ESPECTACULOS

Kevin Spacey: "Hacer Shakespeare me ayudó en ‘House of Cards’"

El protagonista de la serie sobre el mundo de la política explica cómo construyó el personaje.

Tres. Recorre el mundo con Ricardo III, de Shakespeare, en teatro. Ganó su primer Oscar con el Keyser Söze de Los sospechosos de siempre, de Brian Singer. En House of Cards interpreta a un temible pol
| CEDOC.

Kevin Spacey posee una carrera particular. Sin resaltar por sus dotes estéticos, con sus papeles en Los sospechosos de siempre y Pecados capitales –ambas de 1995, la primera le valió su primer Oscar– alcanzó la fama, reafirmada cuatro años después por su protagónico en Belleza americana –otro Oscar–. Una curiosidad de la estrategia de Spacey por sobrevivir en el mundo del espectáculo es que es muy raro que esté en superproducciones de difusión masiva, y que poco y nada se sabe de su vida privada –“mientras menos sepan de mí, más fácil es que los convenza cuando actúo”, declaró en 1998–. Por si fuera poco, en 2003 dio un volantazo: se trasladó a Londres para transformarse en el director artístico en The Old Vic Theatre Company. Y luego, claro, la movida inesperada que es excusa de esta entrevista: mientras algunos colegas se mudaban del cine a la televisión de aire o de cable, él apostó por el formato poco difundido entonces del streaming, para encabezar el House of Cards que produjo Netflix.

—Vamos a hablar de este increíble trabajo que hiciste en “House of Cards”, ya que tu personaje, Frank Underwood, tiene mucho en común con lo que estuviste haciendo en teatro...

—Sí, es así. Quizá muchos no lo saben, pero Frank Underwood está basado en Ricardo III. Muchos de mis recursos actorales para la serie los obtuve de mi experiencia teatral. De hecho, muchos piensan que es propio de este personaje mirar al público, pero esto lo introdujo Shakespeare con Ricardo III. Durante el tour de Ricardo III, yo miraba a los ojos a los espectadores; obviamente, no es lo mismo con la cámara, pero el concepto era el mismo. Fue una gran lección poder establecer el vínculo con los espectadores: ellos, dentro de la obra, se sentían un poco expuestos. Me ayudó mucho que un mes después de terminar la obra comenzó el rodaje de la primera temporada de House of Cards y me encontré haciendo algo muy similar a lo que ya conocía por el teatro. El recuerdo de todos los rostros que he mirado me ayudó a adaptarme y pensar que, en vez de mirar a muchos, tenía que hablar con mi mejor amigo y contarle a él cosas que no le diría ni a mi mujer. Todos sabemos que hay un momento y una persona a la que no hace falta decirle palabras, con sólo mirarse uno se entiende. Por ejemplo, si nosotros estamos acá hablando y llega un amigo tuyo al que le enviaste un e-mail hace dos semanas y nunca respondió, y al llegar dice: “¡Ay! lo siento muchísimo, nunca te respondí, es que estuve muy ocupado”, si me mirás ambos sabremos lo que estás pensando.

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—Sí, es increíble. Si tuvieras que hacer eso en este momento, si pudieras decirle al público cómo te estás sintiendo en esta entrevista, ¿qué les dirías?

—Diría: “Uh, esto durará muchísimo más”.

—Yo voy a hacer lo mismo: “Me quiero poner la bikini e ir a la playa” (risas). ¿Cómo se siente eso?

—Se siente muy bien, ya que tenemos la playa muy cerca. (risas).

—Siento que tu participación en “House of Cards” ha implicado mucho riesgo ya que el formato fue a través de internet…

—Nunca se había hecho algo así. No me hubiera sorprendido que una de estas compañías como YouTube o Yahoo pudieran hacerlo, pero resultó que Netflix fue la primera que decidió dar un paso al frente y generó contenido propio. Se suponía que el riesgo era mayor para mí que para ellos, pero resulto al revés, ya que al momento de grabar yo ya sabía que el director era David Fincher, sabía de la excelencia del guión y que Robin Wright era la coprotagonista, entonces considero que nosotros teníamos un producto muy fuerte y me sentía seguro más allá de los posibles resultados. El hecho de que la serie se haya transformado en un éxito tan grande en todo el mundo era la parte que no podíamos predecir.

—No sé qué expectativas tenían en cuanto a premios, pero ganaron Emmy, Golden Globe, muchísimos logros increíbles...

—Fue impresionante. La vida es un viaje extraordinario. Vos pensá que me fui a Londres hace 11 años a estudiar teatro. En ese momento la gente pensó que yo estaba loco, porque me fui en lo más alto de mi carrera cinematográfica en Estados Unidos, pero yo quería hacer algo diferente, más allá de mi ambición, y recién ahora me doy cuenta de que fue la mejor decisión que pude haber tomado en mi vida, porque todo el trabajo que hice en teatro, los complicados personajes que pude interpretar y las compañías que integré en estos últimos diez años, me hicieron un mejor actor. No sé si hubiera estado preparado para interpretar a Frank Underwood hace diez años.

 

Héroe de videojuego

Con un presupuesto estimado en US$ 60 millones (alrededor de US$ 4,5 millones por episodio, lejos de los US$ 10 millones que cuesta cada capítulo de Game of Thrones), la primera temporada de House of Cards se estrenó en Netflix el 21 de febrero de 2013. Fueron 13 capítulos que terminaron por significarle un Golden Globe (a Robin Wright como actriz) y tres Emmy (fotografía, director y casting). Que no se alzara con más galardones tiene una respuesta con nombre propio: Breaking Bad. Había terminado la serie y tanto la ficción como los rubros actorales fueron los elegidos en la mayoría de las ceremonias de premiación de 2013/14. Se presume que los premios para Spacey por su Frank Underwood llegarán, sobre todo, cuando sea el turno de galardonar la próxima temporada, la última, que se estrenará en febrero del año próximo.

Mientras tanto, el actor volvió a trabajar en otros proyectos, aunque de nuevo con movimientos inesperados: por un lado, volverá a hacer comedia en la pantalla grande con Cómo matar a mi jefe 2; y por el otro, se introducirá en un universo en el que se mantenía virgen: le presta su interpretación e imagen (digitalizada) al videojuego Call of Duty: Advanced Warfare. Evidentemente, no deja de buscar nuevos rumbos.