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La vida de diego muniz barreto

Del "Muerte a Perón" al "Perón o muerte"

Hace 65 años, un grupo de jóvenes intentó asesinar a Perón. Entre los organizadores del atentado estaba el protagonista de esta historia, que luego se sumó al peronismo. Fue secuestrado y asesinado en 1977. Luis Patti fue condenado por el caso.

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Hace 75 años, un grupo de jóvenes intentó asesinar a Perón. Entre los organizadores del atentado estaba el protagonista de esta historia, que luego se sumó al peronismo. | cedoc

El 15 de octubre 1953, los veinteañeros Diego Muniz Barreto y Mariano Narciso Castex se reunieron en Florida y Corrientes con un supuesto colaborador militar que les podía proporcionar armas. A él le contaron que tenían un grupo de cincuenta hombres entrenados, cuyo fin era matar a Perón y combatir si se desataba una guerra civil. Contaban con fusiles Máuser, ametralladoras y bombas de humo, pero necesitaban municiones 9 y 45 mm y trotyl. El plan era hacer volar a Perón, el día 17, sobre la avenida Alem, con un auto cargado de explosivos detonado a control remoto. También volarían puentes de acceso a la Capital.

El “colaborador” era integrante de la división Control de Estado, de la Policía Federal, quien rápidamente informó a sus superiores. El día 16 de octubre son detenidos Emilio Allende Posse (20 años) e Isidoro Martínez Castro (18 años). Posse portaba un portafolio con un revólver Colt 32, proyectiles de distintos calibres y el libro Técnica de una traición, de Silvano Santander. El 17 son detenidos Mariano N. Castex, Hernán E. Blackley, Gastón García Miramon, Raúl A. Jorsiomo y Lorenzo Blanco. En poder de Blackley la policía secuestra dos carabinas 32 y un rifle Halcón de uso militar.

Castex confiesa que el jefe era Diego Muniz Barreto, pero en el organigrama estaba él como “chief” (jefe) porque Diego era “muy temperamental”. Barreto logra eludir a la policía escapando por una puerta disimulada en la boisserie de su lujoso departamento. Se refugia en la Embajada de Uruguay y luego cruza a Montevideo.

 El 21 fueron puestos a disposición del juzgado del doctor Miguel Rivas Argüello, y la causa se caratuló: “Actividades con el fin de atentar contra la vida del Señor Presidente de la Nación”.

En sus primeras declaraciones, alegaron que se estaban organizando para ser el apoyo civil de un golpe de Estado. Por indicación de sus defensores, el argumento varió a ser grupos de autodefensa, ante las amenazas recibidas por sus familias de los grupos peronistas.

Amnistía. En noviembre el Congreso sancionó la ley de amnistía Nº 14.296 y el 31 de diciembre estaban todos en libertad.

Otro “comando civil”, Florencio Arnaudo, confesó en 2005 a Clarín: “Según la teoría de Santo Tomás de Aquino, estábamos dispuestos al tiranicidio y liquidar a Perón”. No es extraño, entonces, que otros discípulos de Santo Tomas –Fernando Abal Medina y Mario Eduardo Firmenich–, con el mismo argumento del “tiranicidio” hayan fusilado a Pedro Eugenio Aramburu el 1° de junio de 1970.

Diego Muniz Barreto y Mariano N. Castex no pudieron cumplir el objetivo de matar a Perón, pero 15 años después ambos lo conocerán en Madrid y se convertirán en sus seguidores.

Guerrilla de Barrio Norte. La violencia política no comenzó en los 70. Su antecedente más cercano se puede encontrar en los “comandos civiles” de los años 50. Su impronta, y su forma organizativa en células, nombres de guerra, etc., se asemejó mucho a la de la guerrilla setentista. Claro que tenía otro color político, era antiperonista y la mayoría de sus miembros eran jóvenes de clase alta. Abundaban los dobles apellidos de Barrio Norte y San Isidro. Ruiz Moreno, De Vedia y Mitre, De las Carreras, Lanús, Sánchez Zinny, Martínez Paz, Villada Achával, Beccar Varela, Rodríguez Larreta, Menéndez Behety son algunos de los mencionados en las crónicas de la época. También es cierto que muchos de los hijos de estos furiosos antiperonistas, 15 años después, van a nutrir las filas de Montoneros y otros grupos guerrilleros.

