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premio de ensayo

Cuatro claves sociales para entender la realidad latinoamericana

Esta semana, la Secretaría de Cultura de la Nación le otorgó el Premio Nacional de Ensayo Sociológico a Debates latinoamericanos, una obra de la autora. Aquí, explica para PERFIL los ejes interpretativos del texto.

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Pueblos originarios. En la obra se analiza la cuestión de México, Bolivia, Perú y Argentina. La colonialidad es uno de los puntos de debates tratados por Svampa. | ap

Uno de los grandes problemas de la teoría social latinoamericana es el déficit de acumulación, lo cual se debe no solamente al borramiento que produjeron de modo cíclico dictaduras y exilios, sino también a la recurrente desvalorización de lo producido en estas latitudes, al desdén por los aportes teóricos, los debates y los núcleos temáticos que recorren la reflexión teórica y social en el subcontinente. A esto se suma la vocación antropofágica de la cultura latinoamericana, manifiesta en la voracidad sistemática por incorporar otros léxicos, otros vocabularios filosóficos y políticos.

El libro Debates latinoamericanos, con el cual me otorgaron recientemente el Premio Nacional en Ensayo Sociológico, es una apuesta en contra de esos borramientos y tentativas constantes de subalternización de la producción teórica local y sus debates fundamentales. Es un intento por explorar determinadas líneas de acumulación histórico-conceptual, que hacen a la construcción de una tradición latinoamericana en términos de ideas y teorías, de conceptos críticos y conceptos-horizonte, atravesados por intensos debates teóricos y políticos.

Publicado por Edhasa en 2016, el libro aborda cuatro debates nodales, instalados en la frontera porosa entre el campo intelectual y el político: Indianismo, Desarrollo, Dependencia y Populismo. Mientras la primera parte hace un recorrido histórico de cada temática, señalando algunos de sus hitos, la segunda nos inserta en los álgidos debates actuales, entre 2000 y 2015, durante el ciclo progresista.

Indianismo. El primer debate se pregunta sobre el lugar de los pueblos originarios y la matriz comunitaria en el proceso de construcción de la Nación. Como existen archivos y bibliotecas infinitas sobre el tema indígena en América Latina y una variedad de casos nacionales, solo tomé cuatro países: México, por Mesoamérica; Bolivia y Perú, por los países Andinos y Argentina, por obvias razones, puesto que aquí el Estado nacional se fundó, como subraya la antropóloga Diana Lenton, sobre el genocidio originario. En la segunda parte del libro, me ocupo del avance de las luchas indígenas y los debates sobre Autonomía, Plurinacionalidad y Consulta previa. La apertura, con la presentación de la problemática Indígena no es casual, pues la colonialidad persistente en América Latina es el marco que permite comprender e integrar el resto de los debates.

Desarrollo. El segundo tema se refiere al retorno de un concepto-límite del pensamiento latinoamericano, el Desarrollo. Indaga sobre la insistencia en una narrativa hegemónica, basada en la idea del progreso y en la creencia de que los bienes naturales son inagotables, pese a los fracasos sistemáticos de las llamadas políticas desarrollistas por reducir desigualdades y las críticas profundas que se han hecho desde la perspectiva indigenista, feminista y ecologista. Analiza cómo los modelos de desarrollo dominantes están lejos de producir riqueza y bienestar para todos, al tiempo que son insustentables, pues destruyen ecosistemas y territorios, desplazan poblaciones –indígenas y no indígenas– y aceleran la crisis socio-ecológica. Aunque no esté tratado en este libro, un caso emblemático en Argentina es el fracking, donde la fiebre eldoradista que desató Vaca Muerta, tiene como correlato el tratamiento monolítico por parte de los grandes medios –publinotas por doquier– que ignoran cualquier crítica y disidencia acerca de los innumerables impactos socio-ambientales y territoriales de las energías extremas.

Dependencia. Hay una tercera clave, la reactualización de las relaciones de Dependencia, uno de los conceptos centrales del pensamiento latinoamericano. Pero quien dice Dependencia está pensando también en Hegemonía. En la actualidad, el fin del mundo unipolar y la configuración de un esquema oligopólico de poder, colocan a China en el centro del escenario global; algo que puede verse en la región latinoamericana. Hacia el 2000, China no ocupaba un lugar privilegiado como destino de exportaciones u origen de importaciones de los países de la región. A comienzos de la segunda década desplazó como socios comerciales de la región a Estados Unidos, países de la Unión Europea y Japón. En 2013 ya se había convertido en el primer origen de las importaciones de Brasil, Paraguay y Uruguay; el segundo en el caso de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Panamá, Perú y Venezuela; y el tercero para Bolivia, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En el caso de las exportaciones, en 2015, era el primer destino de Brasil y Chile; y el segundo de Argentina, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela.

