ESPECTACULOS
Mindhunter

La eterna seducción de los asesinos seriales

La serie que estrenó Netflix vuelve a apelar a los criminales que más devoción despiertan en la neurosis de la audiencia. Un repaso a los principales exponentes que trataron el tema en la pantalla chica de todo el mundo.

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La cinta. La flamante serie se centra en cómo se construyeron los perfiles de los criminales. | netflix

Si bien existen desde mediados del siglo XX –o al menos entonces pudo documentarse su existencia–, fue en 1991 con El silencio de los inocentes cuando los asesinos seriales dejaron de ser meros criminales a los que debían matar Charles Bronson o Clint Eastwood para transformarse, de la mano de Anthony Hopkins y su inolvidable Hannibal Lecter, en seres que en su monstruosidad y complejidad podían resultar seductores para la neurosis de las audiencias, fascinadas por esas personas que habían renunciado a las reglas civilizadas de la humanidad, inquietas por el interrogante eterno de “¿cómo hacen para hacer lo que hacen y luego no sentir culpa?” o, también, “¿cómo son capaces de hacer eso que yo no me atrevo?”.

En estas casi tres décadas ha pasado mucha agua –o, para el caso, sangre– por el río, y los asesinos seriales supieron desembarcar, con distintos estilos y máscaras, en la pantalla chica. La última joya de la corona bestial se estrenó hace pocos días en Netflix de la mano del guionista Joe Penhall y del director y productor David Fincher (Pecados Capitales y House of Cards). En sólo diez capítulos que se devoran tranquilamente en un fin de semana, la serie original del gigante del streaming sabe abrevar en El silencio de los inocentes, para agregarle originalidad. Lo que importa en Mindhunter son los asesinos seriales, claro, y casi todos los capítulos están compuestos en su mayoría por entrevistas con los condenados, diálogos en que los criminales exponen, con mayor o menor generosidad en lo explícito, la forma y los motivos por los que mataron a una serie de personas. La cámara disecciona gestos tanto de ellos como de sus entrevistadores, los agentes del FBI que en la década del 70 detectan que el mundo del delito ya no es lo que era y, psicología mediante –con todos los peros que una disciplina de esas características puede implicar en una institución tan formal como la presidida a lo largo de décadas por Edgar Hoover–, intentan comenzar a construír lo que el criminalista italiano Cesare Lombroso había dejado inacabado e imperfecto en la primera mitad del siglo XX: el perfil de quienes asesinan en serie, cuáles son sus metodologías que se repiten, cuál es su modo de pensar. Una pesquisa mostrada con inteligencia, que puede modificar las formas de ser de los investigadores, reflejando aquel aforismo nietzscheano de que cuando se mira prolongadamente un abismo, el abismo también nos mira.

Si Hannibal Lecter era un personaje de ficción culto, delicado, rapaz y un verdadero gourmet de la antropofagia, Mindhunter prefiere abordar, desde la ficción, asesinos seriales reales. O sea: gente que, más allá del velo de que se trata de una puesta en escena, de verdad pudo matar a su madre, decapitarla y luego “hacerle el amor” –es un decir– a la cabeza sin vida porque la progenitora le decía que debido a que él era impresentable ella ya no conseguía tener sexo con hombres. La fascinación o morbosidad que genera Mindhunter es su principal fortaleza, junto con la estética cuidada de Fincher y el resto de los directores por él seleccionados. La paradoja es que los agentes del FBI son invenciones del guionista, mientras que sus objetos de investigación no tanto.

Como se dijo, Mindhunter es la última joya de la corona. Hubo antecesores en la pantalla chica que cimentaron las bases para que se pudiera llegar a este punto. La norteamericana Criminal Minds ya había explorado en agentes del FBI que trazaban perfiles psicológicos. Si bien estaba realizado para un canal de aire –es decir, con una mayor dosis de autocensura que sus primos del cable–, se dejaba ver –al menos la primera temporada, cuando contó con protagónico del brillante Mandy Patinkin–.

