ESPECTACULOS
Luc Besson

“Cuando sos rebaño, te morís”

El director francés estrena el próximo jueves Valerian y la ciudad de los mil planetas. En diálogo con PERFIL, asegura que Hollywood siempre buscó hacer dinero pero en lo últimos años renunció a hacer películas con alma.

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El director francés estrena el próximo jueves Valerian y la ciudad de los mil planetas. | cedoc

La nueva película del francés Luc Besson se llama Valerian y la ciudad de los mil planetas y se estrena el próximo jueves. Es una nueva estación en la fascinación de Luc Besson con productos mainstream que puedan pararse de manos frente a Hollywood y frente a cierta medianía de los géneros (¿qué otra cosa son Nikita, El perfecto asesino y otros productos con su firma?). Ahora le toca nuevamente, después de El quinto elemento, aquí en estado puro de imaginación. Una película a la que Besson le puso el cuerpo (no por nada llegó hasta Buenos Aires para promocionarla durante el pasado Argentina Comic Con) y que ha sufrido desde su reciente estreno en algunos países del mundo a la hora de la venta de entradas. Aun así, es un film que deja en claro la diferencia con que Besson siente el cine. Algo que queda muy claro cuando se habla mano a mano con él.

—¿Qué significa esta película para vos? Has hablado de que era algo muy esperado, por lo que trabajaste mucho, y que costó mucho, más allá de los 180 millones de euros de valor. ¿Cómo se hace una película gigante que no se parezca a las fórmulas del cine gigante que funciona en las pantallas ahora?

—Creo que en algún momento, de alguna forma, me convertí en un artista. Me cuesta decirlo, pero siento que quiero defender… ¿cómo ponerlo en palabras?... La causa. Eso es. La causa.

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—¿Cuál sería la causa?

—La causa es la creatividad. La creatividad que se anima a cosas nuevas. La que quiere abrir puertas. La que quiere abrir mentes, incluso para ser rechazada. Cuando las cosas se vuelven tan organizadas, tan metódicas, da la sensación de que no somos otra cosa que rebaño. Cuando sos rebaño, te morís.

—Entonces con este modelo de cine, con tanques basados en franquicias y donde la secuela siempre aparece, ¿nos estamos convirtiendo en un rebaño a la hora de ir al cine?

—Sí, sobre todo si tenés en cuenta los últimos 15 años y lo que han hecho todos los estudios norteamericanos. Cuando empecé, hace treinta años, había mucha gente creativa en los estudios. Ahora han sido reemplazados por contadores, abogados y otro tipo de CEOs (siempre los hubo, pero ahora fueron reemplazados por gente preocupada casi de manera blindada por el dinero, como si Hollywood no se hubiera preocupado antes por obtener ganancias).

—¿Cómo creés que eso afecta tu manera de hacer cine?

—Me pone triste, porque la creatividad y el negocio trabajando juntos y entendiéndose, incluso a las piñas, era una constante de determinado tipo de cine. A veces uno ganaba, otras el otro lograba filtrar ideas y formas nuevas. ¿Dónde estaba el límite? Ahí, en ese tira y afloje. Te lo marcaban en la arena. Esta es la línea a no cruzar. Y lo empujabas. O lo borrabas. Hacías todo lo que podías, que pocas veces era todo lo que querías, pero aun así... Ahora tenés que explicarle a alguien que sólo hace números por qué necesitás una grúa para determinada toma. “¿Realmente necesitas una grúa?” Sí, hijo de puta, realmente la necesito. El verdadero calibre, el perfecto punto de encuentro, es cuando arte y negocio trabajan juntos.

—Pero si la forma de tu cine siempre implicó una gran producción y costo, ¿qué creés que se perdió en este nuevo modelo del que hablás?

—En el Renacimiento ya se trabajaba con mecenazgo, con patrocinios, y era algo importante poder pagar para estar involucrado en el arte. Perdimos eso en nombre del negocio. La historia del cine es un ejemplo: nadie quería Star Wars, Lucas tuvo que pelear ya que realmente nadie quería filmarla. Y es la película más exitosa de la historia. Incluso se convirtió en modelo del cine que hoy manda. Cameron quería hacer Titanic y le costaba convencer a quienes podían pagarla. Lo mismo le sucedió con Avatar. La lección es que incluso en el mainstream siempre necesitás soñadores. Siempre necesitás alguien que piense distinto. Eso lo estamos perdiendo.

