ELOBSERVADOR
200 años de Karl Marx

Un dilema: lucha de clases o pacto social

Los comunistas mostraron eficacia para organizar a las bases.

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Rucci. Símbolo de un sindicalismo que se reivindicó como peronista. | cedoc perfil

Las ideas de Karl Marx cobraron múltiples sentidos en los campos político, intelectual y cultural de la Argentina a lo largo de casi un siglo y medio. Pero ellas también lo hicieron en y con la clase trabajadora. De hecho, coadyuvaron a la constitución del movimiento obrero desde las últimas décadas del siglo XIX.
Este actor fue adquiriendo sus formas embrionarias con la consolidación de un capitalismo de peculiares rasgos. Marx les sirvió de inspiración para pensarlo a los intelectuales y cuadros que pusieron en pie un movimiento proletario y socialista en el medio local, de impronta inmigratoria. La crítica de la economía política burguesa y la necesidad de una alternativa obrera autónoma en el cambiante escenario nacional iluminaron la reflexión de Raymond Wilmart, de Germán Avé-Lallemant, de aquellos trabajadores alemanes del Vorwärts, y a los que lanzaron la edición de El Obrero en 1890. Para ellos Marx traía el programa de la insurgencia proletaria de la Comuna de París, pero también era la representación de las posibilidades de un naciente socialismo científico.
Para fundamentar la causa de la explotación, fue la teoría del valor y de la plusvalía en donde se encontró sustento. No era extraño hallar retratos de Marx en aquellas primeras sociedades de resistencia y sindicatos. 1890 fue un hito: se comenzó a conmemorar el 1° de Mayo y se constituyó una federación de distintos gremios, mejor asegurada con la creación, en 1901, de la FOA-FORA. Pero la hegemonía pasó a manos de quienes se reconocían en Bakunin y otros teóricos del anarquismo. Es cierto que Juan B. Justo (traductor del primer tomo de El Capital) y otros fundaron el periódico La Vanguardia y constituyeron un Partido Socialista que alcanzó creciente gravitación en el campo político y cultural. Pero el PS, por su propio perfil programático reformista, tuvo dificultad para organizar a los obreros en el momento de la lucha y la instancia gremial. Los anarquistas, con su acción directa, fueron quienes lideraron las huelgas generales, enfrentadas con la policía y la Ley de Residencia. Las imágenes de Marx, en tanto, se esparcían por bibliotecas obreras, cooperativas de trabajadores y locales del PS: servían para fundamentar la necesidad de un partido obrero, en colisión con los planteos ácratas.
Tras la derrota de las huelgas del Centenario de 1910, el declive anarquista pudo reposicionar solo parciamente al PS. Su interacción con el mundo obrero siguió siendo dificultoso. Ya había entrado en escena el sindicalismo revolucionario. Antes que como un teórico y un político, Marx fue recuperado desde esa corriente como pensador de una clase obrera autónoma y clasista. Los sindicalistas consideraban a los gremios como única forma válida de organización y cuestionaban la intervención política. En sus primeros años propiciaron una línea confrontacionista, pero desde 1916 la situación cambió. La UCR llegó al poder y ensayó un intento de acercamiento a algunos sindicatos, que ahora se distanciaban de los objetivos finalistas del marxismo. Los sindicalistas mutaron en pragmáticos negociadores y se fortalecieron desde el IX° Congreso de la FORA, una central más extendida. Pero cuando arreció la lucha, y el gobierno de Yrigoyen se vio inmerso en escenas de brutal represión policial-militar (como en la “Semana Trágica” de enero de 1919 y en Santa Cruz en 1921), la silueta de Marx cobró vida en el conflicto bajo un perfil “maximalista”. Para ello fue clave el impacto que produjo el triunfo de la Revolución Rusa. De esa estela surgió el Partido Comunista, el cual, desde los años veinte, quiso presentarse como el auténtico representante del marxismo entre los trabajadores.
La gran industria y la sustitución de importaciones multiplicó a la clase obrera. Dentro de ese proletariado, mayoritariamente desorganizado y con situación laboral precaria, los comunistas mostraron eficacia para montar federaciones por rama controladas por sus cuadros y con un perfil combativo. Allí reaparecieron los retratos de Marx, ahora coloreados por la ideología del orden soviético. Durante la “década infame”, la CGT, fundada en 1930, se convirtió en una organización de masas. Una década y media después alcanzó casi medio millón de afiliados, con una dirección en manos de militantes del PS, del PC y provenientes del antiguo sindicalismo.
Pero en 1945 la historia dio un vuelco. Perón canalizó enormes demandas de los trabajadores y propició la sindicalización masiva. La clase obrera cambió su identidad política. Junto a los beneficios materiales, los costos de la experiencia fueron perceptibles en cuanto a la autonomía del movimiento obrero y sus niveles de supeditación al Estado. Una estructura burocrática bloqueó la acción independiente de los trabajadores, mientras la ideología del pacto social evaporaba las concepciones socialistas y anticapitalistas de Marx.
Las ideas de Marx comenzaron a navegar a contracorriente en el movimiento obrero. Fueron rechazadas in toto por el sindicalismo peronista, que aún hoy encuentra en la doctrina social de la Iglesia sus principios para el ideal de la armonía social justicialista. No obstante, los planteos acerca de la contradicción insuperable entre trabajadores y capitalistas, de la lucha de clases como motor del cambio social y de la autoemancipación de la clase obrera nunca dejaron de poseer cierta incidencia, aunque más no sea en expresiones localizadas. Cobraron cuerpo en un activismo izquierdista a nivel de los cuerpos de delegados, siempre perseguido desde el sector empresarial y el Estado. Todo esto tuvo momentos de auge con el “clasismo” surgido en el contexto del Cordobazo, pero reapareció en distintos momentos desde el regreso de la democracia. Ese sindicalismo combativo, de base, antiburocrático y clasista encuentra su punto de referencia en las prácticas de aquel olvidado viejo movimiento obrero argentino y en los planteos del socialismo marxista.

*Historiador. Docente e investigador (UBA-Conicet).

 

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