ESPECTACULOS
arturo puig y german palacios

"Es un espectáculo divertido, confiamos en que nos irá bien"

Estrenan Le Prénom (“El nombre”), sostienen que el país está polarizado y el mundo en crisis. El actor que batió récords con Grande, Pa! confiesa que le ofrecieron volver a hacer la tira.

Felices. Director y protagonista de la comedia que escribieron dos franceses en la senda inaugurada por Yasmina Reza, la autora de Art.
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Sobre el escenario del Multiteatro ya está la escenografía de Le Prénom (“El nombre”), y sentado en una de las filas observando y dando indicaciones se descubre a Arturo Puig, en un papel inédito hasta hora: director. El próximo viernes 22 será su debut en esta nueva responsabilidad y contará en el elenco con el retorno de Germán Palacios, luego de tres años sin Art.

“La historia se inició en París –relata Puig–, ya que esta obra, escrita por Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, fue un éxito; tan es así que, inmediatamente después de saber de qué se trataba, Gustavo Yankelevich compró sus derechos con la idea de producirla. Por suerte pude combinar mis horarios para ensayar, ya que no grabo todos los días para Solamente vos (por El Trece)”.

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—¿Cómo llega la propuesta de dirigirla?
ARTURO PUIG: Un día me llama Gustavo (Yankelevich) y me la da para que la lea. Me encantó pero me extrañó, porque la edad de sus protagonistas no coincidía con la mía; fue ahí que me propuso dirigirla. Siempre había intervenido en las obras en las que trabajé, pero nunca antes me había atrevido a dirigir.
—¿Cómo es el actor/director Puig?
German Palacios: Hicimos una experiencia muy buena. Creo que sólo necesitaba encontrar un material que le interesara para largarse. Tiene una excelente lectura de la obra y sabe adónde vamos. Arturo es de cuna teatral, se lo nota muy cómodo y feliz, disfrutando de la dirección.
—¿Por qué se mantiene su título en francés y su traducción entre paréntesis?
AP: Fue una decisión del productor, ya que la obra se conoce así en el mundo. Además me parece que hay una tendencia a dejar los títulos originales, como sucedió con Forever Young; Love, love, love; Cock y más atrás Art.
GP: En España tradujeron Art como Arte y fue un horror. Perdió el significado que tenía, era un trío y todo remitía al número tres. A veces es una decisión difícil cambiar un título.
—¿Consideran que es una temporada mala para el teatro?
AP: Hay una frase de Vittorio Gassman, que dijo: “El teatro es un moribundo eterno”. Esta temporada en Buenos Aires recién se inicia, tengo esperanza de que nos vaya bien. Es un espectáculo divertido, que te hace pensar y que muestra vínculos.
GP: Para nosotros por ahora es la alegría de hacer este texto y con un grupo muy bueno. Estamos todavía al margen del resultado, pero somos paracaidistas. Daremos una batalla después del 20 de marzo y espero darla con las mejores armas. Creo que el espectáculo es muy digno y corremos con la ventaja de que es una comedia, divertida, con el esquema de Yasmina Reza, donde te reís y pensás. Es una clave siempre muy buena.
—¿Sienten que los vínculos entre los argentinos están en crisis?
AP: Creo que Argentina, como el mundo, está sufriendo un cambio muy grande y veloz, donde uno no sabe dónde acomodarse. Tengo 68 años, hablo con gente más joven y siento que son otras las circunstancias. Antes dejaba la puerta abierta de mi casa, se tardaban 11 años para conseguir una línea telefónica, es una realidad que ya no existe más. Pero mirás Europa, Estados Unidos o Latinoamérica y también sufrieron cambios, sólo hay que asimilarlos. No creo que en Argentina algo se esté quebrando, hay intolerancia de ambos lados y pérdidas importantes de ideologías, es difícil descubrirlas en el mundo.
GP: El resumen de Arturo va más allá de nuestro país. Coincido en que el mundo está en crisis y hay muchos lugares que están peor que nosotros. Estamos polarizados, hay mucha irritabilidad e intolerancia, pero hay que reconocer que Argentina está mejor, más allá de las ideologías. Estamos en democracia y el pasado ya lo conocemos, conseguimos refundar una cierta moral de la patria. Nadie quiere repetir ese pasado horrendo; lo otro es coyuntural. A raíz de la muerte de Hugo Chávez veía cómo los medios lo trataron, pero si lo pensás desde la miseria del pueblo venezolano, que pasó del hambre a estar mejor, es otra perspectiva. El teatro sirve para recrear emociones. Es mágico cómo cura por medio del humor, y es un ejercicio colectivo.
—Hablando de vínculos, convocaste a tu hija Ximena como vestuarista. ¿Por qué?
AP: Ella desde muy chica se interesó en el tema de la moda: es su pasión. La sugerí y el productor aceptó. En este caso la ropa es cotidiana, no hay diseños exclusivos. La idea de la obra es concreta, con escenografía y vestuarios de verdad, y creo que lo hace muy bien.
—Dicen que no siempre nos reímos de lo mismo: ¿el humor francés se parece al nuestro?
GP: El texto es bien francés y psicologista; tiene que ver con lo puntilloso de la gente. Lo que viví con Art es que, cuando nosotros le entregamos lo latino a una estructura francesa, el resultado es que se hace más gracioso y profundo. La obra muestra rencores y la pertenencia a las clases sociales. Mi pareja en la obra (con Mercedes Funes) es la más burguesa, mientras que la que interpretan Peto (Menahem) y Jorgelina (Aruzzi) son los intelectuales, los “progres”, Todo el tiempo se muestra esa pequeña miseria cotidiana, que no tiene límites.
AP: A esos intelectuales se los reconoce en Francia por ser famosos como discutidores, pero aquí los asociamos con los más progresistas. Siento que el humor en este caso se parece, porque los dramaturgos trataron sobre los vínculos, sobre la amistad de seres que se conocen desde la infancia.
—¿Por qué creés que hay tanta necesidad por parte de las actuales ficciones de volver a “Grande, Pa!”?
AP: La televisión es cíclica; de pronto se ponen de moda los shows, las ficciones o los unitarios. Creo que hacía falta un programa familiar que pudieran ver todos. Adrián Suar ya lo tenía en la cabeza, pero a Solamente vos no lo veo muy parecido: el protagonista que interpreta Adrián (Suar) está separado y el peso lo tiene la historia de amor, que se teje entre él y el personaje de Natalia Oreiro. La idea de una nueva versión de Grande, Pa! nació después de que en Telefe nos hicieran a todo el elenco un homenaje/reconocimiento. Parece que la gente mandó muchos mensajes y ahí se les ocurrió la posibilidad de volver a grabarlo y me lo propusieron. Mi respuesta fue “sí”, pero si todos los originales volvíamos, como si fuera un retorno veinte años después. Lo pensaron, decidieron no seguir con el proyecto y así nació la idea de otro elenco, pero no les resultó. Creo que la versión que haría Gustavo Bermúdez está congelada...

