ELOBSERVADOR
Esta semana fue la edicion 2018

Gaokao chino: el examen más exigente del mundo

Por su dureza y competitividad, la prueba de ingreso a la universidad es un enorme factor de presión social sobre los jóvenes. Pero busca la igualdad de oportunidades educativas. Se realiza bajo extremas medidas de seguridad para evitar trampas de los estudiantes.

0609_gaokao_examen_china_cedoc_g.jpg
Bajo presión. Los jóvenes pasan varios meses preparándose para rendir satisfactoriamente, bajo la mirada de padres y profesores. | cedoc

Desde Beijing

Podría decirse que, para los chinos, el gaokao es a la vida profesional lo que el matrimonio es a la vida familiar: un momento definitorio, un punto de quiebre, algo para lo que hay que prepararse mucho y en lo que no se debe fracasar. Considerado como uno de los exámenes de ingreso universitario más exigentes y competitivos del mundo –si no el más–, el gaokao es, al mismo tiempo, una aspiración a la igualdad de oportunidades y un factor de enorme presión social sobre la juventud.

Casi diez millones de estudiantes secundarios rindieron esta semana la prueba, única vía que existe en China para acceder a la educación superior. En un país donde tener un título de grado es una condición casi elemental para conseguir trabajo, aprobar o desaprobar el examen marca la diferencia. En la actualidad, el porcentaje de admitidos oscila en torno al 75%. Pero no es solo cuestión de entrar. Para los que aprueban, el puntaje obtenido determina luego el orden de mérito para seleccionar universidad y carrera. Aquí no basta con la vocación: para elegir lo que se quiere ser en la vida, hay que sacar muchos puntos en el gaokao.

Aunque el sistema fue creado en 1952 por el gobierno de Mao Zedong, el propio líder socialista lo suspendió entre 1966 y 1976, durante la catastrófica experiencia de la Revolución Cultural. Tras la muerte de Mao, su sucesor Deng Xiaoping lo reintrodujo como señal de que los tiempos estaban cambiando. Desde entonces, el gaokao acompaña el proceso de apertura y modernización de China y ha sido uno de los pilares de la estandarización de su sistema educativo.

“Es el mejor mecanismo para seleccionar personas con talentos en diferentes áreas –dice a PERFIL el profesor Li Yongcheng, doctor en Educación por la Renmin University–. En los años 60 y 70, China probó un método de ingreso universitario por recomendación, pero no estuvo a la altura de los estándares académicos ni de las expectativas sociales. En cambio, el gaokao examina la acumulación de conocimiento, la capacidad de improvisación para resolver problemas y el pensamiento crítico sin importar el entorno familiar y social de los participantes, por lo que es justo en términos de una competencia igual para todos”.

Presiones. En cada edición del examen, el prestigio del gaokao tiene como correlato alguna historia penosa de estudiantes abrumados por la exigencia que supone para ellos. Los alumnos pasan varios meses preparándose para rendir en sesiones maratónicas de estudio, bajo la mirada intensa de sus padres y profesores. La presión es doble cuando de su éxito o fracaso depende la suerte económica de la familia. Aunque no es un fenómeno tan extendido como se supone, el morbo popular se regodea con los casos de jóvenes que se suicidan durante el gaokao o con las noticias de escuelas que colocan rejas en las ventanas para evitar que eso ocurra.

“La competencia genera presiones, es una ley natural –señala Li–. Un punto clave aquí es la estrategia para manejar esas presiones que emplean las escuelas secundarias, conocida como ‘océano de exámenes’, que consiste en hacer que los alumnos rindan simulacros de prueba todos los días. Eso puede resultar abrumador, pero no veo que vaya a cambiar pronto”.

