ESPECTACULOS
DANIEL BURMAN

“El público hoy es sofisticado”

El director de Supermax, que emite la TV Pública, confiesa que es inviable imitar el nivel de producción de Estados Unidos. Cree que el cine perdió definitivamente parte de su público.

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Modelo. Burman considera que lo ideal sería que Argentina siguiera las políticas culturales que se desarrollaron en Francia. | Nestor Grassi
Después de veinte años de hacer un mismo tipo de películas, salir de la zona de confort y entrar en este nuevo universo fue apasionante. Me encantó que hubiera fuego y explosiones. Y ni hablar del rodaje de escenas de acción muy impactantes en un puente. Son cosas nuevas para mí y las disfruté un montón. Son esas cosas que, mientras las hacés, pensás que no están ocurriendo, que son parte de un sueño. Es lo mejor que me pudo pasar”. Daniel Burman no oculta su entusiasmo con Supermax, la serie coproducida por dos poderosas compañías de medios –la brasileña Globo y la española Mediaset– que debutó hace unos días en la TV Pública, también involucrada en la producción.
A pesar del alto nivel de producción, no fue bueno el rating del capítulo inicial de esta serie de diez capítulos, protagonizada por un grupo de personas encerradas en una antigua cárcel que pelea por su libertad en un despiadado reality show: apenas 0,9, una cifra exigua que también obliga a repensar los mecanismos de difusión de este tipo de productos. Hoy por hoy, las plataformas de streaming y las aplicaciones para dispositivos fijos o móviles son claves para facilitar el acceso a los contenidos audiovisuales.
“Obviamente que sería muy bueno que la serie tenga buena audiencia, pero yo estoy muy satisfecho con lo que hicimos –apunta Burman–. El día que terminamos de filmar no lo podía creer, sentí una gran plenitud. Todo lo que venga ahora es un plus. Y que se pueda ver en la TV Pública, en abierto para todo el país, es una satisfacción mayor. Es un tipo de producción que habitualmente sólo se puede ver en canales pagos”, remarca.
—¿En Argentina estamos en condiciones de producir regularmente con este tipo de despliegue?
—Si pensamos en el modelo de Estados Unidos, naturalmente es imposible. Es inviable pensar la producción de series con los presupuestos que manejan ellos si la distribución posterior sólo contempla el mercado nacional. Pero está la alternativa de los productos para toda la región, como Supermax. La calidad tiene que ser similar a la de las series del mayor productor del planeta, lo que representa una exigencia alta. Es muy difícil que alguien que viene siguiendo una serie norteamericana después baje la vara. El público de hoy es muy sofisticado, tanto en términos de exigencias de producción como en términos narrativos. Yo creo que estamos capacitados para afrontar ese reto, para pensar en proyectos que no sean sólo de consumo local, sino que puedan circular también en otros países de la región.
—¿Vas a dejar de dirigir cine para dedicarte de lleno a las series televisivas?
—No creo. De hecho, estoy con un proyecto para cine: la adaptación de la novela También esto pasará, de la catalana Milena Busquets. Pero sí es verdad que el interés y el erotismo que sentí como narrador con esta historia desplegada en una docena de capítulos, con tantos personajes que se entrelazan y se desarrollan, son únicos. El potencial que tiene una serie de estas características es infinito. En mi opinión, es el campo de experimentación narrativa más importante de la actualidad. Y estar adentro es tremendamente tentador, muy difícil de resistir.
—El cine argentino tiene un problema concreto: se producen muchas películas por año pero buena parte de ellas no encuentra un espacio de exhibición adecuado. ¿Hay solución?
—El error es pensar que es un problema exclusivo del cine nacional. Hoy en día no es tan fácil que la gente salga de su casa para ir al cine. Estamos muy acostumbrados al delivery de pizza y la serie o la película tirados en la cama. El cine, igual que el teatro, va a sobrevivir. Pero hay una porción del público que inevitablemente ya ha perdido. Los que trabajamos en esto hemos ganado terreno en otros aspectos: hoy el consumo de narraciones de historias es parte de la vida cotidiana de muchísima gente. Se consume por otras vías, en todo caso. No asociaría este hecho necesariamente al progreso, porque no me parece que ver una película en la cama comiendo una pizza sea mejor que ir a una sala de cine. Pero no sé si hay marcha atrás.