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Encuestas en el país de las estadísticas truchas

Los principales encuestadores del país revelan las dificultades para su trabajo, ante la desconfianza general por las cifras. Y advierten: la gente no dice la verdad sobre a quién vota, no sabe, o lo decide a última hora.

Los principales encuestadores del país revelan las dificultades para su trabajo, ante la desconfianza general por las cifras. Y advierten: la gente no dice la verdad sobre a quién vota, no sabe, o lo
| Infografía G.P.

En períodos preelectorales, están a la orden del día. La patria informada, que no es la totalidad de los 32 millones de ciudadanos habilitados para votar, las lee y analiza para ver la evolución de los candidatos. Pero no es antes de una elección solamente que las encuestas pesan en la vida política: desde la creación de un candidato hasta que éste se proclama como tal y se expone, ya muchas métricas corrieron por detrás. Y, en muchos casos, son el motivo por el que quien se mostraba firme para postularse a un cargo luego declina la opción, aunque sin reconocer que sus números fueron los culpables.
Según la Cámara Nacional Electoral, cuyos datos más recientes son de 2013, existen alrededor de 35 consultoras inscriptas en el Registro de Empresas de Encuestas y Sondeos de Opinión. Y las metodologías varían de acuerdo con cada una de ellas. Este es un dato no menor, y que muchas veces pasa desapercibido. No es igual una encuesta telefónica desde un IVR (Interactive Voice Recognition, sistema automático de reconocimiento de voz) que otra presencial o una encuesta online. Pero no por la herramienta que se utilice en sí, sino por todas las variables que son fundamentales para que esta “foto” que muestra sea lo más parecida a la realidad que se descubre el día en que se abren las urnas y se hace el recuento de votos.  

Esto hace que las empresas del sector muchas veces estén más escrutadas que los propios candidatos a los que miden. Algunos pierden definitivamente su credibilidad, como le sucedió a Javier Otaegui en 1993 (ver recuadro) y otros la pierden parcialmente por sus relaciones explícitas con gobiernos o candidatos que los envuelven en un manto de sospecha. Aunque, como señala el politólogo Sergio Berensztein, “en un país que no tiene estadísticas públicas, donde se manipulan groseramente los datos del Indec y, desembozadamente, una autoridad pública dice que la pobreza es del 5%, que alguien se escandalice por el daño que hacen las encuestas es ridículo, completamente irrelevante. Hay desconfianza en todo lo que se publica y está desviada la atención, porque el daño es el que se le hace a la Argentina por la grosera manipulación de las estadísticas”.

Manejo intangible. En países con partidos políticos definidos como republicanos y demócratas en los Estados Unidos o conservadores y laboristas en Inglaterra, la volatilidad del electorado es menos significativa. Sin embargo, David Cameron en junio de este año fue reelecto primer ministro por los conservadores, cuando las encuestas lo desfavorecían ampliamente y el laborismo celebraba a cuenta. También hubo grandes diferencias en las elecciones en Brasil y en México. “Según datos de Ipsos el 71% del electorado en Estados Unidos es republicano o demócrata y sólo el 14% se declara independiente y el resto no dice nada. La elección la define la cantidad de gente que va a votar y para qué lado se inclinan los independientes, por eso son elecciones relativamente cerradas”, explica Luis Costa, director de Ipsos Public Affairs Argentina. “Con las encuestas electorales, el problema en la Argentina es que el electorado está desajustado y casi no tiene vinculación con partidos políticos. Su intención de voto no está atada a nada más que a la figura. Entonces, cuanto más lejos se está de las elecciones, menos precisas son las encuestas, porque la gente va cambiando. De toda la gente que piensa en votar a Massa, 40% podría votar a Scioli”, ejemplifica Costa.

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Ipsos utiliza diversos métodos para las mediciones, desde telefónicos o presenciales (con el uso de tablets que aceleran la carga de los datos) a plataformas online “con foros que son como focus groups pero a través de internet. “Depende del objetivo del cliente; se adapta la tecnología de acuerdo con lo que se quiere buscar. La primera es con encuestas presenciales, lo que garantiza una correcta presentación, sobre todo en los niveles económicos más bajos. La segunda son las encuestas telefónicas, que en las grandes ciudades permiten tener más acceso a las clases medias y altas, a las que es imposible encuestar dentro del hogar por temas de seguridad”, detalla Costa.
Mariel Fornoni, socia directora de Management & Fit, destaca como dificultades que la gente no sólo no quiere abrir la puerta: tampoco atiende el teléfono fijo o directamente ni siquiera lo tiene. “Por eso, además de esos formatos, trabajamos en puntos fijos contaminados, como estaciones de tren o subte, cubriendo la cuota de gente que necesitamos como muestra”, explica. “En términos del voto, la gente decide a último momento, no dice la verdad. Otras veces ni sabe a quién vota”.

