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A proposito del mundial

“Seño: ¿se toma el gol de Messi en la prueba?”

La Copa del Mundo, pero no solo ella, plantea a las escuelas el dilema de si es bueno “perder” horas de clase con otras actividades, como actos escolares o salidas pedagógicas.

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Debate. Cada ministerio provincial decide cómo manejar si se ven o no los partidos en las escuelas. Para el autor, la clave está en la búsqueda de sentido al verlos. | cedoc

Ocurre cada cuatro años. Si bien la cercanía de un mundial de fútbol hace suponer que se enciende una alarma invisible en las escuelas, no es exactamente así: ellas saben muy bien qué y cómo hacer en los mundiales. La preocupación, se enciende en quienes reproducen la dinámica del debate de siempre: por un lado, suponer que el tiempo dentro de la escuela es demasiado valioso como para perderlo mirando un partido de fútbol, y por el otro, entender el evento como una magnífica oportunidad de aprender cosas nuevas de un modo distinto. La sensación es que en ambos casos se desperdicia un buen momento para mirar el asunto por el costado, y preguntar qué contenido tan importante se pierde en un par de horas de clase. Tal vez porque, como decían nuestros abuelos, no hay preguntas incómodas: lo incómodo son las respuestas.

El partido no va en el examen. En principio, hay una coincidencia en una parte de quienes transitan el sistema educativo: hay un cambio muy acelerado en los modos y las costumbres.

“Las escuelas se volcaron demasiado a los lugares políticamente correctos, se busca volverlas una zona de confort para los chicos, en lugar de desafiarles el intelecto. Pasa lo mismo en estos casos: se busca meter el Mundial a la fuerza, como si los chicos no lo metieran por sí solos, como meten todo el afuera adentro del aula, y es lógico que lo hagan”, dice la directora de un secundario con más de 25 años en el sistema.

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“Quizá deban preguntarse cómo puede un cuadernillo redactado por un académico en una oficina resolver, por ejemplo, el problema del desinterés crónico mejor que un docente que los conoce de primera mano y los trata a diario”, agrega.

Si bien este año no hubo demasiada producción al respecto, sí es una constante del sistema educativo el diseño de “material didáctico” para aprovechar el momento. No solo con los mundiales. En los últimos años, casi todos los temas de impacto social, de cualquier índole, fueron propuestos para ser tratados en las escuelas.

“Es una simulación, como casi todo lo que hacen. La idea de que se puede usar el Mundial como contenido pedagógico es la misma que supone a la pedagogía una charla de café con amigos. No es mala intención, lo malo es que en ese ‘como si’ todos se sienten cómodos y nadie cuestiona nada”, contesta un asesor pedagógico con tres escuelas en sus horarios laborales, que pide reserva por una cuestión que no considera menor: “Es un momento difícil para proponer un debate más allá de las intenciones político-partidarias del momento, sin encasillar a quien lo propone. Es otra de las cosas que las escuelas están dejando de lado a la hora de enseñar”.

Provincias. El Ministerio de Educación hizo lo suyo: dejó librada a cada provincia la decisión de ver o no los partidos adentro de las aulas, pero a su vez publicó un cuadernillo llamado “Los medios y la Copa Mundial Rusia 2018”. Tiene una virtud que no es habitual en las producciones del sistema: supo enfocarse en una cuestión específica. Los medios de comunicación son la obsesión de los últimos veinte años, pero al menos ahora supieron qué hacer.

La dificultad, también muy propia del mismo sistema, es la escasa seriedad con que se toma a sí mismo, y casi no hubo difusión del material en las escuelas.

La Ciudad de Buenos Aires, a tono, dio una respuesta parecida: “No hay ninguna directiva bajada al respecto. Cada escuela decide en qué marco se da la situación y cómo la aprovecha pedagógicamente. Entendemos que todas las escuelas lo miran y vamos a respetar a las autoridades de cada una, es su decisión a tomar”.

Si bien, mal mirado, puede parecer una manera elegante de desentenderse del asunto, bien mirado es alentador: no deja de ser un reconocimiento de la existencia de una realidad cotidiana del adentro de las escuelas, más allá de las declamaciones. Por algo se empieza.

La pelota no se escolariza. Es en este punto donde el debate colisiona consigo mismo: en la idea de “escolaridad”. “Usaron y usan tanto el término que no solo perdió su significado, en verdad da la sensación de que nunca lo tuvo”, dice el mismo asesor pedagógico.

“Hay una bajada a la sociedad sobre los 180 días de clase como un mantra sagrado, pero nadie pregunta qué pasa adentro de las escuelas en esos 180 días. La idea es que el chico debe estar ahí sin importar para qué. Decir que mirar el Mundial es una pérdida de tiempo es suponer que ese mismo tiempo no se pierde en otros momentos”, agrega.

La mención se fundamenta en los números. A lo largo de un ciclo lectivo, los actos escolares les quitan a las horas de clase alrededor de una semana. Con lo cual, es cierto, la cuenta debería dar 175 días. Pero también hay suspensión de clases por reuniones docentes y algunas otras cuestiones, todas incluidas en el calendario escolar. Primera evidencia: la idea de “escolaridad” entonces no sería la misma que la idea de “dar contenidos educativos”. Mientras se cumpla ese calendario, que incluye, dentro de los 180 días, la pérdida de varios de ellos por situaciones externas al aula, resultará difícil congeniar una idea con la otra. “No está mal en sí mismo hacer actos; al contrario, tienen que ver con la historia que nos trajo hasta acá y es parte importante del aprendizaje. Pero una cosa es eso, y otra cosa es cómo se los hace y en qué terminan”.

 ¿Cuál es, entonces, el sentido de la discusión? Nadie sabe responder muy bien a eso. Groucho Marx: nadie sabe muy bien qué decir, pero todos se sienten obligados a decir algo. El Mundial es un evento que excede casi todo, y hay al menos una intención de reconocerlo. “Si se me ocurriera la pavada de decirles que no pueden ir a la sala de video a ver los partidos, los mirarían en el celular durante la clase”, dice la directora del secundario. Pero al mismo tiempo, en ese esfuerzo por sostenerse y darse sentido a sí mismo aferrándose a una idea, tal vez muy estructurada, de “escolaridad”, necesitan incluirlo en un marco pedagógico, algo que no siempre resulta bien.

“El proceso de aprendizaje no pasa ni por una clase de una materia ni por un evento extraordinario, sino que es algo que ocurre a través de los años, y en ese tránsito es donde están los verdaderos problemas. No se puede pensar cada cuatro años el Mundial como una excusa pedagógica, tuviste cuatro años antes para eso”, concluye el licenciado en Ciencias de la Educación ante la consulta.

En ese camino, también, el Mundial está, y se mira. Y se habla de él, y se conversa en las clases. Mientras el debate sobre las supuestas ventajas y desventajas ocurre, las escuelas saben llevar el asunto, con aciertos y errores. Como todo. Hay quienes saben aprovecharlo y quienes no saben qué hacer, y entonces no hacen nada.

En cualquier caso, queda una percepción: mientras el sistema no se pregunte a sí mismo por qué es tan importante una hora de clase más o menos, cualquier discusión sobre un partido de fútbol será más de lo mismo. Al fin, podría encontrarse el sentido de discutirlo.

*Periodista, escritor y docente en nivel secundario.