ESPECTACULOS
Juanes

“Latinoamérica está mejor que hace treinta años”

El colombiano pasó por Buenos Aires para cantar en Un sol para los chicos. Antes de presentarse en el Luna Park en octubre, asegura que con su último disco tuvo más conciencia de ser un artista, y cuenta lo mucho que le costó hacer su propio camino.

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versátil. En su juventud fue fanático confeso de Metallica e intentó imitarlos, hasta que descubrió que era imposible. | cuarterolo

Juanes pasó por Buenos Aires para ser parte de Un sol para los chicos. Y fue allí, donde sin dudas, tocó sus hits: A Dios le pido, Volverte a ver y Fuego. Esas canciones que lo han hecho un referente de la música latina, y que el colombiano define como “canciones que quiero mucho, que son alegría total. Agradezco mucho todo lo que me dieron. Pero no soy sólo esas canciones, y hace rato es así”. En sintonía con esa amable distancia, que Juanes sabe cuándo de-sarticular, el músico pasó por Argentina también para promocionar su Mis planes son amarte, su último disco. Mejor dicho, su último e intencional “objeto pleno de ideas, de música e imágenes” (no por nada es un álbum visual también). El disco concepto que Juanes el 4 de octubre va a presentar en el Luna Park como parte de la gira promoción es definido por el cantante como “El amor como estadio único: eso define al disco. Sin dudas. Más alla de eso, musicalmente es la mezcla de lo que yo soy: géneros latinos y otros no tan asociados a nuestra tierra. Eso no quita que en un futuro me gustaría hacer un álbum de cumbias, de tangos. Pero si éste fuera mi último disco, eso no sería para nada un final que no me pondría feliz”.

—Siempre hablás de Metallica y tu fanatismo por la banda. Hace poco diste un show sin aviso en Chile e hiciste temas de Juan Gabriel y de Soda Stereo. Frente a esa diversidad: ¿cuál es la tradición musical en la que te gusta que te inscriban?

—Yo vivía mucho ese drama en mi mente cuando comencé con mi banda de metal, porque quería ser como Metallica. Estaba obsesionado. Afiches en toda la habitación, me sabía todas las canciones. Llegó un punto donde entendí que no iba a ser eso. Porque yo era de aquí, porque no era posible, y porque entendí algo vital: buscar mi propio camino. Y eso fue un relajo; fue un momento importante. Y esa es mi tradición: la de aquellos músicos que aman la música pero buscan generar sus propios pasos.

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—¿Cómo ves a Latinoamérica considerando por ejemplo la situación de Venezuela?

—Siempre ha sido como conflictiva. Siempre. Siempre baja y sube, algunos están bien y otros mal. Obviamente que lo de Venezuela es nuestro centro de atención, es muy duro ver eso, y genera mucha impotencia ver cómo todas esas situaciones siguen avanzando a pesar de todo. Entonces entiendes que el poder del arte es clave. Porque nos permite conectarnos por encima de todas las ideologías, del fútbol, de la religión. Es como que en la música es donde todos somos iguales; es un lugar donde todos amamos, donde todos sufrimos, donde todos tenemos una historia que contar.

—¿Puede la música ser parte de este momento?

—La música nos une a un nivel distinto. La política siempre va a dividir. Generalmente las personas que se meten a hacer eso no lo hacen por convicción sino por vocación. En esos lugares se termina en el poder, en el control, en otro lugar. En el arte eso no existe. El arte es sentimiento más puro.

—¿Qué es entonces lo qué más disfrutás en este momento de tu carrera cómo artista?

—Mis hijos. No puedo ser más feliz que con mis hijos. Es lo más grande que me dio la vida. La música me da la gente, me da el conocer de Bolivia a Londres, y el mundo entero: es algo único. En este tiempo no sólo aprendí literalmente teoría musical. A medida que los años pasaron me di cuenta que uno tiene que ser auténtico y creer en lo que hace. Lo que sientes es lo que es y ya. Eso no implica que no me cueste la música como negocio, como business. Es súper crudo, ahí es donde se pone como la política. Hay condiciones, hay reglas, hay cosas que se manejan de una forma muy diferente a como un artista ve las cosas. Veo con cuidado cómo todo se va transformando, cómo se va pasando a la música sin soporte físico. Hoy se consume más, hay más plataformas, hay más conexiones con la canción pero no tanto con el artista. Antes conectábamos más, había más mística.

—¿Cuánto pensás en tu arte como obra y no como producto?

—Mis planes son amarte es la prueba de algo con lo que siempre quise ser muy sincero: siempre he pensado la música como algo artístico. Pero aquí quería aportar el 100% al concepto, a las imágenes, y a la música, por supuesto.

—¿Te gustaría hacer música toda la vida, por más que me dijiste que serías feliz si éste fuera tu último disco?

—Eso espero, hermano.

—El disco juega un poco con cierta idea de futuro. ¿Cuál es tu futuro ideal? ¿Cuál creés que es el futuro que podemos tener?

—Si miramos en una fotografía a Latinoamérica hoy y la comparamos con la de hace treinta años, estamos mejor. La libertad de lo que podemos hacer crece. Pero también la seguridad aumenta, se concentra. Y ahí es donde el individualismo llega a un punto donde puede generar un caos absoluto.


El individuo y el éxito

—¿Fue difícil mantener tu identidad frente al éxito?

—Siempre es el camino más fácil hacer el hit. Y el más peligroso. No quería hacer siempre lo mismo, A Dios le pido o La camisa negra. Y claro que te lo piden. Y como dije antes son canciones que quiero. Pero si las quiero tocar tiene que ser natural. Esas canciones es donde crees en la magia: ¿cómo se hace una canción así? Seguro, la música es ritmo, melodía y armonía. La magia entre esas tres cosas es algo difícil, abstracto, donde aparece algo excepcional. Me obsesionaba antes qué iba a escuchar la gente de mi música. Quería hacer el mejor sonido posible (todavía quiero) y ahora la gente lo escucha en un teléfono. Entonces aferrarse es negar una realidad: que la gente lo escuche como quiera.

—¿Cómo ves a la Argentina desde afuera?

—Me gusta mucho la vida aquí, me gusta la gente, la comida, el público, la onda, cómo se vive en esta ciudad. No me conecto con lo otro. Veo que hay problemas cuando veo noticias violentas de este país, como la forma en que este chico mató a esta chica, cosas muy fuertes, muy tristes, que se parecen mucho a lo que leo día a día en otros países, como Colombia. En la esencia, a veces en lo bueno y malo, somos muy parecidos.