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Mercosur-Union Europea

¿Oportunidad o rendición?

Todo acuerdo de esta envergadura puede ser una gran oportunidad. Pero si solamente amplía el mercado, sin una política de desarrollo, es la victoria de los poderosos y ahí tenemos todas las de perder.

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Anuncio. Mauricio Macri volvió de la reunión del G20 en Japón con una noticia que puede cambiar el futuro del desarrollo del país. | AFP

El rediseño de la arquitectura comercial que pareciera insinuar el acuerdo alcanzado podría convertirse en una ventana de oportunidad para la recuperación de la plena vitalidad del Mercosur. O bien podría ser la puerta hacia su desaparición como proyecto político de desarrollo en pos de una legitimación de Sudamérica como el espacio del que se nutren los países desarrollados. Podría ser una vuelta a la división del trabajo, pero en el siglo XXI, de la mano de la llamada “primarización”, es decir la venta al exterior solo de nuestros recursos naturales.

Contexto. Estamos inmersos en un contexto internacional complejo e incierto, en el que el escenario comercial global refleja nuevas pujas y principios que se enfrentan. Ya no es solo comercio libre vs. comercio administrado, sino el insinuante retorno al proteccionismo; el uso de las herramientas comerciales como instrumento de poder; un alto cuestionamiento a las instituciones comerciales vigentes pero debilitadas, como la Organización Mundial del Comercio (OMC); y el predominio en la agenda de la amenazante guerra comercial entre los gigantes Estados Unidos y China. No es el mismo mundo en el que se creó el Mercosur, y eso, entre muchas otras cosas, explica su debilidad actual y el permanente cuestionamiento a su vigencia y necesidad.

Hoy hay nuevas configuraciones en la distribución del poder mundial, nuevas rutas comerciales y distintas presiones de actores globales diferentes a los Estados que están tomando un creciente protagonismo en todas las agendas.

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A nadie escapa que el Mercosur tiene que ser repensado y reactualizado y, de hecho, en la forma en que fue concebido no estaría siendo funcional al desarrollo de los países que lo integramos.

Mercado. El acuerdo con la UE abarca un mercado de bienes y servicios de 800 millones de consumidores y casi una cuarta parte del PBI mundial. Es decir, resulta en una ampliación que solo puede ser buena si estamos dispuestos a aprovechar esa ampliación en beneficio del trabajo argentino.

En ese sentido, la primera buena noticia es que Brasil y Argentina, en un momento en que nos cuesta tanto aunar políticas, hayamos logrado una coordinación de tal magnitud.

Este acuerdo estaba muy trabado, muchas veces más por la resistencia europea que por la nuestra. Pero también porque en la puja de intereses, el grande y poderoso que es la UE tenía más herramientas para defender su trabajo. Sudamérica sabe que su fortaleza son sus recursos naturales, pero también –y para eso siempre fue muy importante Brasil en la defensa– tiene trabajo que defender y, por lo tanto, la necesidad de que la ampliación de mercados se supedite a favorecer la colocación de bienes con más trabajo de sus países.

La dimensión política de la profundización de las relaciones con Europa es a todas luces un triunfo político que sirve a ambos bloques. No importa hoy cómo termine de plasmarse, uno y otro bloque necesitaban mostrar que están vivos y trabajando con resultados.  

Diferencias. Por los detalles conocidos hasta ahora –que son pocos y oficiales–, el acuerdo toma en consideración los diferentes niveles de desarrollo e integración, preserva las compras públicas como política de desarrollo, protege el medio ambiente y los derechos laborales, no supone una apertura inmediata, no implica apertura sin contención, y no cambia las reglas de juego en materia de propiedad intelectual. De modo tal que es presentado, especialmente por los gobiernos argentino y brasileño, como una gran victoria de una vertiente más pragmática sobre el área más proteccionista. Según lo que se conoce, para el Mercosur la desgravación arancelaria se extenderá, en promedio, por períodos de diez y hasta 15 años. Habrá que ver la letra chica. En todo caso, es la oportunidad para que los poderes legislativos, que tienen que aprobarlo, se involucren en la discusión y validen las fuerzas políticas de uno y otro lado del océano, demostrando que es un acuerdo que puede favorecer a los ciudadanos de ambos lados.

