ELOBSERVADOR
luis brunati, ex ministro de gobierno de buenos aires

“La corrupción no es policial: es de todo el sistema político”

Responsable de la Bonaerense tres décadas atrás, sostiene que la fuerza es sólo parte de un entramado corrupto que abarca toda la estructura política. No cree que el PRO pueda, ni quiera, cambiar esto.

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Chaleco. Brunati le reconoce a la gobernadora Vidal “cierta intención de hacer las cosas bien”, pero advierte que para eso sería necesaria “una reforma política profunda” hoy muy lejana. El libro en el que cuenta su experiencia con el sistema penitenciario y policial. | Cedoc Perfil
Hay políticos que no se van nunca de la política. Hay otros que se refugian en fundaciones y ocupan coquetos departamentos en Barrio Norte o Puerto Madero. Y hay gente como Luis Brunati, que nunca se fue de su casa de Moreno, que dejó la función pública sin un peso de más, y a quien el país le sigue doliendo como siempre. Acaba de publicar un libro en el que refleja su intensa experiencia como ministro de Antonio Cafiero, treinta años atrás, a partir de uno de sus proyectos más queridos, y que más resistencias enfrentó: construir una cárcel modelo y, a partir de eso, humanizar todo el sistema penitenciario.

Figura central en el nacimiento de la renovación peronista, Brunati estuvo entre los primeros en exigir que aquel peronismo de Herminio Iglesias y Lorenzo Miguel, apenas acabada la dictadura, asumiera el reclamo por los desaparecidos y la importancia de los derechos humanos.

Fue, también, el primer ministro de Gobierno de Cafiero, en 1987, cuando la renovación ganó la provincia de Buenos Aires y encendió la esperanza de que, finalmente, el peronismo tendría una vida democrática profunda, esperanza a la que puso fin el triunfo de Carlos Menem en las elecciones internas, un año después.

En ese momento, el ministerio absorbía lo que hoy son otras carteras, como la de Seguridad. Por eso, Brunati sabe  lo que representa lidiar con “la Bonaerense”, que en su época tenía unos cuarenta mil efectivos y hoy ronda los noventa mil.  

Mirada. Su mirada sobre el tema, hoy, no es optimista. E incluye una advertencia clara: “El problema no es la corrupción en la policía. Eso es sólo una parte: el problema es la corrupción en todo el sistema político”. Para Brunati, “centrar la crítica en la Bonaerense es un modo de evadir responsabilidades políticas. La Bonaerense es un flanco fácil de atacar pero, desde mi punto de vista, es sólo la mortadela del sándwich”.

El ex diputado y ministro subraya que una gran cantidad de actores sociales y económicos se benefician de las “zonas grises” del Estado, y da un ejemplo: “Apenas asumí, viene un secretario y me dice: ‘Le dejaron un auto cero kilómetro para que lo use’. Era una ‘atención’ de una de las automotrices”.  Una atención, claro, con una lógica: “Ellos sabían que, tarde o temprano, yo iba a tener que decidir la compra de patrulleros. Esa sería la hora de ser agradecido”. Brunati no compró esos patrulleros y, unos meses después, “así como me trajeron el auto, se lo llevaron”.

“Todo está contaminado por la corrupción. Uno tiene idea de la corrupción en el ámbito en que se mueve, sea uno médico, periodista o lo que fuere. Ahora, imagínate un ámbito donde se trabaja con delincuentes, y que a su vez depende de los políticos. ¿Cómo le ponés condiciones a ese ámbito, si vos no tenés las manos limpias? ¿Cómo te controlo a vos si me quedo ese auto que me ofrecieron a plena luz del día y le compro a esa empresa cien patrulleros?”. Firme crítico del gobierno de Cambiemos y de su concepción de la política, Brunati le reconoce sin embargo a María Eugenia Vidal “algo de querer hacer las cosas como debería ser. Tiene la ventaja de ser gobernadora. Ahora, sin una estructura política fuerte eso no se hace. Esto no se arregla al margen de una reforma política muy profunda”.

