Le avisan que “
los chicos están pidiendo hamburguesas”.
Marcos Gorban (38) evalúa y responde que les digan que no porque más tarde tendrán
pizza. Parecería un padre preocupado por la nutrición, pero se trata del productor general de un
reality show, del
Gran Hermano de carne y hueso que decide sobre la casa más observada, también a la
hora de la comida.
Es periodista y trabaja como productor de televisión desde 1995, cuando
Claudio Villarruel lo tentó para hacer las “cámaras cómplices” de
Videomatch
. “
No estaban arregladas”, asegura, acostumbrado a tener que defender la
transparencia de su trabajo. Y vuelve a la actualidad:
—
En Gran Hermano no controlamos nada. Se nominan entre ellos y los expulsa la gente, que nos
fiscaliza las 24 horas. Cuando elegimos a los participantes con la dirección de Telefe, jugamos una
apuesta: cada uno tuvo que elegir a un posible ganador. A mi candidato, hoy no le veo muchas
chances, y el de Villarruel ya fue eliminado.
No controlan nada pero observan todo.
Siempre hay unas 10 personas atentas a 40 televisores que registran cada cosa que pasa en
la casa. Lo relevante va a 120 notas semanales para las distintas emisiones, el debate y
las galas. Hay turnos, recreos y escapadas para un torneo de fútbol que productores y técnicos
juegan a unas cuadras del canal.
Gorban –que también produjo
Operación Triunfo
– ya había estado al frente de las otras tres ediciones del reality en Argentina.
“
Cuando me mostraron videos del programa en otros países quedé fascinado
–recuerda.
Había una pareja que se besaba y se escuchaban las respiraciones. Era
genial”. Confiado en su equipo, asegura que recién este año aprendió a relajarse.
Ahora se reserva la mañana para salir a correr y estar con sus hijos, Nicolás (7) y Agustina (5),
fanáticos del ciclo. “¿
Quién dijo que habrá una quinta edición? –ataja los rumores–.
Lo decidirá Telefe, pero todavía estamos ocupados con los 12 tipos que siguen en la
casa”.
Gente como uno. “
Es un programa de televisión, no le demos tanta importancia”, pide cuando se
le menciona la polémica que despierta Gran Hermano. Hasta
Daniel Filmus, ministro de Educación y en carrera para el Gobierno de la Ciudad,
se hizo un momento para criticarlo.
—¿Los participantes son representativos de la juventud?
—No, y no pretendemos que lo sean. No podemos hacer un casting que, de tan
políticamente correcto, no sea cierto. Sí a estos 18 chicos les tienen que pasar cosas que le pasan
a la Argentina. Si no tienen muy clara la historia del país es porque venimos de muchos años con
déficit en la educación y, si tenemos gente común, van a tener que ser reflejo de eso. No es
nuestra culpa, y como ciudadano, creo que Filmus hace mucho por remediarlo. Nosotros sólo somos un
programa de televisión.
—¿Qué perfiles buscan entonces?
—Pibes que puedan traspasar la pantalla y generar algo en el espectador, empatía. A los
castings anteriores tampoco vinieron tantos universitarios, aunque los hubo. Juan, por ejemplo, es
estudiante de Medicina en Córdoba. Es probable que en dos años esté en una guardia.
—Pero la expectativa es otra. Ellos dentro de la casa ya especulan con carreras en los
medios.
—Que pueden darse o no. El tema es que ya no vienen a ver de qué se trata el programa,
saben que es un juego de mucha exposición. Creo que cuando empezamos Gran Hermano en 2001 este era
otro país. Ahora vienen por una carrera, por una aventura, o por la plata. Yo antes creía que sabía
todo sobre los participantes, y ahora sé que es apenas el 20 por ciento lo que cuentan en las
entrevistas previas. En esta edición todos perdimos la ingenuidad.
Casi por dentro. Para recorrer los pasillos técnicos de la casa de Gran Hermano
hay que usar una capa negra y hacer silencio. Unas horas antes,
Mariela y
Marianela estuvieron intentando ver a los camarógrafos y sólo consiguieron dejar
una mancha en el espejo tras el cual se ocultan. Hasta que les indiquen que lo limpien o
Sebastián se mueva, su cara desde ese ángulo será un borrón.
En el control, un hombre moreno muy bronceado hace chistes con los productores. Usa una gorra
bordó y es quizá mayor que el resto del grupo, donde nadie parece superar los 40. Pide indicaciones
y se apura a ponerse tras el micrófono. El es la voz de Gran Hermano y
Osito está entrando al confesionario a preguntarle qué pasa con las hamburguesas
que pidieron.