Con su primer cuarto de siglo sobre los hombros, a la chica de Arequito le llegó el momento de
barajar y dar de nuevo.
En honor a una década de carrera ininterrumpida y a su noveno disco,
Diez años de Soledad, la cantante se presenta el sábado 7
y domingo 8 de octubre en el Gran Rex. A los pocos días, el 12, cumplirá 26 años.
—¿Por qué promociona su show como “despedida de mi
último CD”?
—Voy cerrando etapas para no repetirme. Este disco salió en agosto del año pasado y
desde entonces estoy haciendo giras con el mismo show, y seguiré hasta febrero-marzo del próximo.
También tiene que ver con que el 2007 me lo tomo para mí. Creo que me lo merezco porque vengo
laburando desde hace 10 años, y quiero repensar la segunda etapa de mi carrera. Equivocarme ahora
no es lo mismo que a los 15. Quiero tomarme el tiempo que nunca me tomé para escribir mis propias
canciones, poder pensar la producción del próximo disco y mirar hacia el exterior, algo que siempre
dejé relegado. Todo lo que viví fue genial y a la Argentina no puedo pedirle más: yo tuve éxito
acá, no es que me fue bien afuera y después tuve que revalidarme.
En abril se convertirá en Pastorutti de Audoglio, cuando se case con Jeremías, su novio, ex
compañero de escuela e integrante de Ecos de la Posta, la productora de Soledad que también ocupa a
su papá y a su manager Gonzalo Zambonini. “Con Jere terminamos juntos el nocturno en
Arequito, después se fue a Rosario a estudiar Marketing y yo a Buenos Aires por mi carrera, pero
nos dimos cuenta de que no queríamos separarnos. Hace 4 años que trabaja conmigo como productor,
vive a una cuadra de mi casa y todas las noches cenamos juntos con mi hermana Natalia y mis
viejos”, cuenta la estrella de Sony que lleva vendidos dos millones de álbumes y ganados 26
discos de Platino.
—
¿Ecos de la Posta sólo produce sus shows?
—Hasta no hace mucho había sido así, pero ahora también trabajamos con el folclorista
Mauro Guiretti y Lucas Boschiero, un chico que salió de Operación Triunfo.
—En estos 10 años se diversificó. Aun así, ¿sigue
sintiéndose parte del folclore?
—Soy una artista popular, con más pertenencia al mundo del folclore, aunque mi éxito o
mi versatilidad generaron que pudiera salir de ese circuito. Los rockeros me invitan a compartir el
escenario, recién me encontré con Franco De Vita y me invitó a su show. A mí me molesta quedarme
encerrada en un solo lugar, me gusta la balada, me gusta todo, no digo que voy a hacer hip hop en
medio de un recital de folclore pero sí que se puede aggiornar. Nunca dejé de revolear el poncho,
pero no es lo único que quiero hacer. Fue muy bueno lo que pasó a partir del ’96 y del
’97, cuando el folclore se hizo popular.
—¿Qué lugar artístico sigue ocupando su hermana
Natalia?
—Natalia sigue cantando en todos mis recitales. Siempre la presento como una invitada
especial pero es más que eso, es parte del espectáculo. Ella nunca estuvo a mi sombra, es el lugar
que eligió. Además de cantar, produce y está con el micrófono atrás dándome órdenes. No sé si sin
ella yo podría seguir. Pero si recibiera una propuesta como para hacer un disco aparte, lo haría.
—Hablemos de los aportes de sus distintos productores.
Emilio Estefan, primero.
—Le aportó a Soledad la posibilidad de hacer un camino a nivel internacional.
—Alejandro Lerner.
—Frescura. El tren del cielo era el tema que estaba necesitando, que volvió a llevarme
a las radios. El tiene muy claro qué puede pegar y me incitó a escribir mis propias canciones.
—Afo verde.
—Me da mucha seguridad, lo consulto por cualquier cosa, porque tiene muy claro qué
quiere que sea Soledad. Me ordena, es el tipo que todo artista quisiera tener al lado siempre.
—¿Le bajaron línea sobre su imagen?
—A mí no me hizo Sony, ya llegué hecha y estaba bastante sola con lo del vestuario. En
ese aspecto la compañía me fue sugiriendo cosas, peluquería, maquillaje. Aníbal Pachano (director
coreográfico de
La edad del sol, la película de Soledad) fue el que más me
aconsejó, me llevó a lo de Alberto Sanders que sigue peinándome. De los 15 a los 25 años son muchas
las cosas que tenés para aprender. Pero nunca pude vender una imagen sexy, no lo soy ni me siento.
—En su carrera pasó por momentos de furor y de bajón. ¿La
deprimen?
—Cuando al éxito inicial le siguió la meseta, un poco me asusté pero yo sabía que se
iba a terminar esa locura. Ahí me di cuenta de que quería seguir con esto y me puse a pensar qué
tenía que cambiar para no ser un boom del momento. Ya decidí que voy a ser cantante durante todo el
resto de mi vida.
Una chica que va por más. No sólo de música vive la mujer.
El año pasado, Soledad cursó el primer año de Ciencias Políticas en la Universidad de El Salvador.
—¿Por qué decidió cursar esa carrera?
—Sentía que me empezaba a quedar sin palabras, era como un casete que repetía siempre
lo mismo, y especialmente lo sentí cuando empecé a escribir mis propias canciones, en fin, me di
cuenta de que me faltaba material. Leo libros, pero reconozco que me gusta más hablar que leer, soy
más sociable que de encerrarme. Así que me puse a estudiar y me hizo muy bien ese cambio de
rutina”, admite.
Entre las anécdotas vividas, cuenta: “Con el profesor de Historia pasábamos una hoja
con los presentes y él creía que mi nombre era una joda de algún estudiante. Hasta que un día pasó
lista y yo levanté la mano (se ríe). No es tan positivo ser conocido, pesa, tenés que estudiar más.
La verdad es que me costó, estaba fuera de ritmo. Y quiero retomar más adelante”.
Además de la universidad, Soledad arremete otra vez con la sinceridad de sus deseos:
—Hizo una película (“La edad del sol”) y una
telenovela (“Rincón de luz”). ¿Le interesa realmente la actuación?
—El camino de actriz me recontramil seduce, pero hoy por hoy no es el momento. Canto
estudié, desde los 8 años subo al escenario, la tengo muy clara. Ya la tele me cuesta más. Cuando
lo hice, fue parte del boom, no sabía decir que no, no sabía cómo manejarlo, me ofrecían cualquier
cosa, lo que te imagines. Hasta a mi representante le explotó la bomba en la mano, pero con el
tiempo aprendimos algo. Quiero cuidar el respeto que me gané, no se puede ir coqueteando por todos
lados.