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La condición de ‘ni ni’ no se elige

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Los chicos caen en esa condición como parte de un proceso social y una trayectoria de vida. De todos modos, cabe aclarar que los chicos “ni ni” son un grupo social heterogéneo. No hay una sola problemática, ni un único perfil socio-cultural, ni una única explicación de por qué se llega a ese lugar de exclusión. Sí es cierto que el común denominador es no estudiar, ni trabajar, ni buscar trabajo cuando sería deseable –tanto para los jóvenes como para la sociedad– que estudien, busquen empleo y logren un trabajo que les permita transitar hacia la edad adulta con mayor inclusión social y autonomía económica. Pero, si esto es tan bueno, qué hace que entre el 17% y el 20% de los jóvenes de 18 a 25 años no adopten esta estrategia de claro desarrollo social. No es que no existan condiciones familiares generadoras de exclusión para los jóvenes, ni que, incluso, los propios jóvenes justifiquen y valoren la condición de marginación. El problema no está centralmente en los jóvenes excluidos, sino en las condiciones económicas, educativas, socioculturales y político-institucionales que generan ese patrón de comportamiento. Es decir, en las políticas que desde el Estado, las empresas y las organizaciones sociales se ponen en juego para dar inclusión a las nuevas generaciones.

Ahora bien, cabe diferenciar al menos dos grupos. Los jóvenes de clase media y los jóvenes de los sectores más pobres. El 75% de los “ni ni” en nuestro país pertenece al 50% de los hogares de más bajos ingresos. En el contexto de una sociedad cada vez más dual, los jóvenes “ni ni” de clase media padecen una crisis de sentido y de compromiso más general. A esto se suman la crisis del sistema educativo y las mayores exigencias de responsabilidad que presentan los mercados de trabajo formales. Con los años, las redes familiares, educativas y sociales cercanas a ellos tienden más tarde o más temprano a reincorporar a estos chicos a una carrera profesional o personal más incluida. Es cierto que un resto necesita servicios asistenciales especiales, muchos de los cuales son ofrecidos por los sistemas privados a los que las familias de clase media tienen acceso.

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Distinto es el problema que afecta a los jóvenes “ni ni” de los sectores pobres. En este caso, hay situaciones más o menos extremas que forman parte de una misma trayectoria de vida. Chicos mal alimentados, grupos familiares inestables o fragmentados, padres sin un trabajo estable, miembros de hogares hacinados con un clima barrial atravesado por la violencia, las drogas y las actividades extralegales. Entre estos jóvenes hay quienes dejan la escuela diciendo que “no les daba la cabeza”, es decir, victimizándose, para luego buscar trabajo y no encontrar, o caer en situación de alta explotación o degradación. Frente a esto y a la ausencia de instituciones públicas o sociales que los asistan, encuentran en la violencia, la droga, las actividades extralegales un modo de ser y de hacer legitimado. Para una chica en esa condición, lo mejor es casarse o juntarse con algún joven con cierta estabilidad, tener hijos y recluirse en el hogar, o al menos ser una madre soltera, para “ser alguien”.
 

*Investigador en temas de juventud en el Instituto Gino Germani de la UBA y el Conicet.