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ANIVERSARIO

Pepe y su primo Roberto, una amistad entrañable a lo largo de toda una vida

Hoy se cumplen tres años de la muerte de Pepe Eliaschev, cuya trayectoria fue homenajeada el jueves con un Konex de Oro de Comunicación y Periodismo. Aquí, el recuerdo de su primo Roberto, amigo desde la niñez.

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A TRAVES DE LOS AÑOS. Pepe y Roberto, juntos a lo largo de la vida: en 1954. | Cedoc.
La primera página del libro Me lo tenía merecido. Una memoria (Pepe Eliaschev, Sudamericana, 2009) comienza con un viaje de Pepe desde Palermo al barrio de Caballito, a casa de su primo José Roberto.

A 362 días de que naciera José Eliaschev (Pepe), nací yo, su primo hermano, también llamado José Eliaschev. La razón de esta insól ita coincidencia es una tradición judía. Nuestro abuelo paterno, el primer José Eliaschev, murió muy joven, y en su honor todos los primeros hijos de sus hijos debían llamarse José.

Nos acostumbramos a responder a coro cada vez que llamaban a José. La única forma de diferenciarnos era llamarnos agregando el segundo nombre, José Ricardo (Pepe), José Roberto, yo. A los 12 años decidí usar sólo mi segundo nombre para evitar más equívocos y pasé a ser Roberto, luego al otro José la vida lo convertiría en Pepe.

Desde siempre, nuestras vidas fueron más parecidas a la de los hermanos mellizos. El era algo tímido y muy inteligente; de más grande, curioso y discutidor. Desde muy chicos, lo único que queríamos era jugar, estar juntos.

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Familia. Esa devoción del uno por el otro tuvo que ver también con la vida familiar. Natalio, el padre de Pepe, el mayor de los hermanos, debió trabajar desde muy joven para ayudar a mantener a la familia. Y por decisión propia o acuerdo familiar, él tiene que pagar los estudios de su hermano menor, Isaac, mi padre, hasta que se recibe de contador público. Entonces, fundan una empresa, Creaciones Textiles SRL, que se dedicaba al diseño y estampado de seda natural. Además de hermanos, eran socios, y estaban juntos todo el tiempo. Nosotros también, los fines de semana siempre estábamos juntos. También muchos domingos íbamos con nuestros padres a las plateas del estadio de Racing; heredamos ese fervor, éramos hinchas furibundos.

En nuestra juventud militamos, estudiamos Filosofía y teníamos una avidez por saber lo que pasaba en el mundo en tiempo real. Es algo así como estudiar Historia en tiempo presente. Saber “esto que pasa” (como su programa de radio). Y Pepe se convirtió en un gran protagonista de parte de esa historia.

Las cosas empiezan a cambiar al llegar la adolescencia. Pepe ingresa al Nacional de Buenos Aires, yo a distintos colegios secundarios de la zona de Caballito. Pero muy pronto nos une la militancia política. Los dos entramos al grupo Praxis, dirigido por Silvio Frondizi. Durante los años del colegio, Pepe comienza a hacer periodismo. Camino que sigue no bien terminada la secundaria. Pero en esos años también nos apasiona el descubrimiento del psicoanálisis.

Yo ingreso a Psicología (Filosofía y Letras, UBA). Allí descubro a Saúl Karz, que dictaba Introducción a la Filosofía. Compartimos ese entusiasmo con Pepe yendo a estudiar a los grupos que él y Santiago Kovadloff coordinaban. Informados. Desde muy temprano se despierta en ambos una pasión por estar informados, consumíamos con voracidad las noticias, leíamos todos los diarios, todas las revistas, al punto de esperar a la una de la mañana en la esquina de Rivadavia y Río de Janeiro, donde estaba la planta impresora del diario El Mundo, a que saliera la primera edición; nos regocijaba ser los primeros en leerla.

A los dos nos gustaba escribir. Pero entonces comienzan a diferenciarse las vocaciones. En Pepe es definitiva su inclinación por el periodismo, en el que se destacará aquí y en el exterior. Desde el principio, demostró su versatilidad. Recuerdo que comenzó a hacer periodismo en 1964 y que tuvo su primer programa en Radio Municipal en 1967: ¿Y vos quién sos? se llamaba. En mí no estaba tan claro, pero finalmente me incliné por la publicidad. Dos caras de la misma moneda, habitamos la palabra.

Además de coincidir en algunas obsesiones –siguiendo la tradición de nuestros padres–, compartíamos algunas posesiones. A los 20 años alquilamos juntos un departamento: nuestro primer bulín. Sin embargo, la vida nos separó físicamente, durante muchos años vivimos en el exterior y no coincidíamos.

Cuando Pepe se fue yo me quedé, cuando él regresó me fui yo. Así durante casi treinta años. Sólo tuvimos reencuentros esporádicos. En resumen, compartimos la niñez, la adolescencia y parte de nuestra juventud. Luego de un largo paréntesis, ya sesentones, nos reencontramos otra vez viviendo ambos en Buenos Aires. Siempre tuvimos una conversación ininterrumpida, como si nos hubiéramos visto ayer.

Fuimos hermanos, amigos, compañeros, camaradas, compinches.

Muchos dicen que nos parecíamos físicamente, yo creo que no, pero había algo que nos identificaba. Tengo una anécdota que me convenció. Me subí a un taxi y me puse a conversar con el chofer, obviamente él miraba al frente y me escuchaba. De repente me dice, usted es Pepe Eliaschev; le respondo que no y él me dice que no le mienta, que él me escucha todos los días por radio y es la misma voz y la misma manera de hablar.

Estuve con Pepe seguramente el día en que nació, también estuve con él la tarde anterior al día que murió. Compartimos una amistad entrañable la vida entera. A Pepe lo extraño.

Hago mía una frase de Toquinho hablando de su amigo Vinicius de Moraes: "No vivo del recuerdo. El recuerdo vive en mí". Hay una parte de José Eliaschev que ya no está.

Hoy hace tres años.