ELOBSERVADOR
obsesion nacional y popular

Nada de poliamor: la sociedad argentina es fiel al dólar

¿Por qué interesa tanto lo que sucede con la cotización de la moneda estadounidense, aunque cobremos en pesos? Un estudio muestra las causas del uso del dólar como refugio ante momentos de crisis.

20181005_dolar_banco_cedoc_g.jpg
Dato. Nietzsche decía que mejor que refutar opiniones era poner en lugar de lo inverosímil algo más verosímil. Hoy lo inverosímil es la Argentina. ¿Lo verosímil? El dólar. | cedoc

La obsesión de los argentinos con los dólares no es nueva y puede ser rastreada a lo largo de la historia y en distintos gobiernos. Como en una especie de eterno retorno financiero, el dólar siempre vuelve a ser un tema, aunque adquiere nuevas formas en cada etapa. Sin ir más lejos, la crisis política de 2001 tuvo mucho que ver con el mercado de cambios, luego de una década de la ilusoria paridad cambiaria, con la confiscación y pesificación de los ahorros.

En 2015, cuando el kirchnerismo llegaba a su fin, el dólar había logrado colarse una vez más en el centro de los problemas con el famoso cepo, y una oposición que proclamaba necesario terminar con las restricciones a la compra de la codiciada divisa.

FMI. En 2018 nuestra obsesión por los dólares no podría ser más grande. El Gobierno dice que le faltan y sale a pedirlos al FMI. Se dispara el precio del dólar y el Gobierno sale a vender reservas (¿cómo? ¿no era que no tenía?). El Gobierno vende reservas para bajar el dólar y el dólar no baja (¡¿cómo?!). Renuncia un presidente del Banco Central, viene otro. Empieza a bajar el dólar y todos respiramos un poco más tranquilos. Pero no termina de bajar del todo. Un día el Banco Central interviene, otro día no, un día sube, otro día no. No se entiende nada y para colmo el Presidente dice que necesitamos que el FMI nos adelante los dólares de los dos años que vienen y que se lo va a solicitar (¡antes de hablarlo con el FMI!). Va a Washington, charla con el Fondo, se arreglan los nuevos términos, transmite confianza, asegura que no hay posibilidad de default, todo muy lindo y en ese momento renuncia (otra vez) el presidente del Banco Central.

Flotar en libertad y marearse. Nos dicen que ahora por pedido del Fondo el dólar va a flotar, va a ser libre. El Estado no va a meter mano. Si se quiere ir a $ 50, que se vaya. No, perdón, va a tener un límite. A más de 44 no se va a ir. Bueno, pero los instrumentos que tendrá el Gobierno para intervenir a partir de esa cifra son limitados. De nuevo, no se entiende nada y lo que está claro es que el dólar, aún después de estos mensajes que se supone iban a darnos mucha tranquilidad, volvió a subir y ya supera los $ 40.

Si tanto pensar en dólares nos está mareando debe ser que hay algo en el tema que excede lo puramente técnico y económico. Uno puede sentarse a la noche en su sillón, hacer zapping y escuchar todas las explicaciones. Pero lo que está claro es que el dólar es mucho más que un concepto financiero, es una variable sentimental de la opinión pública.

La danza de la (in)fortuna. ¿Qué es lo que ven los argentinos en esta danza errática del dólar? Nada menos que el futuro del país. Primero despejemos un prejuicio: el dólar preocupa a todos, no solo a las clases altas. No hace falta ir a una casa de cambios para disfrutar del vertiginoso estrés de seguir el cierre de los mercados. La tenencia de dólares no será para todos, pero el sufrimiento sí.

Ocho de cada diez argentinos dicen estar preocupados o muy preocupados por el tipo de cambio en una encuesta reciente realizada en Trespuntozero. Del total de encuestados, solo uno de cada diez compró dólares en el último mes. La mayoría de los que están preocupados, siguen el tema en los medios y lo conversan en su día a día no han tocado un dólar en, por lo menos, treinta días. ¿Por qué les importa tanto?

La misma encuesta indica que la primera preocupación de los argentinos respecto al incremento de valor del dólar es su impacto en los precios de los alimentos. Es sentido común: si aumenta el dólar, aumenta la carne, aumenta la leche, aumenta el pan. La segunda preocupación es la pérdida de poder adquisitivo del salario en general. O sea que tenemos a dos grandes grupos de “preocupones”: los que temen que el dólar se lleve puestas sus vacaciones y los que directamente temen pasar hambre. Estos preocupes se llaman clases media y baja. Comprobado: estamos todos preocupados.

Dólar desagrietado. Una preocupación bastante democrática, por cierto, que no muestra muchas diferencias entre votantes de Macri, de Scioli o de Massa. El sueño de unir a los argentinos tiene a su héroe, y es norteamericano. Aunque no es tan fácil. Si están pensando en dolarizar la economía, lo indagamos en esta encuesta y ocho de cada diez argentinos dice que no. Habrá que buscar otros métodos.

La fijación obsesiva con el dólar, el seguimiento constante que hacen del tema ciudadanos de todas las clases sociales, procedencias geográficas y simpatías políticas no resulta extraña cuando miramos más allá de lo que es en sí mismo el dólar (una divisa) y observamos lo que el dólar representa para la opinión pública: es el termómetro del país. El valor del dólar es una de las pocas informaciones confiables que tienen los argentinos respecto a cómo estamos realmente y cómo vamos a estar en el futuro. En un contexto de gran desconfianza hacia el Gobierno y a los políticos en general, en un momento donde no es creíble la palabra de ningún dirigente, pareciera ser que lo único que nos dice la verdad de cómo estamos es el numerito luminoso de las casas de cambio.

Predicciones. El dólar nos dice cómo está el país y las predi-cciones del dólar nos dice cómo va a estar. Para la mitad de nuestros encuestados el dólar va a estar entre los $ 40 y los 49 para fin de año. Estas son las expectativas de los argentinos después de los mensajes de convicción y calma de Macri.

La política tiene que mirar este fenómeno. La obsesión por los dólares nos dice mucho más que el desarrollo de un problema financiero y es algo muchísimo más grande que un tema mediático. El dólar no es el poliamor. Para el imaginario social, es el único elemento estable en una Argentina donde todo tambalea, donde las promesas de campaña se esfuman en las gestiones y en la que hasta el futuro cercano es un gran signo de interrogación.

La gran política respecto al dólar que tiene que implementar el Gobierno es cultural: ¿cómo hacer para que los argentinos dejemos de pensar en dólares? Nietzsche decía que mejor que refutar las opiniones era poner en lugar de lo inverosímil algo más verosímil. Hoy lo inverosímil es la Argentina. ¿Habrá algo más verosímil que el dólar, para poner en su lugar?

*Directora de Trespuntozero.