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maria ruido filmo migrantes

“Al llegar, se dan cuenta de que el sueño se termina”

Su film se llama, precisamente, El sueño ha terminado. Denuncia la discriminación de personas que salieron de Africa buscando mejoras que no encontraron en destino.

Festival. La artista estuvo en nuestro país en un ciclo que tomó esta cuestión de enorme valor político en la actualidad.
| Gentileza Prensa

María tiene un apellido que la identifica. Ruido. Y eso es precisamente lo que deja a su alrededor cada vez que presenta una película. Esta trabajadora cultural española –licenciada en Historia, doctora en Bellas Artes y docente en la Facultad de Arte de la Universidad de Barcelona– estuvo en Buenos Aires entre el 15 y el 26 de septiembre para presentar su último trabajo audiovisual en el Festival Internacional de Cine Migrante.
El sueño ha terminado es un documental sobre la frontera sur de Europa. Con inserts de videos propios y ajenos, voces en off de refugiados, imágenes incluso de ella misma, y filmaciones en los lugares cruciales, María Ruido muestra cuál es la situación de los migrantes tunecinos que buscan llegar a Europa a través de Lampedusa, una isla que se encuentra al sur de Italia, bien cerca de Túnez.  
—¿Por qué “El sueño ha terminado”?
—El sueño ha terminado es una parte de la entrevista que le hicimos a Bubba, un migrante que pasó en patera de Senegal a Europa. Y él decía eso, que tú llegabas a Europa con un montón de sueños, que llegabas a Europa y ganabas muchísimo dinero enseguida. Un sueño como de éxito. Y él decía “y luego llegas aquí y te das cuenta”. Bubba primero pasó a Italia, ahora está en España, y lleva siete u ocho años en España y no tiene los papeles, no ha conseguido ser legal.
—Llegar a Europa ya es toda una epopeya. Y una vez que llegan a Europa tienen una cuestión de papelerío que es muy difícil.
—Es complicadísimo encontrar la vía, encontrar una situación legal que te permita tener las condiciones parecidas a la de un europeo, porque además luego hay un racismo estructural: “Esta persona es negra”. Y la va a pasar muy mal. Hay muchos trabajos que ya no le darían por su aspecto. Es muy complicado. Entonces Bubba decía: “Llegas a Europa y te das cuenta de que este sueño no es real, que ese sueño ha terminado”. Pero también tiene que ver con el sueño de la revolución. Yo llegué a Túnez en un momento en que el país estaba en una efervescencia política increíble. En ese momento, al menos la gente que yo conocía tenía muchas esperanzas de un cambio. Hoy, el cambio es el resultado de un pacto de elites, y los intereses europeos están salvaguardados.
—¿Presentaste la película en Túnez? ¿Qué recepción tuvo?
—Sí, presenté la película en Túnez y fue diferente la lectura, porque ellos sí saben leer esas imágenes. Estaban un poco molestos por el título, porque decían “bueno, realmente no es así”. Para ellos la revolución es un ciclo que ha cumplido una parte pero que volverá a empezar. Y yo creo que en cierta medida tienen razón, porque tienen una población muy joven, y volverá a haber otros ciclos revolucionarios. La cuestión es qué pasará con ellos. Y bueno, cuando un sueño acaba otro comienza. El sueño ha terminado no es un título pesimista, es un título que creo que tiene que ver con una cierta idea del mundo. El mundo tal y como lo conocíamos está en proceso de revolución y, nos guste o no, va a cambiar. Así que mejor dejarnos llevar por el flujo y ver hacia dónde nos lleva el cambio.
María se deja llevar por ese cambio al que se refiere. Tal vez por eso poco le importó la opinión europea de sus amigos cuando se puso de novia con un tunecino de clase trabajadora. “Pude hacer esta película porque él hablaba árabe, era árabe y era hombre. Porque yo blanca, hablando francés, y con la cámara... Los hombres de Kerkennah no hubieran hablado conmigo nunca. Obviamente mi pareja de ese momento me ayudó a hacer la película”, confiesa la realizadora visual.
Las islas Kerkennah pertenecen a Túnez, y la mayoría de las personas que migran con destino primario a Lampedusa proceden de allí. Esa fue la realidad que vio María mientras vivió con su ex pareja, mitad en Barcelona y mitad en Túnez. Y no sólo la realidad ajena de los migrantes, sino también su propia experiencia como europea y la de su ex novio como tunecino: “Yo no podía dejar de contar lo que estaba pasando, porque además formé parte de todo ese proceso. Por ejemplo, para que mi ex pareja viniera a Europa yo tenía que hacer cartas de invitación. Era muy complicado conseguir un visado desde un país árabe, todo tenía que ver. El traspasar la barrera Schengen es muy difícil, y viniendo de determinados países mucho más”.
María habla con un tono de voz bajo y cálido. Cualquiera se imaginaría, en base a sus trabajos, a una mujer dura y de tratos ásperos. Pero todas esas barreras que imponen los estereotipos se caen al segundo de que ella esboza una sonrisa. Dócil, delicada, y de notorio espíritu libre y crítico, prefiere decir que sus trabajos son en realidad “cine-ensayos”, y afirma que los materiales audiovisuales “tienen la capacidad de hacer revivir las cosas”.
—¿En qué género audiovisual encuadrarías “El sueño ha terminado”?
—A mi trabajo creo que le corresponde una labor más de reflexión, más de ensayo. No hay en mis trabajos intención de informar sobre lo que ha pasado. Creo que es un trabajo que está bien cuando ya sabes lo que ha pasado y a partir de ahí intenta generar una reflexión. Mi trabajo no va sobre las migraciones de Túnez a Lampedusa, finalmente, sino que va sobre los límites de la representación: cómo representamos eso. Y en realidad se hace preguntas sobre el dispositivo cinematográfico. Me interesa mucho cómo funciona el dispositivo cinematográfico de la representación.

La UE, cerrada. Hacia el final de la entrevista que le concedió a PERFIL, María Ruido opina sobre la actitud de clausura que la Unión Europea presenta ante la posibilidad de acoger a los refugiados: “La política europea va dejando entrar o expulsando en función de las condiciones económicas, y actualmente está en un período crítico económicamente y entonces ésa podría ser una de las razones de su postura. Pero yo creo que también tiene que ver con preservar un tipo de vida”.
Por último, esta barcelonesa considera que “es bueno para Europa contaminarse”, aunque considera que “hay mucha gente que tiene miedo”. Además, cree en que la cuestión europea de la cristiandad, la civilización, los valores y el humanismo “se utiliza para preservar una hegemonía, pero que es inevitable que acabe”. Y lo dice ella, que vivió y creció allí. Y que lo mira de manera crítica.