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La televisión que muerde

Arrasa con todos los horarios y transmite casi las 24 horas, modificando todos los hábitos domésticos. Durante la semana, los televidentes prefieren quedarse en casa a ver los programas que empiezan cerca de la medianoche, y los turistas llenan los teatros. Hablan los productores de teatro, radio y editores de gráfica. El prime time de los vampiros.

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Así, como quien no quiere la cosa, con corrimientos de horario por allá y con aperturas cada vez más madrugadoras por allí, los canales de aire de nuestra tan cuestionada televisión están muy cerca de transmitir 24 horas en continuado los días hábiles. Les falta poquito: 20 horas emiten el 13 y el 9, Canal 7 llega a las 19 horas en total, Telefe a 18 y América a 16. Desde hace más de 20 años que no se produce hecho semejante.

¿La tele de hoy está pisando horarios exclusivos de la radio? ¿Se nota el fuerte vínculo entre el televidente y el seguimiento de tiras exitosas? Y si esto fuera así, ¿repercute entonces en menos salidas a los teatros, por caso? Tranquilos, hay respuestas para todos.

Teleadictos full time. En la producción de Arriba argentinos (Canal 13, 7 a 9 de la mañana, con Marcelo Bonelli y Débora Pérez Volpin) todo fue prueba y error. De hecho, no existe manual sobre cómo hacer un programa para argentinos bien a la mañana y se las tuvieron que arreglar sobre la marcha. Después de casi dos años en el aire (llegan a medir más de 7 puntos), están más que contentos. No hay estudios que lo acrediten, pero saben que con semejante rating y repercusión están desalojando de a poco a la radio de la casa, mientras quien está por salir hacia el trabajo toma su ducha, se viste “y se informa escuchando y mirando de reojo, por eso la idea es titular siempre con cartelones grandes”, ilustran los productores. Y explican: “Si a otra hora un noticiero titula ‘Ganó Barcelona con dos goles de Messi’, nosotros tenemos que ser todavía más expeditivos. ‘Messi la rompió’ tenemos que poner, y punto. La persona que está por salir raramente necesita el análisis de la noticia, quiere información pura y superprecisa”, informan. Prendió mucho la adicción a los meteorólogos. En ese sentido, en el canal han formado dos estrellas, que hasta se dan el lujo de ser las caras de una edición de meteorología en fascículos: es que tanto Fernando Confessore como Mauricio Saldívar se han ganado la credibilidad de la gente, como ocurre con los meteorólogos star de la televisión norteamericana. Entre Arriba, argentinos (Canal 13) y Telenueve suman alrededor de 12 puntos. Si la tendencia continúa así de creciente, pronto –señalan los productores de estos programas– se notará cierto descenso en las mediciones de algunos programas de radio de la primera mañana. De todos modos, cuando esa persona se duchó, se vistió y se terminó de arreglar, ya suele ser prisionera del automóvil, o del vehículo de transporte público; y allí sí, otra vez, será la radio la reina absoluta de la información.

Pasando revista. Una tendencia creciente y hasta descontrolada es la que se observa con la recreación de aquella vieja idea del inolvidable Adolfo Castelo: la siempre vigente sección “Pasando revista” (o como se llame) que realizan un sinnúmero de programas. ¿La televisión otra vez está pisando terreno ajeno y dejando tierra arrasada? ¿No habría que respetar cierto equilibrio y no leer toda la nota o exhibir todas las fotos? Norberto Chab, director de la revista masculina Hombre (la preferida a la hora de ser exhibida en tele), da su punto de vista: “La sociedad en su conjunto cree que para legitimarse necesita estar en la televisión. Y los medios gráficos también creen en esto. Todo efecto de proyección y multiplicación, beneficia. La televisión no me liquida el negocio. Hay que interactuar cada vez más”.

El efecto “Montecristo”. Este año, dos tiras de ficción acapararon la atención del televidente: Sos mi vida (Canal 13) y Montecristo (Telefe). Si hubiera que elegir a una de ellas, por prestigio, por calidad de contenidos y porque –a no dudarlo– es la que dejará firme huella en la televisión 2006, ésa es Montecristo. Se sabe, va de lunes a jueves a las 22.45. Mantiene en vilo a casi tres millones de hogares en Capital y Gran Buenos Aires. ¿Se nota, en consecuencia, una merma en las salidas por “el efecto M ontecristo”? Quien mejor puede medir el pulso de estas cuestiones no es otro que Carlos Rotenberg, empresario teatral desde hace treinta años. Apunta datos que asombran: “Desde que Romay, en los 90, inventó la ficción en tira (todos los días) se nota un cierto perjuicio en la taquilla teatral. Los actores de las obras que tengo en cartel, y básicamente mi esposa, Linda Peretz, que representa No seré feliz pero tengo marido, me dicen que la mayoría de quienes van al teatro los miércoles y los jueves son peruanos, uruguayos, básicamente turistas; el argentino no sale y es fiel a su ficción. Se reserva, más bien, para el sábado, que es un típico día de público argentino. Y es curioso, pero me decía Nito Artaza el otro día que, desde que los canales han levantado de su programación las ficciones los días viernes, se viene notando también ese día una afluencia mayor de argentinos. De lo contrario, los días en que se emiten las ficciones exitosas, el público es extranjero”. Rotenberg afirma que seguramente se llegará a una cantidad de 1.700.000 personas en el año viendo teatro, una cifra alta si se la compara con el magro millón de espectadores alcanzado en el sombrío 2002. Pero sorprende cuando dice que, en los 50, y con muchísima menor población, la cifra trepaba a los 5 millones de espectadores anuales: “Es que el teatro era casi la única diversión, aún no estaba la televisión, y se hacían funciones desde la tarde”.

Matrix. Son tiempos en que los medios de comunicación toman una dinámica propia, pueden “pisarse”, “aplastarse”, interactuar y lograr objetivos comunes. La televisión de hoy avanza. Mutará, seguramente, en un multiteléfono o en una computadora diminuta, nadie sabe bien cuál será la estación terminal de esta tendencia. El desorden todavía predomina, pero algunas de las nuevas caras de esta televisión que gana terreno es lo que se acaba de exhibir.