Su debut fue el 15 de abril de 1953, cuando en una concentración en Plaza de Mayo pusieron bombas que dejaron siete muertos y 90 heridos, entre ellos 19 mutilados. Aclaremos que la guerrilla setentista nunca hizo este tipo de atentados contra la población civil. Entre sus autores materiales estuvieron Arturo Mathov, Roque Carranza, Carlos Alberto González Dogliotti y los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse.

Diego Muniz Barreto, un niño mimado de la aristocracia, nació en Mar del Plata en 1934. Sus bisabuelos paternos eran descendientes de familias portuguesas fundadoras de Bahía (Brasil), donde consolidaron una fortuna descomunal. Su bisabuelo materno, Emilio Vicente Bunge, compró al Estado 28 mil hectáreas “ganadas en la campaña del desierto” en la zona de General Villlegas.

Voladura. Su exilio en Montevideo duró poco tiempo. El mismo cuenta que en julio de 1955 cruzó el río en un bote de remos con una carga de 20 kg de gelinita. Esta vez el operativo iba a tener éxito. La madrugada del 20 de julio él y su grupo llegaron a las puertas de la Escuela Superior Peronista en avenida Corrientes y San Martín. Diego invitó al policía de guardia a tomar una cerveza en el bar de enfrente mientras sus cómplices ingresaban con los explosivos. Los destrozos fueron totales. El director de la escuela era el doctor Raúl Mende. Su hijo, Jorge Mende, fue un destacado cuadro montonero asesinado en la ESMA en noviembre de 1976.

Atentados contra policías. Ya en los meses previos al golpe de septiembre los comandos civiles adoptaron la táctica de atentar contra policías que hacían consigna en templos y escuelas religiosas. Varios resultaron muertos y otros sufrieron graves heridas. Los comandos se movían en jeeps desde donde abrían fuego. El 16 de agosto, la crónica periodística informaba que frente a la confitería La Biela fueron detenidos seis adolescentes que escondían sus armas en un jeep allí estacionado. Los detenidos eran Ignacio Cornejo, Ricardo Richelet, Mariano Iturralde, Pablo Moreno, Jorge Castex y Hortensio Ibarguren. Logró huir Diego Muniz Barreto sindicado como el organizador y proveedor de armas del grupo.

Del desengaño libertador a la dictadura de Onganía. Según cuenta su amigo Boby Roth, el antiperonismo de Diego cesó con la Revolución Libertadora. Se acercó al frondicismo y luego, mediante sus contactos militares, conspiró junto al sector azul del ejército. En 1966, de la mano de Roth, llegó al gobierno de facto del general Onganía cuando este ocupaba el cargo de subsecretario de Legal y Técnica. Su paso por el gobierno cesaría en 1968 por desacuerdo con la política económica de Krieger Vasena. Aunque volverá a la Casa Rosada el 8 de junio de 1970, en el momento en que Lanusse obliga a Onganía a dejarle el gobierno a Levingston. Según relata su amigo Mariano Castex, “esa noche Diego estaba armado con una pistola 45 y Barreto exaltado hubiese matado a Lanusse, Diego no era hombre de palabras aniñadas o amigo de autopromociones”.

Mecenas de Galimba. En 1970 Rodolfo Galimberti dirigía un grupo llamado JAEN. De tinte peronista y nacional, reconocía más simpatías con Primo de Rivera que con Trotsky o el Che. El primer contacto con Barreto lo hizo Ernesto Jauretche, entonces periodista de El Economista. Galimberti era un muchacho pícaro, con cintura política, con ansias de poder y no muchos escrúpulos. Muniz Barreto se le presentaba como una fuente de recursos económicos, pero además algo que al Galimba lo perdía, y era su necesidad de pertenecer a una clase social que por su origen tano y clasemediero le estaba negado. Por ejemplo, establecer relación con Julieta Luro Pueyrredón de Bullrich y ponerse de novio con su joven hija, Julie (hermana de la actual ministra). Y para Muñiz Barreto Galimberti era su vía de acercamiento al peronismo y a Perón para destruir a su archienemigo Agustín Lanusse.

