Stellet Licht del mexicano Carlos Reygadas habla de la infidelidad en una comunidad
menonita.
El director recibió el premio FIPRESCI y habló con el público.
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Cedoc
El trío amoroso inserto en una comunidad menonita de la frontera de México con Estados Unidos sirve como excusa para que el director Carlos Reygadas construya un universo cinematográfico lleno de imágenes y silencios.
Stellet Licht (Luz Silenciosa) fue filmada con menonitas reales para poder transmitir con naturalidad una forma de vivir alejada de los parámetros de la vida moderna y consumista actual. Ellos tienen sus propias leyes, sus formas de relacionarse y hasta un propio lenguaje, una especie de dialecto alemán, que contrasta con el español mexicano que hablan los nativos.
La historia en sí cuenta la dolorosa situación que vive un hombre casado, su mujer y su amante, y la indecisión que experimenta al amar a dos mujeres en una comunidad que prohíbe y cuestiona con dureza la infidelidad.
Pero lo que hace diferente a esta película no es la historia, sino la forma estética en la que está enmarcada. Cada momento pasa con una lentitud tan real como hipnótica, cada detalle está transmitido con imágenes de cuidada belleza.
En la sección “Panoramas- Trayectorias” de la 10ª edición del Buenos Aires Festival de Cine Independiente, se presentó la película que contó con la presencia del mismo Reygadas para recibir el Premio FIPRESCI a la Mejor película Latinoamericana de 2007 y hablar con el público.
El crítico Diego Lerer fue el encargado de abrir la charla y de hacer las primeras preguntas. Reygadas aseguró que lo importante en su película es “la totalidad”, que no tiene sentido detenerse en el sonido, la historia o la fotografía por separado, sino que “se trata de un todo que no se puede dividir”.
“No importa contar una historia, importa cómo se cuesta. No tiene que ser ilustrativa o narrativa como señala el actual cine de Hollywood. Yo creo que el cine se parece a la música, la historia es sólo un alambrado”, dijo el director de Japón y Batalla en el cielo.
El film está enmarcado en imágenes de la naturaleza: una amanecer abre la película y un atardecer la cierra. La escena final sorprende por lo milagrosa, pero sirve para culminar ese aire espiritual que tiene toda la película, que tal vez con unos cuantos minutos menos hubiera logrado un efecto más impactante.
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