En esta línea, no se trata de hacer apologías o rechazos, sino de indagar qué implicancias económicas y políticas tiene esta nueva fase de dependencia en un escenario de transición geopolítica, y sobre todo cuál ha sido la respuesta de los diferentes gobiernos latinoamericanos frente al ingreso de China. También es cierto que el ascenso de Trump en Estados Unidos transformó este escenario, insertándonos en uno más complejo de puja inter-hegemónica.

Populismos. El último gran tema que aborda el libro, el regreso de los populismos infinitos, es el más controvertido. Considero que, más allá de las diferencias evidentes, gran parte de los gobiernos progresistas ilustraron configuraciones políticas vinculadas con los populismos clásicos del siglo XX (1940-1950), entre ellos, Hugo Chávez en Venezuela, Néstor y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Evo Morales en Bolivia.

Pero el modo en cómo entiendo los populismos del siglo XXI (así en plural) desde la tradición del pensamiento crítico latinoamericano, no es el que hoy pulula en los medios. Luego de una síntesis sobre las diversas interpretaciones que recorren nuestra intensa tradición, desarrollo una óptica crítico-comprensiva, que se aparta del tradicional uso peyorativo y descalificador del concepto que reduce el populismo a una política macroeconómica (despilfarro y/o gasto social), a la corrupción y al autoritarismo político (déficit republicano), dejando de lado, interesadamente, elementos democráticos del mismo (inclusión de sectores vulnerables, políticas económicas heterodoxas, ampliación de la frontera de derechos, entre otros).

Entiendo a los populismos latinoamericanos como regímenes políticos complejos y contradictorios que presentan una tensión constitutiva entre elementos democráticos y elementos no democráticos. Dicha tensión constitutiva hace que los populismos traigan a la palestra, tarde o temprano, una perturbadora pregunta; en realidad, la pregunta fundamental de la política: ¿qué tipo de hegemonía se está construyendo, en esa tensión peligrosa e insoslayable entre lo democrático y lo no democrático, entre una concepción plural y otra organicista de la democracia; entre la inclusión de las demandas y la cancelación de las diferencias? También me interesa subrayar el modo en cómo los populismos latinoamericanos postulan un pacto social (con el gran capital), al tiempo que desarrollan contra éstos una retórica de guerra, algo que encendió la mecha de la polarización, pero que repercutió negativamente, a manera de boomerang, sobre los propios progresismos (y todo el campo de las izquierdas), y terminó por beneficiar a las derechas, tanto neoliberales como reaccionarias.

Estas cuatro claves recorren una parte importante de las ciencias humanas y sociales latinoamericanas, por encima de las tradiciones teóricas y metodológicas, así como de los diferentes estilos argumentativos. Pero, sobre todo, son debates centrales que nos permiten pensar los escenarios políticos actuales y sus mutaciones, el entrampamiento en dinámicas de polarización, los cambios del clima de época que nos sacuden cada vez más por derecha, a golpes de mayor pobreza y ampliación de las desigualdades.

Agotamiento. Como el libro se cierra con el agotamiento y fin del ciclo progresista, en 2015, cabe preguntarse hoy sobre las continuidades y rupturas respecto de los debates de los últimos años. Existen claras continuidades, pues asistimos a una profundización de los modelos de desarrollo dominantes, lo cual se expresa en la reprimarización de las economías, la exacerbación del neoextractivismo en los territorios y la consolidación de nuevas dependencias. El agravamiento de la crisis socioecológica ya no es ninguna novedad. En nombre del mentado desarrollo, se profundiza la ceguera ambiental y se sigue jugando a prender fuego en un planeta que ya se está incendiando.

También hay rupturas, pues lo más novedoso –y lo que marca una diferencia mayor con el pasado, más allá de las limitaciones y, en algunos casos, de las grandes derivas de los populismos progresistas– es la regresión política, no solo a raíz del giro conservador, con la expansión de la derecha neoliberal, sino también –como lo muestra Brasil– por la emergencia de una derecha radical autoritaria, que promueve escenarios más desigualitarios y abre peligrosamente la puerta a diferentes expresiones del fascismo social.

*Socióloga.