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La vida real

Dos mujeres argentinas de 45 años patean el tablero de las convenciones familiares y deciden tomarse cien días de descanso de sus matrimonios, para terminar con el hastío de sus parejas actuales, y volver a la soltería, una de ellas pega la primera trompada que marca la ruptura.

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Ellas. Tres mujeres son las cartas principales del éxito de 100 días para enamorarse. Nancy Dupláa, Maite Lanata y Carla Peterson llevan adelante la ficción que busca facilitar la inclusión. | cedoc

Dos mujeres argentinas de 45 años patean el tablero de las convenciones familiares y deciden tomarse cien días de descanso de sus matrimonios, para terminar con el hastío de sus parejas actuales, y volver a la soltería, una de ellas pega la primera trompada que marca la ruptura,… sí, una mujer le pega a un hombre, lejos de tratarse de violencia de género, más que un arrebato de ira; una joven de 17 años siente que nació en un cuerpo equivocado, la transición de género femenino a masculino no se hace esperar; un profesor de colegio secundario sale del clóset y ayuda a abrir las cabezas de sus alumnos hablando de aborto, bullying, drogas, y todo tema, hasta ayer tabú, que se cruce en el camino; mujer protagonista orgullosa con pañuelo verde; hombres que se aman entre ellos sin que eso sea conflicto; un hombre bígamo se plantea si puede existir el poliamor; matrimonios que se animan al swinger…

Una enumeración de temáticas que podrían verse, según el ojo con que se mire, como políticamente “incorrectas” , o todo lo contrario, lo que si es seguro que Cien días para enamorarse no es la típica telecomedia familiar para el horario de la cena, sino una ficción que, desde el entretenimiento como base, se propuso tener un tono “rupturista” frente a la tira diaria convencional, donde muchos temas actuales obtienen visibilidad, y colaboran al debate familiar y social sobre temas, hasta ahora, ocultos pero reales, como la identidad de género, y hasta se permite ironías respecto a la actualidad política del país.

El cóctel explosivo de temática, mix justo entre humor, reflexión y emoción, elenco de primer nivel y un estilo de realización que Underground y Telefe tenemos como sello para nuestras propuestas de prime time marcaron, seguramente, este éxito para la TV abierta que nos sorprendió por su alcance, pero no por sus ingredientes.

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Desde el primer momento, Sebastián Ortega sostuvo que quería hacer una ficción que identificara al público de manera directa, con una historia generacional de aquellos que rondamos los cuarenta y pico, que, como en nuestra inolvidable Graduados, apuntara directo al corazón del gran público, y desde allí, el talento de nuestros autores: Ernesto Korovsky, Alejandro Quesada y Silvina Fredjkes, más el de nuestros directores, técnicos y productores, hicieron su tarea, para acompañar a ese sele-ccionado de grandes actores que pudimos conseguir.

El compromiso de todo ese elenco, con Nancy Dupláa y Carla Peterson (un sueño personal hecho realidad, el de trabajar con ellas dos juntas) a la cabeza, más el genial Juan Minujín, Luciano Castro, Jorgelina Aruzzi, Juan Gil Navarro, y tantos más, fue fundamental para terminar de lograr esas criaturas de ficción maravillosas, con la frutilla del postre de la revelación, Maite Lanata, con su Juani, sin dudas, el personaje televisivo del año, quien con su historia logró cautivar a un sector del público adolescente que ya no ve TV abierta, y encontró en la “lucha” de su personaje una razón que contiene la rebeldía típica de la edad a lo establecido por mandatos culturales y sociales, muchas veces lejanos a los sentimientos primordiales que movilizan a los jóvenes.

Escuchar “las dos campanas”: viejo sistema educativo vs. nuevos paradigmas educativos, proaborto vs. antiabortistas, identidad de género vs. discriminación, fueron tópicos que la ficción abordó desde un lugar natural, y no desde algo forzado, o desde una tribuna panfletaria,… hacer orgánicos a la trama, y al transcurrir cotidiano de los personajes, temas simples, y no tanto, de la vida ordinaria, con el mayor respeto para todos, piensen como piensen…

E intentar generar debate en el seno de las familias sobre cada cuestión, visibilizarlas, hacerlas naturales para aportar a la inclusión, por ejemplo, de muchas personas discriminadas, solo por el hecho de ignorar los temas, o por temer a aquello que desconocemos. Desde ese lugar utilizar a la TV para el bien común, eso significa hacernos cargo de nuestra responsabilidad social como comunicadores, más allá del mero (y loable) servicio de entretener a la audiencia.

No existen fórmulas mágicas para el éxito televisivo, solo podemos achicar riesgos para intentar que no nos vaya mal, pero, sí, existe la magia de algunos programas, que solo pueden analizarse cuando, luego del arduo trabajo previo al estreno, llegan al espectador, y se establece el enamoramiento. Cuando eso pasa se transforman en imbatibles.

Este es el éxito de contar vidas de gente común. Aquí y ahora. Con alegría. Con emoción. El éxito de la “vida real” hecha ficción.

*Productor general de 100 días para enamorarse. Director de Contenidos y Producción de Underground.