Pero esto no fue todo. Celeste Cid, Mariano Martínez, Marcela Kloosterboer, Eugenia Tobal y muchos más, pasaron por allí. Hasta Florencia Kirchner hizo una visita de incógnito al desfile de Prüne. Así, el BAF que supo ser un evento transgresor y creativo, se transformó en vidriera del paupérrimo jet set local.
¿Y la moda? Bien, gracias. Colas interminables y tediosas para presenciar desfiles que duran cinco minutos. Espacios infinitos entre la muestra de un diseñador y otro. Horarios que no se cumplen y personal de seguridad con cara de pocos amigos custodiando el pasaje a las pasarelas.
Lo mejor: la puesta general del evento, con stands de impecable diseño y enormes proporciones.
En cuanto a las colecciones, el BAF hereda de Estilo Alcorta la mezcla de marcas masivas y diseñadores cool. Pero justamente ellos, los que supieron abrir camino para el crecimiento de la moda en Argentina, parecen estancados en otra década. Algunos se resisten a abandonar la estética post-dictadura y siguen aferrados al mérito de hacer moda con los desechos de una sociedad empobrecida. Nunca dieron el salto a las “grandes ligas” ni aceptaron que el glamour es parte de la ecuación fashion.
Y uno se pregunta: ¿por qué si las grandes marcas invierten fortunas en sponsorear el BAF, no aportan fondos a los diseñadores para que sus colecciones tengan más que diez vestidos? Lo bueno, por ejemplo, Mariano Toledo, sigue siendo breve, demasiado breve.
Por eso, también en materia de moda, lo mejor de la semana fashion sucede debajo de las pasarelas, donde cientos de estudiantes de las carreras de diseño pueblan las gradas lookeados con “outfits” de su propia invención. Es un placer verlos, detenerse en sus detalles de estilo y comprobar que la moda argentina, todavía tiene muchos capítulos por contar.
* Editora de Costumbres, Revista NOTICIAS