El carisma de los criminales fue explotado en la pantalla chica, con estilos muy distintos, por Dexter y Hannibal. La primera exhibía a un asesino serial de asesinos, en un tono ambivalente que saltaba de la oscuridad a lo cool, mientras que la segunda –protagonizada extraordinariamente por el danés Mads Mikkelsen– volvía al personaje de El silencio de los inocentes para dotarlo de una estética casi apabullante, mostrándolo cuando aún andaba libre buscando qué comer en medio de interrogantes existenciales. Ese asomarse al abismo estaba también en la primera temporada de True Detective –la buena, no el bochorno que fue la segunda– en donde dos oficiales buscaban a lo largo de casi dos décadas a un asesino que se movía a sus anchas, amparado por el poder religioso, por el sur pobrísimo y ocre de los Estados Unidos.

Pero no sólo en Norteamérica el asesino serial es una herramienta eficaz para convocar audiencias. La excelente primera temporada de Bron Broen –que luego tendría un segundo año más o menos, y un tercero increíble por lo malo–, coproducción entre Suecia y Dinamarca que luego atesoraría remakes en distintas latitudes bajo el nombre El puente –o sea que aquí se podría hacer cuando finalicen el proyecto de unir Buenos Aires con Colonia, es decir, probablemente, nunca–, mostraba a un criminal que, al menos en sus planteos –y no vamos a tirar spoilers–, mataba para llamarle la atención a la sociedad sobre las injusticias que se cometen en forma cotidiana.

En Gran Bretaña –una de las cunas del género policial–, la BBC suele apelar a la figura criminal. En Luther, el protagonista interpretado por el siempre contundente Idris Elba descubre a una prematura asesina serial, que se enamora del detective y comienza a ayudarlo para seducirlo, explicándole cómo piensan los que, como ella, no sienten como los demás mortales.

Con sus más y sus menos, la televisión le otorga a la audiencia la posibilidad de fascinarse con asesinos seriales.

Esa misma fascinación que poseen la mayoría de las sociedades por los psicópatas, permitiéndoles escalar a los niveles más altos de las despiadadas pirámides socioeconómicas e, incluso, en distintas ocasiones, entregándoles el poder de sus territorios.


Un proyecto de al menos cinco temporadas

“Siempre estoy en papeles pequeños, de reparto, periféricos. Así que fue muy importante que David [Fincher] me invitara como uno de los protagónicos. Porque creo en su talento y sé que quiere cinco temporadas del show. Cinco temporadas de estos personajes, así que tengo esperanzas, aunque ya saben que no doy nada por sentado”.

La declaración de Holt McCallany, quien en Mindhunter interpreta al agente del FBI Bill Tench –y que ya había trabajado bajo las órdenes de Fincher en El club de la pelea–, y que para ser justos realiza un trabajo notable como el menos intelectual de los protagonistas –aunque eso no signifique en lo absoluto que sea el menos inteligente, más bien todo lo contrario–, puso las cosas en claro. El director y productor aspira a que la serie posea largo aliento, y si bien aún Netflix no confirmó la luz verde para todo el proyecto, ya renovó contrato para la segunda temporada.

El mismo director y productor se ocupó de adelantar lo que ocurrirá en los capítulos a exhibirse en 2018. “Para el año que viene estamos buscando sobre los asesinatos de niños de Atlanta, así que tendremos mucha más música afroamericana y será genial”, aseguró en una entrevista con Billboard.

Se tratará, entonces, de un caso polémico, y no sólo por los asesinatos de 28 niños afroamericanos ocurridos entre 1979 y 1981 en Georgia. Si bien las pesquisas del FBI condujeron a Wayne Williams, lo cierto es que se lo sometió a juicio, pero no se pudo acceder a una condena por inconsistencias en la presentación de pruebas. Desde entonces, sin culpables, se han elaborado distintas hipótesis al respecto, siendo la más reiterada que en realidad no fue uno sino distintos asesinos, todos ellos integrantes del Ku Klux Klan.

Lo indiscutible es que el año próximo quienes disfrutaron de la primera temporada de Mindhunter se enfrentarán a un cóctel explosivo de asesinos seriales, racismo y jazz.