Nunca más. Una de las propuestas que, en su momento, Brunati pensó para solucionar el tema de la Bonaerense fue la creación de un ámbito estratégico integrado por referentes intachables, que no fuera simplemente asesor sino que también tuviera la potestad de decidir nombres de la cúpula de la fuerza, presupuesto, destinos, etc. “Una especie de Nunca más”. Pero hoy tiene sus dudas. “Ninguna receta, por excelente que ella sea, garantiza resultados. Habría que ver la calidad de los ingredientes con que se cocina, la limpieza y sobre todo el espíritu que la anima”. Es decir, algo que vaya más allá del motivo esgrimido para la “limpieza policial”. Porque “la clave es la esencia del espíritu que anima a esa política. La diferencia puede parecer mínima, pero los resultados en uno y otro caso pueden ser totalmente distintos”.

En ese sentido, es bastante escéptico con la gestión del PRO: “Parece muy poco razonable que la transparencia policial venga de la mano de una gestión donde desde el Presidente a varios ministros y funcionarios reconocen tener dinero en paraísos fiscales”.

Inteligencia. En su libro Las llaves de la cárcel, un impresionante testimonio sobre su intento de modificar el penal de Olmos como parte de una nueva política penitenciaria, que incluyó una de las peores tragedias carcelarias (ver recuadro), Brunati relata episodios que vivió como ministro que tienen una vigencia tremenda y que aportan elementos para saber de qué se habla cuando se habla de inseguridad y corrupción.

Recuerda que, poco antes de asumir, trató de reunir la información necesaria para saber con qué se enfrentaría, y fue en esa ocasión cuando pudo hablar con un comisario que le dio desde un comienzo la impresión de ser un buen hombre. Ese comisario le explicó que “una comisaría cobra los impuestos que no se pagan por derecha. Todo lo que está al margen de la ley, paga”.

Cuando Brunati quiso saber qué significaba “todo”, la respuesta fue: “Todo es todo. El que cría chanchos donde no está permitido; el curandero, cure o no cure; los desarmaderos; las cuevas y mesas de dinero; la compra-venta de lo que sea; el vendedor ambulante, los caballos de cuadreras; el contrabando. En general paga todo el que tiene algo que esconder o, a veces, ni siquiera para esconder, pero donde hay alguien que se siente en infracción, hay posibilidades de cobrar”.

“También, agregó el comisario, están los que pagan sin que uno sepa muy bien cuál es el chanchullo. En general, esa es gente que contrata servicios de vigilancia o viene a ofrecer una 'colaboración' que a uno lo hace pensar. Pero como también se trata de gente ‘bien’, con relaciones, en esos casos al principio se sabe poco y a la larga uno termina sabiendo. Eso también paga”. Es una descripción de la situación de hace treinta años que, todo indica, no ha cambiado.

Al por mayor.  Pero tal vez el testimonio más impactante es el de la propuesta que le hicieron llegar al flamante ministro para que la Bonaerense tuviera “una plana mayor de primera”, que le permitiría tener “una gestión excelente”.

En la sobremesa de un asado gestionado por un puntero del PJ, Brunati escuchó a dos interlocutores que, en principio, le regalaron un perro adiestrado y una Ithaca “porque usted ahora va a necesitar seguridad”.

“Lo que nosotros le proponemos, ministro –le dijeron–, es continuar con el mismo esquema de ahora, pero con gente peronista, gente eficiente y de confianza”. Brunati quiso saber cómo sería ese esquema.

“Nosotros le propondríamos una plana mayor de primera. Gente absolutamente confiable, con la cual usted no va a tener ningún problema y podríamos garantizar una gestión excelente”.  Y con un plus: cientos de miles de dólares para él. Serían pagos mensuales a cambio de convalidar la plana mayor que le proponían. “No lo tome a mal. El dinero sería para el partido. Ustedes van a necesitar dinero para hacer política. Piénselo... usted sabe cómo ubicarnos”.   

“Mire, perro ya tengo, arma nunca usé y el dinero me va a atar las manos”, fue la respuesta de Brunati. Dos semanas después, dos hombres armados irrumpieron en la casa del entonces ministro, encañonaron a su mujer y se llevaron todo el dinero que había. Al día siguiente, la esposa de Brunati reconoció a los dos “asaltantes” en la comisaría...