“De todas maneras, las tendencias siempre las muestran. Hoy se pide una efectividad, pero esto es una herramienta que es una tendencia, y se le da una importancia muy alta y se pide que digan el número exacto. Y quizás el error fueron cuatro puntos. Además de la volatilidad que hay, cuando no hay partidos”, resalta Fornoni.
Federico Aurelio, director de Julio Aurelio y Asociados, utiliza las encuestas telefónicas, “pero con un software propio que se llama Aresco Instant Research con más de 15 años de desarrollo y que se sigue desarrollando día a día y nos permite tener online, mientras hacemos la encuesta en un distrito con 5 mil líneas, la encuesta procesada con distintas variables que se quieren aplicar en una investigación”, explica, y aclara que eso no impide que las muestras abarquen a todos los públicos. “Empieza la investigación con el desarrollo de un cuestionario, se carga en el sistema, se pondera para que la muestra represente a toda la población, tenga o no teléfono, tenga o no celular,
para que represente bien el universo”, detalla.
A diferencia de otros países, donde cada partido suele tener sus encuestadores propios, salvo excepciones cuyos resultados no son publicables, en la Argentina las consultoras suelen tener clientes multipartidarios, contratados por distritos o por candidatos particulares. Y ellos son quienes muchas veces filtran encuestas en las que sus figuras se ven favorecidas, aunque quizás la encuesta general no lo sea. La creencia de quienes optan por publicar así información y darle trascendencia mediática es que las encuestas influyen en los resultados reales de las elecciones.
Jaime Duran Barba, el estratega de Mauricio Macri que durante 15 años dirigió una encuestadora, es contundente: “Las encuestas no tienen ninguna influencia y está demostrado desde hace sesenta años. No hay buen consultor que crea eso. La gente que se preocupa mucho por las encuestas o los debates es la que tiene decidido el voto. La encuesta pone histéricos a todos los que están envueltos en las campañas. Al que no le importa la política, no mira la encuesta”, afirma el ecuatoriano.

¿Sirve mentir con las encuestas? Duran Barba lo niega rotundamente: “Mentir con números de encuestas para ayudar a un candidato se hace en todos los países y es una tontería. No hay candidato que mejore porque sus encuestadores mientan. En toda América Latina hay personas que hacen ruedas de prensa diciendo que sus candidatos subieron 40 puntos, y eso es imposible”.
Como dice Aurelio, las encuestas son herramientas y cada una va mostrando una foto en un momento de cada candidato, y en la elección es donde se ve cómo queda la película. Pero aunque se las niegue, refute o muchos políticos digan no tenerlas en cuenta, su interés es tal que no son sólo los partidos, alianzas o candidatos quienes las encargan: también lo hacen cámaras empresariales, banqueros, grupos de inversores. No buscando quizás precisión, pero sí el pulso de la opinión pública.

“Las encuestas son una herramienta indispensable para la vida contemporánea en todas las disciplinas, desde la política a la astronomía. En la política hay una superstición de que no sirven para algunos políticos antiguos, y a veces hay un trabajo poco ético de algunas encuestadoras. Es imposible hacer una campaña sin buenas encuestas. El requisito que pongo es que sea absolutamente ética y jamás cambie un número por ninguna causa. Una encuestadora que miente es como tener un médico que borra los tumores de las radiografías: te mata con su mentira”, cierra Duran Barba.
Cada uno con sus metodologías, en lo que los encuestadores coinciden es en que, al final del día, los datos son de los clientes. Y que su uso sesgado o parcializado depende de los clientes y, también, de los intereses que manejen quienes las hagan públicas.

 

Mejor no acordarse

La historia de las encuestas y los encuestadores en nuestro país tiene momentos para el olvido.
uAlberto Pierri versus Federico Storani, elección a diputados en 1993. En general, todas las encuestas le daban a la lista de Pierri el triunfo holgado. Sólo una, la de Javier Otaegui, daba ganador al radical. Pierri ganó con el 42,46%
de los votos, mientras que el radicalismo sacó el 30%.
uGraciela Fernández Meijide versus Hilda “Chiche” Duhalde, 1999. En las semanas previas, las encuestas mostraban a Chiche ganadora. Terminó siendo la candidata de la Alianza quien ganó (48,4%), siete puntos arriba de la esposa de Duhalde.
uHoracio Rodríguez Larreta versus Gabriela Michetti. Una semana antes, una encuestadora afirmó que Michetti ganaría por 4%. Rodríguez Larreta se impuso por 11.