 

Con Germán Palacios

—¿Por qué tardaste tanto en regresar al escenario?
—Nada me convencía hasta que me convocaron para Le Prénom (“El nombre”). Varias personas que la leyeron coincidieron en sentirle cierta influencia de la autora de Art (Yasmina Reza). No conocía los antecedentes de estos dramaturgos, pero en seguida sentí que eran sus herederos. Es como si Reza hubiera dejado un sello, una manera, aunque los recursos y la forma en que se desencadena la acción sean distintos.
—¿Qué recuerdo te el haber trabajado un tiempo largo en España?
—Estuvimos muchos meses con Art, desde 2005. Fueron tres años que trabajamos con temporadas muy largas, de más de seis meses, en Madrid, Barcelona y Valencia. En 2008 me convocaron para hacer una serie, Herederos, justo cuando allí se iniciaba la crisis. Iba a ser su tercer año de emisión con Concha Velasco, pero al poco tiempo de empezar a grabar decidieron levantarla. Por eso de ocho meses que me iba a quedar, a los tres tuve que volver.
—¿Fue traumático un final tan abrupto?
—No, para nada, lo viví como un alivio. No me acostumbré ni al ritmo ni a la manera de trabajar de esa televisión española. Tenía cinco directores, con unidades diferentes. Creo que además me faltó la contención del elenco; con Art armamos un grupo, al que se sumaba mi familia y era todo muy distinto.
—¿Qué balance hacés de tu participación en En terapia?
—Fue una gloria, pero fue coherente que mi personaje se matara, aunque me dolió saber que no podía volver en la segunda temporada. Era una decisión lógica para esa historia. Me gustó esta épica de que quien no había podido asumirse como gay se suicidara. Extraño a todo el equipo y les propuse hacer algunas apariciones, ahora que mi padre sí vuelve, con la actuación de Federico Luppi. Veremos si aparezco como un recuerdo.