En ese sentido, aun cuando el incremento de exportaciones eventuales satisface una necesidad imperiosa que es el ingreso de dólares, la realidad es que si son solo provenientes de recursos naturales, cada vez habrá menos trabajo y en consecuencia menos desarrollo.

Trump. En el plano birregional, varios factores congeniaron para llegar a este momento. Sin ser exhaustivos, en primer lugar, el acuerdo se produjo porque parecería que todas las partes se benefician económicamente de las mejores condiciones de acceso a bienes, servicios e inversiones. Este quizás sea el punto que habrá que analizar con más detenimiento una vez conocidas las posiciones arancelarias y la política que los gobiernos sudamericanos llevarán adelante para asistir a los sectores que requieren dar un salto en competitividad a partir de los plazos acordados.

En segundo lugar, porque Europa se determinó a actuar contra el discurso antimultilateralista de Trump y contra el cimbronazo ocasionado con el Brexit. Las elecciones para el Parlamento Europeo, y el creciente voto de las fuerzas políticas antieuropeas, interpelan a la organización que necesita dar señales de vitalidad. Así también, las recientes elecciones en Europa y el hecho de  que muchos comisarios estén terminando sus mandatos, les dio el puntapié para aprovechar la oportunidad de dejar una marca.

Tercero, cabe destacar que esto les permitió a los europeos encontrar una forma de controlar la política anti-ambientalista de Bolsonaro, en cuyo gobierno triunfaron miembros como el viceministro de Comercio Exterior y Asuntos Internacionales, Marcos Troyho, que siempre defendieron el multilateralismo frente a aquellos que condenaban a las instituciones multilaterales por ser globalistas.

Oportunidades. Para el Mercosur, el acuerdo puede abrir la oportunidad de, al discutir el acuerdo,  discutirse a sí mismo su vigencia, su valor y la necesidad política de generar direcciones comunes que fortalezcan la posición de nuestros países.

Para la Argentina es la oportunidad de que se generen los debates que hacen falta. Fuerzas políticas y sectores involucrados (afectados y/o favorecidos) tendrán que debatir y acordar determinadas políticas comunes que ofrezcan oportunidades al trabajo argentino, que es lo que se trata de vender. Ahora bien, ampliar un mercado que no fortalezca el desarrollo de todos los argentinos no tiene valor político y es, quizás, una de las premisas que cuenta tanto para la reformulación del Mercosur como para el acuerdo con la UE.

De ahora en adelante, comprender la dinámica de los eventos que se desencadenarán a continuación será una condición necesaria para competir en un mercado estratégico, con un PBI per cápita de US$ 34 mil y más de 500 millones de habitantes.

Si el objetivo es solo ampliar, si no es acompañado por una política de desarrollo, lo único que hace un acuerdo comercial de libre comercio es habilitar la victoria de los poderosos, cualesquiera que ellos sean, sin sentido de defensa colectiva ni búsqueda de desarrollo equilibrado. Así, gana el más fuerte y, como países en desarrollo o subdesarrollado, tenemos todas las de perder.

Sin perjuicio de las distintas aristas que hacen a lo netamente comercial, lo cierto es que el resultado da cuenta de que cuando hay determinación política, el esfuerzo de diálogo, cooperación y coordinación aparece, y los resultados se obtienen.

Si creemos que este acuerdo revitaliza el posicionamiento argentino en el escenario internacional tenemos que saber que requiere permanencia, como un desafío ineludible para los próximos gobiernos.

Todo acuerdo de esta envergadura puede ser una gran oportunidad. Particularmente porque si la asumimos como tal, puede ser la chance que nos ayude a resolver problemas institucionales, políticos y económicos de larga data. Es un acuerdo que será muy valioso si es un instrumento utilizado inteligentemente para potenciar las oportunidades de desarrollo en el marco de un proyecto nacional y para consolidar un esquema productivo competitivo y al mismo tiempo centrado en crear trabajo para los argentinos.

*Politóloga. **Licenciada en Relaciones Internacionales. Escuela de Política y Gobierno de la UCA.