Yang Wenqian tiene 29 años y nació en la provincia de Jiangsu, pero estudia en la Beijing Foreign Studies University de la ciudad capital. Ella recuerda el gaokao como un momento crucial en su adolescencia porque “sabía que, si fracasaba en el examen, me esperaba la vida mediocre de las ciudades pequeñas”. Se preparó para la prueba durante medio año. “Todos los días teníamos clases de 8 a 12, de 14 a 17 y de 19 a 21 –cuenta–. Nos tomaban tests o controles de estudio diarios, así que llegué al gaokao con muchas correcciones y devoluciones previas”.

Yang Wenyi, estudiante de Filología Hispánica, coincide en que el gaokao es “el momento más importante en la vida de los estudiantes secundarios”, aunque cree que la respuesta frente a la presión que éste genera depende de cada estudiante y cada familia. “Yo pasé meses estudiando el día entero y solo tenía tiempo libre al mediodía, que aprovechaba para dormir –dice Wenyi–. Pero, como tenía cierta autoconfianza, no lo sufrí demasiado”.

Bajo control. Ningún otro examen en el planeta moviliza tantos recursos ni personas como el gaokao. Es lógico: hoy la población universitaria china representa un quinto del total global. Mientras dura el examen, el país entra en un verdadero estado de excepción educativa.

En Beijing, los estudiantes que rindieron esta semana empezaron el jueves con una prueba matutina de Chino y otra a elección entre Ciencias (Química, Física, Biología) y Humanidades (Geografía, Historia, Política) por la tarde. El viernes fue el turno de Matemáticas e Inglés. En las puertas de los colegios, familias enteras hacían fuerza por sus hijos, nietos o hermanos, como si la cantidad de acompañantes tuviera algún tipo de efecto sobre el rendimiento de los chicos.

Las autoridades procuran que el contexto sea lo más ameno posible tanto para los alumnos como para sus familiares. Patrulleros y ambulancias acompañan la vigilia en las calles. Algunos taxis ofrecen servicio gratuito para los estudiantes, lo mismo que cafeterías y restaurantes. Este año, el Ministerio de Educación emitió una circular en la que recordó la importancia de mantener un “entorno sonoro propicio” para el examen. Los choferes de casi 400 líneas de colectivos de la capital fueron advertidos para que no tocaran bocina en los horarios de prueba.

Durante el gaokao, los reflejos de la famosa “sociedad de control” china se agudizan. Las medidas de seguridad para evitar trampas por parte de los alumnos son orwellianas. Filtrar las preguntas antes de tiempo es considerado un delito grave. Desde 2015, copiarse en el examen es un crimen tipificado en el Código Penal y castigado con hasta siete años de prisión. El gobierno supervisa la cadena de impresión, transporte, entrega y corrección de las pruebas como si fuera una cuestión de Estado. La asistencia al examen se monitorea con sistemas de reconocimiento facial y dactilar. En las cercanías de los colegios, los extranjeros desprevenidos suelen encontrarse con que sus teléfonos celulares no funcionan: algunas escuelas utilizan inhibidores de señal para asegurarse de que los estudiantes no cometan fraude con sus móviles.

De hecho, las autoridades tienen motivos para preocuparse. El Ministerio de Seguridad Pública informó esta semana que un operativo simultáneo en seis provincias terminó con la detención de cincuenta personas a las que les incautaron más de cien mil juegos de dispositivos inalámbricos “invisibles” preparados para hacer trampa en el gaokao.

Equidad. Garantizar la igualdad de oportunidades en el examen es una de las mayores obsesiones del gobierno chino. “El sistema garantiza vacantes en las mejores universidades para estudiantes de familias de bajos ingresos o provenientes de las regiones menos desarrolladas”, explica el profesor Li. En esa línea, el Ministerio de Educación acaba de anunciar que se incrementarán las cuotas de inscripción para los alumnos provenientes de zonas atrasadas del centro y oeste del país y para las provincias más populosas. Además, el gobierno decidió eliminar un viejo criterio por el que jóvenes destacados en deportes, matemáticas o ciencias durante la escuela secundaria obtenían puntos bonus en el gaokao.

Otra preocupación oficial son los “servicios” ofrecidos por algunas agencias privadas a los estudiantes con dinero. Las universidades top tienen permitido tomar exámenes independientes que luego utilizan como complemento del gaokao a la hora de la admisión. El problema es que, en los últimos años, proliferaron agencias que, por grandes sumas de dinero, venden trabajos o monografías a jóvenes ricos para que mejoren sus chances de ingreso. Por eso las autoridades pidieron esta semana a las universidades que afinen sus criterios en las pruebas independientes, y advirtieron a los alumnos que los fraudes de ese tipo se castigarán sin atenuantes.

En cualquier caso, quien fracasa en el examen puede volver a intentarlo: el gaokao se puede rendir tantas veces como uno quiera. Y quien triunfa debe permanecer en el anonimato: el gobierno prohíbe publicar los nombres de los estudiantes mejor puntuados, bajo la premisa de que la educación no debe mancharse con los deseos de fama o dinero. Aunque medios de comunicación, escuelas e incluso padres y maestros suelen hacer caso omiso de esa directriz.

Muchos de los alumnos que mejor rankean eligen carreras como Negocios o Finanzas, ya que se presume que tienen las salidas laborales mejor remuneradas. Medicina también cotiza alto. Entre las casas de estudio, la Universidad de Tsinghua es una de las más requeridas.

Nuevas generaciones. Aunque el gaokao sigue gravitando en la vida de millones de jóvenes chinos, su significación ya no es la misma que veinte o treinta años atrás. Una encuesta publicada esta semana por el sitio Sina, basada en entrevistas a más de veinte mil estudiantes en todo el país, reveló que la mitad de los encuestados nacidos en los años 2000 no cree que el examen sea “una cuestión que cambia la vida”.

Muchos de ellos tampoco lo consideran un evento tan estresante. Una de las razones de esa visión más despreocupada es que la tasa de admisión se amplió muchísimo en los últimos años: pasó de 20% en los años 90 a 75% en la actualidad. Al mismo tiempo, acceder a la educación superior en el extranjero es una alternativa al gaokao cada vez más accesible y atractiva para los jóvenes chinos de las clases medias y altas.

Ese es el caso de Zhiping, de 18 años, quien acaba de terminar la escuela secundaria en Beijing y pronto comenzará sus estudios universitarios en la Brown University en Rhode Island. “En vez de rendir el gaokao, decidí postularme a una universidad estadounidense porque la educación superior en China suele concentrarse en una determinada área, mientras que en los Estados Unidos hay un enfoque más liberal que anima a los estudiantes a abordar una amplia gama de conocimientos –dice Zhiping–. Los dos sistemas tienen sus pros y contras, pero creo que el estadounidense encaja más con mi personalidad”. Para los que sí se le animan al gaokao, él es un competidor menos.

 

Una prueba inclusiva

El gaokao supone un desafío aún mayor para los estudiantes con discapacidades físicas o mentales. En 2017, casi seis mil alumnos solicitaron asistencia especial para poder rendir el examen. El Ministerio de Educación trabaja en coordinación con la Federación de Personas Discapacitadas de China para garantizar que los discapacitados puedan dar la prueba en igualdad de condiciones.

Los estudiantes ciegos tienen derecho a recibir los test escritos en Braille. Aquellos que tienen deficiencias auditivas están exentos de los ejercicios de listening en las pruebas de Inglés. Y la duración del gaokao puede extenderse para los alumnos con dificultades para escribir por discapacidades físicas.

Esta vocación inclusiva contrasta con lo que suele ocurrir en las escuelas primarias y secundarias chinas. Aunque, en teoría, los niños y jóvenes discapacitados pueden acceder a los colegios regulares siempre que “puedan adaptarse”, en la práctica se admite a los que tienen discapacidades leves.