ESPECTACULOS
SEGUNDA TEMPORADA EN CANAL 7

Dirigir una vez más ‘En terapia’

Lujo. Lopilato, Peterson y Morán en la segunda saga de En terapia. Aleandro y Peretti al frente.
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En poco tiempo estará en el aire la segunda temporada de En terapia, un programa que, casi sin ser advertido, fue ocupando un sitio de peso entre los espectadores de miniseries. El formato y su rareza, aspecto que provocó años de desconfianza entre productores a quienes se les acercó el proyecto, terminó por arraigar. La Televisión Pública tuvo el tino de repetir los capítulos de la semana los sábados, para que quien había perdido un episodio tuviera ocasión de ponerse al tanto para seguir adelante con la historia. Pocas experiencias he disfrutado tanto como ésta: vivir encerrado días y días con intérpretes extraordinarios para pensar, ensayar y crear cada uno de los relatos de la crónica, muchos de ellos, muy alejados de los intérpretes que debían encarnarlos.
Este año, todo cambiará en la vida de Guillermo Montes (Diego Peretti). Su relación conyugal ha llegado a un fin y él ha decidido partir de la casa familiar. Pero sus hijos no se adaptan fácilmente a la nueva realidad y él, que se creía capaz de enfrentarlo todo con su omnipotencia, se verá frágil y desorientado.
En esta temporada, así como desfilarán nuevos casos por su consultorio, Guillermo se verá sumergido en una loca aventura existencial que lo enfrentará con el pasado, la soledad y la muerte. Aspectos de su vida que creía superados, lo golpearán como la primera vez: su padre, ese médico admirado que un día abandonó la casa familiar para siempre y huyó con una paciente, un amor de la adolescencia; Andrea (Mercedes Morán), que hoy es una mujer exitosa y sexy con quien se reencuentra por azar; Federico (Guillermo Arengo), un hermano descalificado por Guillermo quien, ante la
enfermedad del padre, le echará en cara todo lo que siempre calló.
El relato se vuelve vertiginoso. Desesperado por una riesgosa demanda judicial, Guillermo se pondrá en contacto con una antigua paciente, Juliana (Carla Peterson), que hoy es una de las mejores abogadas de Buenos Aires. Con ella, se reactivará un vínculo tan fecundo como conflictivo que los pondrá en vilo en una red de frustraciones y manipulaciones. Ana y Martín (Dolores Fonzi y Leonardo Sbaraglia), que han terminado con su matrimonio y no de la mejor forma, se encuentran en el consultorio de Guillermo a causa de un problema que –a su pesar– los mantendrá unidos toda la vida. La pasión se enciende y parece que las viejas heridas nunca se cerrarán.
Y mientras Guillermo siente que su vida ha entrado en una debacle que lo desorienta y angustia, decide consultar a Lucía (Norma Aleandro), pero esta vez en una decisión temeraria: quiere que lo tome como paciente. Esta situación desafiará ese complejo vínculo en forma definitiva. Lucía lo conoce mejor que nadie, pero también sabe de sus fragilidades y cobardías. En el fragor de esos encuentros, ella echará mano a ese poder que tiene sobre Guillermo todas las veces que lo considere necesario. En ese vínculo hay tanto de admiración y
afecto, como de reivindicación y venganza. Relaciones peligrosas.
En épocas en que Guillermo no logra vincularse con Catalina, su hija, que lo enfrenta de manera constante, debe abordar un caso complejo de una chica, Valentina (Luisana Lopilato) que llega a verlo desesperada. Valentina acaba de enterarse de algo que no se atreve a revelar a nadie y por lo que su vida pende de un hilo. Solo, perdido y desesperado, Guillermo tropezará una vez más con su propio carácter y empujará a esta chica a veces más como un padre que como un terapeuta y la obligará a tomar decisiones que él cree que ella debe asumir. Como consecuencia, el vínculo terapéutico se alterará y dará paso a una relación plagada de reclamos y disculpas.
José, un directivo de empresa va a verlo por un ataque de pánico. Es un hombre mayor, que irradia todo lo que Guillermo no tiene: solidez, poderío y liderazgo. En su consultorio, Guillermo deberá hacerse cargo de una explosión para este hombre, que provocará que esa vida, dotada de innumerables reaseguros burgueses, entre en una hecatombe definitiva.
Dirigir En terapia es una tarea tan minimalista como compleja, que requiere conducir a los intérpretes por caminos alejados a su realidad, vistos en forma permanente a través de una lente de aumento. Es ensayar, pensar y volver a ensayar. Es insistir hasta encontrar una clave de procedimiento que nos-les dé oportunidad de fluir por aguas no del todo transparentes. Y además, de otorgar al proceso tanta verdad que genere la ilusión de que todo lo que se ha construido en el set no es más que la verdad.

*Director, adaptador y guionista de ‘En terapia’.

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