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Suspense atómico

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Lo voy a confesar aquí públicamente: los estantes de mi primera biblioteca se fueron llenando con volúmenes que le robé a mi padre. Cuando él se marchó al exilio en 1975, nos dejó en consignación forzada todos sus libros. Yo los husmeaba con curiosidad de lector incipiente y apartaba los que empezaba a leer o aquellos que por alguna razón me llamaban la atención.
Uno de esos libros todavía asoma en mi biblioteca. Desde sus tapas duras, enteladas en un negro fúnebre, sobresalen las letras doradas del título: Suspense atómico de Enrique Ruiz García (Ediciones Cid, España, 1960). ¿Por qué me quedé con él? Hoy no logro explicármelo con certeza. Quizás porque todas sus páginas están subrayadas y con largos párrafos marcados, que era una forma de espiar su método de trabajo. Tal vez por el añejo folleto “turístico” sobre Hiroshima que abandonó dentro del ejemplar y al que le faltan algunas fotos que –descubrí después– había recortado para ilustrar parte de la crónica que publicó en Primera Plana en julio de 1964. Pero la razón de más peso quizás tenga que ver con las trampas del inconsciente: ese libro me remitía a otro que descubrí a hurtadillas una tarde en su biblioteca –yo no tendría más de 6 o 7 años– lleno de fotografías en blanco y negro por cuyas páginas desfilaban seres deformes y mutilados, con pedazos de piel que parecían trozos de tela cosidos a sus cuerpos. Aquellas imágenes de los sobrevivientes de la bomba atómica –que entonces no comprendía– me causaron tal impacto que no sé cuánto tiempo pasó hasta que dejaron de invadir mis pesadillas. Pocas veces hablé con mi padre de su viaje a Hiroshima y Nagasaki. Una tarde, en sus últimos meses de vida, vimos juntos Hiroshima, mon amour (1959), dirigida por Alain Resnais. Al contrario de lo que solía hacer siempre, no se adelantó a las escenas con algún comentario. Respeté la intensidad de su silencio. Entendí que algo insoportable le revolvía los recuerdos. Comprendí que nadie puede volver a ser la misma persona después de haberse asomado a las tinieblas del apocalipsis.

 

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*Periodista. Hijo de Tomás Eloy Martínez y presidente de la fundación que lleva su nombre.