ESPECTACULOS
jorgelina aruzzi

“El gran tabú en nuestro país es el sexo”

Considerada de las más talentosas de su generación, se luce en Niní en el aire y en 100 días para enamorarse, con personajes bien diferentes. Sostiene que es muy de perfil bajo y está aprendiendo a llevar la fama.

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Momento. Jorgelina Aruzzi se destaca como Inés Sosa en 100 días e interpretando a Niní Marshall. | A. Tomaselli

Es un buen momento para Jorgelina Aruzzi. Se luce con su personaje en 100 días para enamorarse, la exitosa tira de Telefe, y también con su notable trabajo en Niní en el aire, la obra teatral en la que interpreta a la inolvidable Niní Marshall. Por el escenario del Liceo Comedy desfilan en cada función personajes tan desopilantes como entrañables: Cándida, Catita, Doña Pola, la Niña Jovita, Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón y Gladys Minerva Pedantoni, que causan mucha gracia sin apelar a la grosería o las obviedades. En el programa televisivo que protagonizan Nancy Dupláa y Carla Peterson, Aruzzi es Inés Sosa, una mujer bastante altanera que entra en crisis cuando descubre la infidelidad de su marido. Dos roles diferentes que la actriz resuelve con solvencia e imaginación, reafirmando su estatura de gran comediante. “A mí me interesa especialmente que el humor tenga verdad –analiza ella–. En una tira diaria cabe todo tipo de humor porque tenés mucho terreno para recorrer. Entonces, hay momentos de humor un poco más grueso, otros de humor más inteligente... Funciona mejor cuando el personaje está sufriendo, cuando padece un poco el chiste. El buen humor casi siempre tiene algo trágico. En el caso de Niní en el aire, la clave fue no imitarla”.

—¿Por qué te parece que hoy sigue funcionando tan bien el humor de Niní, cuyo esplendor fue allá por los años 40?

—Ella tenía un enorme talento para escribir los textos, más allá de la interpretación que hacía de cada personaje. Tenía la capacidad de mirar con mucha acidez la época en la que vivía, pero lo notable es que esos textos siguen vigentes. Era muy cáustica su visión del ser humano. Está claro que tenía un gran talento para interpretar a los personajes, pero detrás de esa buena comediante había una mujer muy inteligente.

—¿Estás más cómoda en el teatro o en la televisión?  

—Me siento cómoda en los dos lugares. La tele tiene la ventaja de la masividad, de que llegás a mucha gente. Pero con el teatro me siento muy identificada, siento que es algo más mío. Sé que si no me llaman para hacer algo en TV puedo escribir algo yo misma y hacerlo en cualquier escenario. En la televisión la exigencia pasa por la inmediatez, la rapidez para resolver. Y en el teatro hacés un trabajo de mayor profundidad. Para hacer esta obra sobre Niní Marshall, por ejemplo, investigué, leí su biografía, hablé con su hija... Un aspecto interesante de la televisión es que podés tocar temas importantes para la gente con un lenguaje llano, popular. Para mí es una gran herramienta, depende de cómo la uses.

—¿Cómo te llevás con la exposición que genera la televisión?

—En un momento me daba terror, ahora la estoy llevando mucho mejor. Igual, yo tengo un perfil muy bajo. Y la gente se me acerca siempre con buena onda. La verdad es que hoy no lo estoy padeciendo. El amor y la alegría que me transmiten me alimenta.

—¿Cuál es el fuerte de “100 días para enamorarse”?

—Creo que hay mucha verdad en la historia. La gente se siente identificada con un programa que toca temas muy actuales –las relaciones sentimentales, la problemática de género, el mundo del trabajo– y en el que hay muchos velos que se caen. Son temas serios tocados con inteligencia y con humor.

—¿Cómo vas trabajando tu personaje, que está tan cargado de conflictos?

—Muchas de las cosas de Inés surgen de las charlas con el director de la tira y de la interacción con mis compañeros de elenco. Me divierte mucho el papel. Yo siempre propongo desde la actuación. No me siento y digo: “Bueno, a mí me parece que mi personaje en esta situación debe hacer o decir tal cosa”. Inés Sosa es una mujer que se la cree, que se la pasa minimizando a los demás. Parece que se las sabe todas, pero es una mina muy insegura. Y cuando la deja el marido, entra en una debacle. Es una agrandada que termina pagando las consecuencias de ser como es.

—La crisis de Inés en “100 días para enamorarse” la provoca la infidelidad, un tema siempre espinoso...

—Yo creo que el gran tabú es el sexo. En el debate por la legalizacion del aborto vimos los desastrosos argumentos de los que están en contra de la ley, que revelaron los terribles efectos de ese tabú del que hablo. La muerte y la sexualidad son dos de los tabúes más importantes que conozco, pero creo que el de la sexualidad es el más fuerte. Yo no digo que sea lindo descubrir un engaño, pero me parece que es mejor enfocar el tema de la infidelidad desde una perspectiva distinta. Lo grave es la mentira. Somos sujetos que desean, y hay que ver qué pasa con esos deseos.

 

De padre electricista y mamá peluquera

Un día, Jorgelina Aruzzi pisó un escenario por primera vez y sintió que ese era su lugar en el mundo. Fue hace mucho, en la época en la que estudiaba artes plásticas en el Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén: “No me crié en un ambiente que me empujara a eso. Nada que ver: mi papá era electricista y mi mamá, peluquera. Pero igual sentí el fuego de la actuación, me lo respeté y acá estoy”. Ahora Aruzzi puede estar poco tiempo sin actuar: “A mí me genera una especie de adicción, como la que tienen muchos de los que hacen running, que no pueden pasar muchos días sin correr”. Una necesidad difícil de aplacar en los tiempos que corren, cuando el trabajo no sobra. “Veo que hay mucho menos laburo, sí. Es indisimulable eso... –advierte la actriz, de 43 años–. Me lo comentan muchos colegas también. Pero no está pasando solo en nuestro rubro. Hay menos trabajo en general. Mucho productor que tuvo que pensar en zafar con Uber, por ejemplo. Y es una cadena: si yo tengo trabajo, le puedo dar trabajo a una chica que venga a ayudarme en casa, y así...”. Para enfrentar la situación, Aruzzi recomienda ante todo involucrarse: “No me interesa la política partidaria –aclara–. Pero todo está relacionado con la política, y hay que ser consciente de que si uno no se involucra, las decisiones las toma otro. Si los que sí se involucran son solo los que comparan a las mujeres con perros y dicen que una violación, si es intrafamiliar, no es violenta, estamos fritos. Hay que meterse. Más que de quién gobierna, el problema es de nosotros”.