había sido trasladado de la isla Martín García al Hospital Militar, para que en las próximas horas se hiciera presente en la Casa Rosada.

Alrededor de las 17.30, Colom se arrimó hasta el camioncito y desde su micrófono dijo que el coronel Perón estaría a las 19.30 con todos ellos. Con el correr de las horas, la Plaza se irá llenando de gente; muchos se enteraban por radio de lo que estaba sucediendo, otros venían a pie en columnas desde las zonas fabriles del Conurbano. Al caer la noche, ya eran multitud y la Plaza lucía colmada de gente. Luego de las intensas tratativas, el coronel Perón se asomó a los balcones de la Casa de Gobierno poco después de las 11 de la noche, acompañado por Farrell, y se dirigió a la gente allí reunida: “Hace hoy dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino…”. El historiador Oscar Troncoso, que recogió estos testimonios, evaluará que la importancia que se dio al camioncito en el que estaban Cardellini y sus amigos y la circunstancia de que Giglio fuera el que hablara a los presentes desde la Casa de Gobierno son una prueba importante “del caos en el que estaban sumidos los encargados de conducir el destino del país. Perón habló, ganó la pulseada, casi sin hacer nada”.

La Epoca del jueves 18 proclamará que “Perón había sido ungido presidente por un millón de argentinos en Plaza de Mayo”. Ese día, la huelga general de la CGT para exigir la recuperación de las conquistas laborales “amenazadas por la reacción oligárquica y el capitalismo” se convirtió en un día de celebración para los convocantes. Muchos grupos y manifestantes recorrieron las calles de las principales ciudades, sin que se registraran mayores incidentes. Empezaba la campaña electoral que conduciría a Perón a la presidencia como candidato del Partido Laborista.

Colom fue elegido diputado nacional por las listas del laborismo y su diario La Epoca, si bien siguió apoyando al gobierno peronista, tuvo ciertos atisbos de autonomía. Uno de ellos fue cuestionado desde los despachos oficiales “porque ‘no era noticia’”: la entrega de la medalla de “lealtad peronista” al general Dalmiro Videla Balaguer, años más tarde un furibundo antiperonista. Ninguna persona en el gobierno discutía el peronismo de Colom. Pero su pretensión de mantener independencia de criterio comenzó a molestar, y el gobierno decidió adquirir el diario. Carlos Aloé y Héctor J. Cámpora fueron los encargados de ocuparse de la operación. Colom tuvo que desprenderse y vender a su “hija”, como llamaba a La Epoca, en 1949. Aunque negoció mantener el cargo de director, ya no era lo mismo. Dos años después, La Epoca fue incorporada directamente al aparato de difusión estatal (Haynes y ALEA). Quien fue su propietario y director continuó su labor como diputado en un discreto segundo plano. Giglio (a) “Pico de Oro” se incorporará a la Policía y llegará a comisario. Troncoso, ese día un soldado conscripto que presenció lo ocurrido en la Plaza de Mayo, será un cronista privilegiado que dejará su testimonio en varios libros y artículos, como periodista e historiador.

 

Picardías

Cuando forzó la renuncia de Perón, el 9 de octubre, bajo el lema “muerto el perro se acabó la rabia” y con el apoyo de la poderosa  Guarnición de Campo de Mayo, el general Eduardo J.Avalos le indicó al ministro del Interior, el radical Juan Hortensio Quijano, que remplazara al jefe de Policía, coronel Filomeno Velazco, amigo y compañero de promoción de Perón. Quijano acató la orden, pero a su manera: nombró a otro de los camaradas adictos. Se trataba del coronel  Aristóbulo Mittelbach. Avalos se dio cuenta de la jugarreta recién una semana después, y con enojo firmó, el día 16 de octubre, un decreto nombrando al coronel Emilio Ramírez, conocido adversario de Perón, como jefe de Policía. Este no estuvo ni 24 horas al mando de la repartición, donde fue objeto de sutiles desobediencias. La síntesis del episodio es que todas las comisarías actuaron en las dos jornadas, la movilización del 17 y el paro general del 18, bajo la influencia de jefes adictos a Perón.

 

*Periodista e historiador.
**Politólogo y periodista.
Autores de La lucha continúa: 200 años de historia sindical en la Argentina (Vergara, 2012).