—¿Te consideras un soñador?

—Sí. Es el drama de mi madre.

—Siempre tuviste mujeres protagonistas, quizás como nadie en los últimos años y en el cine de acción o de ciencia ficción...

—Lo que me sorprende es que todavía la gente recuerda Nikita y El perfecto asesino, y nunca las pensé por sus personajes femeninos. Quiero decir, no pensé mucho más allá en por qué prefería que fueran mujeres. Lo que me enamora del cine es que uno puede sentir al director, la huella, que se sienta que pertenece a alguien, a quien cuenta ese relato. El mejor cine es como una pintura: cuando ves a Modigliani reconocés el estilo, y eso amo en el cine. Que tenga identidad y tenga personalidad. Cuando es una McPelícula, producida sin nervio alguno, asfixiada por el negocio o sus intenciones, no me gusta.

—¿Qué creés que pueden hacer las películas en un momento político como el que vive el mundo?

—No sólo se trata de las películas, sino del arte: hay unos guantes que sirven para rascarte la piel y sacarte la piel muerta. Ese guante para mí es el arte. Te permite sentir de vuelta. Ese es el rol del arte. No deja que olvides tus sensaciones, no deja que olvides estar en contacto con determinadas ideas. Vemos cosas y no nos damos cuenta de qué representan: vemos gente morir todos los días, vemos la temperatura que se viene y vemos deportes, todo en la misma hora. Perdés tu sensibilidad, y ahí es cuando gente como Trump aparece en la escena política. No es mi país, así que no voy a hacer comentarios. En Francia casi tuvimos el mismo problema, y logramos evitarlo. Apenas, pero lo evitamos.

—¿Te sentís responsable entonces de generar sensibilidad?

—En un momento la gente se tiene que despertar y tiene que sentir. Ese es el rol del arte. Y el arte tiene que estar cerca de los jóvenes. Al no poder confiar en los políticos, al no poder confiar en gente que tiene mucho dinero (porque sólo suelen querer más dinero) y tampoco en los ídolos deportivos, ya que no tienen a veces mucho que decir, los artistas son ahora en quienes se confía. Porque los artistas están locos. No les importa realmente, entonces de una forma es más fácil creer en los locos que hacen arte, ya que eso termina siendo más real. Y eso le da a cada artista un rol que quizás no debería tener. Pero es un rol que al menos a mí no me molesta aceptar.


“Lo dificil es conseguir el dinero para filmar”

—¿Fue muy difícil lograr hacer una película como “Valerian…”  que busca pelearles mano a mano a los films gigantes y con éxito del Hollywood actual?

—La más difícil de hacer es la primera película. Pedís dinero y no te dan más. No sabes cómo hacer las cosas todavía. Uno quiere expresarse y no tiene el dinero. Valerian… tenía historietas, dibujos de producción, una idea clara, un trabajo de años y todos lo que tenían que decir que sí dijeron que sí. Filmar no es un problema. Hacer la película es fácil, por decirlo de una manera. El problema es conseguir el dinero. El problema es financiarse. De hecho, hasta terminé cuatro días antes el rodaje por lo mucho que nos preparamos. Fue mucho trabajo pero estábamos listos.

—¿Qué te ha convertido en alguien que sueña con hacer cosas con el cine?

—Amo que las películas gigantes no se parezcan a mi vida. Cuando voy a la oscuridad y veo una película, soy otra persona. Un rato al menos. No es tanto acerca de las explosiones en lo gigante. La acción está bien. Nikita es un ejemplo de lo que te digo. Cuando le dan el arma, cuando se crea una situación que hace que la acción comience, es la entrada a esa escena lo que hace que sea algo que engancha. No quiero filmar acción por filmar acción. Quiero filmar acción que piense en el cine. El nervio de la escena es lo importante, no su músculo o estética.