La vida por Perón. En aquellos años un viaje a Europa era muy caro. Galimberti quería conocer a Perón y Diego financió generosamente su viaje. A Perón le cayó bien ese joven impertinente, que llegaba tarde a las citas y se cuadraba taconeando frente a su general. Y rápidamente lo ungió como su delegado ante la naciente Juventud Peronista. Galimberti retribuyó a su mecenas llevándolo ante el General. “Este conspiró contra usted en 1955”, lo presentó Galimba. “Qué bueno conocer viejos opositores... Qué gusto decirle ‘compañero’”, se alegró Perón y le estrechó las manos.

Diego le había llevado de regalo la película Rosas, producida por él. El 8 de octubre del 72 Diego estuvo entre los veinte invitados al cumpleaños de General celebrado en un restaurante de Madrid. Diecinueve años habían pasado de aquel octubre del 53.

Montoneros y ERP. A fines de 1972 Galimberti ingresa como aspirante dentro de la organización Montoneros. Diego cae preso por participar de un acto junto a su amigo Galimba. En diciembre, impulsado por Montoneros, Diego Muniz Barreto integra la lista de diputados nacionales del peronismo. Incluso filma un spot de campaña que cierra con la frase de guerra “la sangre derramada no será negociada”. En febrero del 74 junto a otros siete diputados de la JP renuncia a su banca. Meses después, disconforme con Montoneros, se acerca al trotskista ERP, con el que colabora hasta el día de su asesinato.

Que parezca un accidente. El 16 de febrero en 1977, en una carnicería de Escobar, es detenido por el subcomisario Luis Alberto Patti. Durante veinte días es torturado y paseado por distintos centros de detención clandestina. Finalmente no se animan a hacerlo desaparecer; lo meten dopado a su auto y lo empujan a un cauce de agua para simular un accidente. Según dicen, Diego todavía mantenía buena relación con el general Jorge Olivera Rovere. Cuando este fue trasladado, Diego perdió protección y no se dio cuenta.

Ideales. Su amigo y cómplice del 53 Mariano N. Castex lo recuerda así: “Diego era una figura aventurera y controvertida. Poseía las cualidades que lo hacían necesario en la trinchera o en la vanguardia del asalto y desechable en etapas de trabajo reflexivo. Fue un hombre capaz de entregar sus bienes y su vida por un ideal”.

Eduardo Luis Duhalde,  amigo de Ortega Peña, también lo evocaba: “Era un hombre de gran bonhomía, alegre e irónico. Era un espíritu libre y además un hombre de bien; sencillo, pero con algunos gustos refinados: uno podía decir que no era miembro de la oligarquía pero conservaba el sentido aristocrático de la vida. De su desencanto con la autodenominada Revolución Argentina, del contacto con los detenidos políticos en la cárcel de Rawson, terminó acercándolo al peronismo”.

El ex militante Alfredo Ossorio, que compartió noches de lomo a la pimienta en su casa de Recoleta, afirma: “Diego trataba el poder con mucha naturalidad, no porque lo hubiese conquistado, sino porque le venía de cuna”.

Tal vez para bien definir a Diego Muniz Barreto sirva una cita de Perón: “Licurgo estableció en una de sus más sabias leyes, que para mí es la más maravillosa de todas: ‘Hay un solo delito infamante para el ciudadano: que en la lucha en que se deciden los destinos de Esparta él no esté en ninguno de los dos bandos o esté en los dos’”.

Diego, equivocado o no, vivió y murió peleando en alguno de los dos bandos.

*Autor de La lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón.