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Guía para no perderse en el universo de la posverdad

Pensar con otros: una guía de supervivencia en tiempos de posverdad, del que es parte el fragmento que sigue, analiza cómo la política establece un vínculo particular, signado por la conveniencia.

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El universo de la posverdad. | N. Palacios

Hay quienes consideran que no deberíamos hablar de posverdad sino sencillamente de mentira o falsedad. La definición en español parece acompañar esa idea, como si se tratara siempre de un engaño intencional. Pero esta mirada hace perder un poco de vista el hecho de que no siempre hay una intencionalidad en ignorar la información que se tiene, en pos de tomar posturas que la contradicen y se basan en la emoción. A veces, y tal vez sea ésta una de las componentes más críticas del problema, lo que ocurre es que hay cierta indiferencia ante la distinción misma entre lo que es la mentira y lo que es la verdad. A veces, que algo sea verdad simplemente no es importante para la persona.

Trump. El uso más frecuente que se le da a la palabra posverdad está asociado a la política. Se habló mucho de la política de la posverdad en el contexto del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (Brexit) y de las elecciones presidenciales en Estados Unidos que terminaron con Donald Trump en la Casa Blanca. En ambos casos, las campañas electorales de quienes ganaron se apoyaron en algunos datos que luego quedó claro que eran falsos, como que el Reino Unido ahorraría dinero si se separaba de la UE, o bien en frases vagas como: “Hagamos grande a Estados Unidos otra vez". Hubo exageraciones, desinformación y falsas promesas, como si los políticos hubieran decidido revivir la frase de H.L. Mencken: "Hay una solución conocida para todo problema humano: clara, plausible y equivocada”. Alrededor de estas elecciones se generó un ambiente de polarización exacerbada, en el que lo que dicen los nuestros está bien y lo que dicen los otros está mal, sin importar si es verdadero o no.

No es que las mentiras partidistas en política sean cosa nueva. Ya Tucídides habla de ellas en su libro sobre la Guerra del Peloponeso, en el siglo V a de C, cuando dice: “Para adaptarse a todos los cambios y los acontecimientos, las palabras también tuvieron que alterar sus significados habituales”. Lo novedoso es que, cuando quedó claro que las campañas estaban inundadas de datos falsos, muchos de los votantes no se sintieron engañados, como si la verdad, en su sentido más extenso o incluso en el más limitado, ya no fuera relevante frente a cómo los hizo sentir. Ya no había en algunos políticos ni siquiera una intención de parecer estar diciendo la verdad, porque lo que se decía era fácilmente contradicho por los hechos que estaban al alcance de todos.

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Hubo voces alertando contra esto, voces expertas que no fueron tomadas en cuenta. Quizás también la tendencia a desconfiar de los expertos es algo a considerar en todo este asunto.

Verdad. Es demasiado temprano para saber si estamos en la “era de la posverdad”. Pero sabemos que este fenómeno se ve en otras áreas más allá de la política, áreas en las que tenemos datos, sabemos cosas y, aun así, hay quienes hacen a un lado todo eso y toman una postura que no se sostiene en los hechos. Por ejemplo, sabemos que las vacunas son mayormente seguras y muy eficaces para prevenir enfermedades, y que los seres humanos somos en gran parte responsables del calentamiento global que amenaza nuestra supervivencia. Sin embargo, hay quienes creen que las vacunas provocan autismo, o que el cambio climático antropogénico es una mentira. ¿Por qué pasa esto? ¿Hay también en estos casos una desconfianza hacia los expertos? ¿Será que los expertos no logran comunicar adecuadamente sus ideas y por qué las sostienen?

Hablar de la posverdad nos obliga a hablar de la verdad. Y acá tenemos problemas con una palabra que significa diferentes cosas según el contexto. El concepto de verdad es algo muy concreto en áreas como la matemática, la lógica o la metafísica, en donde la verdad se obtiene deductivamente. No es ése el sentido de verdad acerca del que hablaremos en este proyecto. Abordaremos acá la verdad como una cuestión fáctica, como la correspondencia entre lo que decimos y lo que ocurre en el mundo. Nuestro enfoque sobre la verdad será más bien práctico. Esto es, asumiremos que existe un mundo real, independiente de nosotros, que la realidad existe y que podemos acceder a ella.

Subjetividad. Nuestro acceso a la realidad es imperfecto porque es a través de herramientas imperfectas: nuestra experiencia es subjetiva, nuestros sentidos nos cuentan qué ocurre, y nuestras interpretaciones acerca de lo que significan los hechos pueden variar. Podríamos llorar sobre la leche derramada, quejarnos de nuestros límites, o podríamos aceptar que es lo mejor que tenemos a disposición y, dado esto, considerar nuestras limitaciones como parte del proceso para acceder a la realidad. A partir de ahora y en el resto de este proyecto, verdad debería leerse en este sentido: no como algo absoluto y de certeza total, pero tampoco como un “vale todos”. Y es ésta delicada distinción uno de los puntos centrales que trataremos en las próximas entregas.

Entonces, hay un mundo real ahí afuera que parece comportarse con reglas propias y en el que ocurren cosas. Eso que ocurre son hechos, hechos reales. No existen los “hechos alternativos”. Tenemos datos acerca de esa realidad, contamos con información como nunca antes en la historia de la humanidad. Tenemos también la capacidad y las herramientas para entender cada vez mejor el mundo, para conocerlo incluso en aquellas cuestiones que nos son esquivas. Para eso, hace falta entender varios puntos primero. Por un lado, necesitamos poder distinguir algo que se sabe de algo que no se sabe. ¿Cómo averiguamos cuál es la verdad? ¿Qué información necesitamos? ¿Cómo la conseguimos?¿Cómo sabemos lo que sabemos? Por otra parte, debemos entender cómo se difunde la información. Los medios de comunicación tradicionales están siendo desplazados por nuevos medios. Con las redes sociales se volvió muy sencillo compartir noticias, algunas ciertas y otras falsas. Todos podemos publicar contenido nuevo que rápidamente se suma y se mezcla con lo ya disponible. En pocos minutos una noticia de un atentado o un terremoto puede dar la vuelta al mundo, pero del mismo modo lo hace un rumor, una noticia falsa o un chisme mundano. Por un lado, la capacidad de generar y consumir contenido de manera paralela a los medios de comunicación tradicionales nos da mucha independencia y libertad. Por el otro, a veces se vuelve especialmente difícil saber qué valor darle a cada información particular.

Aunque sea en forma tentativa y provisoria, con aciertos y errores, tenemos la capacidad de conocer la realidad y transformarla a partir de ese conocimiento, como lo demuestra toda la historia humana desde la invención de las primeras herramientas de piedra hasta la de la inteligencia artificial. Sin embargo, muchas veces nosotros mismos cerramos ese acceso, y necesitamos estar, como mínimo, abiertos a la posibilidad de que sea así.

Además de todo esto, no estamos solos. Independientemente de si le otorgamos a este hecho una carga moral, toda diversidad de perspectivas genera un nosotros y un los otros pero, a la vez, compartimos todos este mismo planeta, esta misma realidad. Compartimos también preocupaciones, problemas y esperanzas. Para poder conversar esas diferencias de perspectiva con esos otros, necesitamos ponernos de acuerdo en cuáles son los hechos que observamos desde nuestras particulares perspectivas. Sin ese primer acuerdo, no hay intercambio posible de ideas o argumentos, no hay modo de tener experiencias compartidas y corremos el riesgo de volvernos impermeables al otro. Tener una realidad común a todos es una base que puede permitir tanto que concordemos como que discrepemos en rumbos posibles de acción. Pero estaremos juntos y conversando, y ése es el primer paso. Es por eso que la pelea contra la posverdad es, también, una pelea por preservar la posibilidad de vínculo humano.

Podemos tratar de entender mejor la posverdad, especialmente para poder detectarla, enfrentarla, y sobrevivir (nosotros y nuestra especie) a ella. El camino es largo y complejo, sí, pero también muy interesante y transformador. El solo hecho de transitarlo puede no solo enseñarnos mucho sobre el mundo (y sobre nosotros mismos), sino darnos la posibilidad de recuperar agencia.

*Doctora en Biología, docente y comunicadora.