ELOBSERVADOR
Ernesto Sanz vs. Duran Barba

Pelea de fondo

Una nota del columnista de PERFIL desató la ira del radical: “Le hace mal al Gobierno”. Trasfondo de un duelo entre dos hombres claves de Macri. Modernidad vs. posmodernidad.

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Ernesto Sanz VS. Jaime Durán Barba. | Cedoc
Una columna de Jaime Duran Barba en este diario sobre encuestas y poder (http://www.perfil.com/columnistas/encuestas-y-poder.phtml), despertó la ira de Ernesto Sanz. El columnista de PERFIL y hombre clave en la construcción de “Macri presidente” explicó allí las diferencias entre los métodos científicos de análisis político y la “magia” o el mero instinto con que, según él, aún se mueven algunos dirigentes.

Aunque no lo mencionaba a él (y el lector desprevenido incluso podía suponer que su objetivo era el kirchnerismo), el radical al que más escucha el jefe de Estado se dio por aludido y le respondió en el programa de María Laura Santillán en FM Milenium: “El piensa que yo soy un político antiguo y que el radicalismo no existe, y yo pienso que él es un tipo que a veces le hace mal al Gobierno. En la nota de PERFIL él aparece como la ciencia y los políticos somos la magia, casi curanderos. Y muchas veces este gobierno, por seguir su ciencia, se ha equivocado”.

Duranbarbismo. Tanto Sanz como Duran Barba forman parte del entorno íntimo de Macri. Sanz desde hace mucho menos tiempo, pero su rol fue fundamental en el armado de Cambiemos. El debate entre ellos es el conflicto que subyace en esa fuerza entre dos miradas contrapuestas: la de un PRO que de la mano del duranbarbismo saltó en diez años a la Casa Rosada y la de aliados como Sanz o Elisa Carrió, que son exponentes típicos de la tradición política.

Más a fondo, representan el duelo entre la posmodernidad y la modernidad (modernidad líquida vs. modernidad sólida, diría Bauman). Es una lucha que Duran Barba dio consigo mismo hace muchos años, porque también él fue parte de la modernidad setentista, con sus grandes verdades y su relato ideológico cerrado.

Macri es el mayor exponente de la Argentina posmo, un liberal uso nostro, un poco peronista, un tanto radical, medio desarrollista. Un presidente de creencias místicas heterodoxas, católico light (promotor del matrimonio gay, practicante budista y filosofía new age) que hace que el Papa lo mire con recelo, aunque Bergoglio sepa que su verdadero adversario es el consultor detrás del trono.

Mauricio Macri representa un regreso a cierta posmodernidad, después de la hipermodernidad que significó la era K, con su mezcla de modernismo y posmodernismo, compromiso militante con hedonismo individualista, setentismo con Louis Vuitton.

Macri (reflejo de esa nueva mayoría social) manifiesta una búsqueda desesperada de retornar a algún tipo de fiesta, aunque no esté claro quién paga la luz. El ansia social de recuperar una dosis de frivolidad, con un presidente que baila, canta, con familia feliz y optimismo en el futuro, con el sueño del Primer Mundo. Tras doce años de hipermodernismo (¿etapa superior de la posmodernidad o cruel caricatura de lo moderno?), esa mayoría estaba tan necesitada de un relato liviano que era capaz de votar a Macri, a Scioli o a Massa, los tres exponentes, con sus matices, de este mismo clima de época.

Duran Barba no sólo cree que Sanz y el radicalismo son el pasado, también está convencido de que el peronismo y el resto de los partidos tradicionales lo son. El día que se anunció públicamente el acuerdo entre el PRO y la UCR no fue bueno para él, pero no porque tuviera algo personal con aquel partido, sino porque, cuando medía el impacto en sus encuestas, la intención de voto de Macri bajaba dos puntos. Es probable que, si fuera por él, Cambiemos no se hubiera formado.

Quienes lo critican en la interna sostienen que ése es un ejemplo de su error de hacer seguidismo de las encuestas, más allá de que en ese caso su candidato no lo haya escuchado. Quienes lo defienden aseguran que Macri hubiera ganado igual sin alianza alguna, gracias a la construcción de una imagen que captó los nuevos aires.

Duran Barba piensa que vivimos en la sociedad del espectáculo, un mundo líquido y cambiante en el que la tecnología permite conocer al instante los deseos ciudadanos. Se podría decir que, en sentido literal, el macrismo es el “gobierno de la gente”: “Dígame usted qué piensa e intentaremos hacerlo”.

Todo eso suena horrible para la racionalidad modernista de la política tradicional. Sanz lo dice así: “El político es el arquitecto de la sociedad, las encuestas no sirven para modelar a la sociedad. Si hubiera habido encuestas, San Martín no habría cruzado los Andes. El riesgo de hacer seguidismo de encuestas es que el Gobierno no cumpla con su rol de transformar, de llevar adelante un proyecto. El político es el que genera encuestas, no el que depende de ellas”.

‘The mission’. No se sabe si el radical lo dice sólo para responderle a Duran Barba o si es parte de su campaña personal “Educando a Mauricio”, un intento para que el Presidente entienda la lógica y las complejidades simbólicas de la conducción política.

Ernesto Sanz vs. Duran Barba no es una pelea de semifondo, es el nudo que atraviesa muchas decisiones profundas del Gobierno y el dilema de cuál es su mission, misión en el sentido anglosajón: cuál es el servicio profundo que vino a cumplir.

El ala modernista del Gobierno (radicales, peronistas, intelectuales de la vieja guardia) pide la construcción de un relato, explicitar para adentro y para afuera esa mission, sin entender que quizá la posmodernidad se siente, no se relata. Y si se esforzaran por construir ese relato (lo están intentando ahora puertas adentro), es probable que careciera de la épica de los relatos anteriores.

En la superficie, el líder radical también refleja los reclamos de un partido que se queja por no ser consultado y al que luego se obliga a apoyar medidas con las que no siempre coincide. Sus opiniones son el anticipo de las tensiones que aparecerán en los próximos meses, cuando se negocie el armado de las listas electorales.

La cuestión es que Macri, el hombre al que le reclaman equidistancia, no está en el medio de ambos bandos. El no sólo es lo que es. Con encuestas o sin ellas, los presidentes son las representaciones de los intereses de mayorías circunstanciales. Y la que hoy representa Macri está más cerca de Gilda y Ravi Shankar que de Yirigoyen y Perón.