ESPECTACULOS
damian szifron

“Me encantaría escribir una de James Bond”

Ayer presentó para el jurado del Festival de Cannes su Relatos salvajes, con la que compite por la Palma de Oro. En diálogo con PERFIL habla de sus sueños, que incluyen dirigir un canal de televisión y realizar una serie para la pantalla grande.

Feliz. Szifrón dialogó ayer con la prensa acreditada, poco antes de que el jurado de Cannes viera su película Relatos salvajes. Elogios unánimes a nivel mundial.
| AP
Damián Szifrón sostiene que su Relatos salvajes –estrenada ayer en la Competencia Oficial de Cannes, una enorme película producida por Kramer y Sigman y Warner Bros, y que el mismo director de Los simuladores define como una antología de “seis historias que comparten un salvajismo, tanto físico como psíquico”– es “la posible. Es la pequeña de ese conjunto de proyectos que escribí de 2007 a 2014”. Szifrón cataloga ese período como “una etapa sin plazos (que volvió loca a mucha gente e incluso un aspecto de mí). Necesité una especie de exilio, y en esta etapa escribí la próxima etapa, la que viene. Pienso todo en cine, pienso la vida en cine. Es mi marco de referencia”.
Szifrón habla, además, de su film con Ricardo Darín (“es alguien con quien entendemos exactamente lo mismo cuando hablamos de grandes películas”) y otros pesos pesados del cine nacional (Leonardo Sbaraglia, Oscar Martínez, Erica Rivas y más) comparándolo “con el whisky: es mucho trabajo para destilar algo muy breve, pero muy concentrado”.
—¿Cuánto pensaste en el cine que había alrededor al hacer “Relatos salvajes”?
—Muy poco. Esta película realmente surgió de las grietas entre otros proyectos. No la escribí pensando que la iba a filmar pronto, ni remotamente pensé que era lo primero que iba a filmar. Fue sobre todo un ejercicio de liberación del subconsciente.
—¿De qué necesitabas liberarte?
—Liberación de… (se queda pensando algunos segundos). Digamos que estaba muy preocupado por terminar los otros proyectos, otros guiones, como El extranjero, de ciencia ficción, un western llamado Little bee (que mi sueño es que lo actúe Bryan Cranston) y una comedia romántica llamada La pareja perfecta. El extranjero es una obra extensa, te diría muy extensa, que al final adquirió una dimensión insospechada. Es derivativa, me fue llevando por distintos universos. Las preguntas que se hace me cautivan y me fascinan desde chico…
—¿Cuáles son esas preguntas?
—¿Qué es la inteligencia? ¿Qué somos? ¿De dónde salimos? ¿Qué nos diferencia del resto de los seres vivos? ¿A niveles microscópicos la misma inteligencia que creemos que nos separa de otros seres vivos está operando de una forma que no vemos? ¿Podemos ser fruto del caos? ¿O hay un orden tan evidente que prueba que existe algo parecido a un creador? Estuve siete años divagando con esas preguntas, y podría seguir toda la vida. Muchas fueron a parar al El extranjero y otras las tuve que extirpar y siento que conforman un conjunto de ideas que serán parte de una obra de ensayo-filosófica que pienso hacer algún vez.
—¿En el cine?
—Hoy por hoy estoy pensando en darle a esto que yo llamo El extranjero un destino singular, que es el de hacer una serie en el cine. Tener un capítulo por mes de setenta u ochenta minutos a lo largo de siete u ocho meses.
—Paradójicamente sería una forma de mezclar los dos cambios más fundamentales en el cine y la TV que sucedieron cuando estuviste ausente.
—Exactamente. No hago bien en contarlo, porque pueden robarlo. Pero no me interesa la novedad.
—¿Te molestó ser la novedad y por eso desapareciste?
—¿Qué me pasó? Muy naturalmente apareció una necesidad, primero, de divorciar los procesos de escritura del de dirección. Yo venía muy acostumbrado a estar escribiendo el capítulo cuatro de algo y filmando el capítulo siete, y compaginando el cinco. Casi una realimentación fordiana, pero que me embutió en una forma que no me hacía bien como director.
—¿Cuáles de esas preguntas que mencionabas como fundamentales en tu vida están presentes en “Relatos salvajes”?
—Relatos salvajes tiene la ventaja que aprendí mucho durante el proceso de escribir las otras cosas. Tenía muy expandido el inconsciente. Fueron años donde las cuerdas de la percepción se expandieron, donde lo que llamamos realidad no me importó más. Tenía dificultades reales para materializar algo…
—¿Te perturbaba?
—Me costaba el contacto con la realidad. Las discusiones sobre el cine argentino desde el 2007 hasta el 2014 directamente las ignoré.
—Pero no eras el hombre de barba enorme balbuceando ideas en la oscuridad…
—Bueno, bastante larga (risas). No quiero construir una figura mítica, ¡eh!
—¿Saliste de eso o está ahí?
—Me parece que terminó. Y al otro día estaba listo para filmar. En el ínterin fui padre y es algo que me expandió: es como tener una versión nueva de vos mismo, que no sos vos mismo. De tus hijos sos un poco hermano, concretamente como que salimos del mismo árbol. Apareció una relación que me liberó.
—¿Pensás que le falta algo al cine de ahora? ¿Nos infantilizamos como público en este período desde 2007 hasta 2014?
—Sí, pienso que estamos sometidos a una serie de estímulos muy negativos, muy distorsivos, entre ellos cierto esnobismo que siento forma parte del problema.
—¿Esnobismo?
—Esnobismo como una mirada que juzga de manera muy severa la novedad, esperando obras disruptivas. Yo veo El padrino y veo una película completa, que no importa si es comercial o artística, veo una película que me parece hecha por Dios, no por una persona. Como ver una montaña: es indiscutible.
—¿Qué le cambiarías al cine argentino si pudieras?
—Su búsqueda y su ambición. La ambición en tanto deseo, si te quedaste o si tenés más o menos espectadores, no es de lo que hablo. Hablo de lo que te proponés: ¿qué te proponés? Le quitaría de encima a la hora de hacer cine cierto complejo de inferioridad que a veces los directores argentinos pueden tener. Si alguien quiere hacer un policial, nadie se propone hacer Contacto en Francia, o Seven, o El samurái. Imaginan algo donde alguien tiene un arma en un momento, pero no tienen como referencia las películas que aman, o sienten que no son posibles y no corresponde que un director argentino haga eso. Desde ahí, ya estás medio frito. El cine argentino puede evolucionar en muchas direcciones distintas.
—¿Falta público que quiera ver cosas distintas?
—No, no. La responsabilidad es de quienes ocupan los lugares de poder en determinadas situaciones. No te metas con la gente. No es la responsabilidad de la gente cambiar la televisión o el cine.
—¿Sería posible “Los simuladores” hoy?
—No siento que eso se esté buscando. No estoy viendo en la pantalla argentina (aunque no veo mucho) que sea afectada a lo que está sucediendo con series como Breaking Bad o Mad Men. Como que está blindada a esos estímulos. Eso va a cambiar.
—¿Te gustaría ser parte de ese cambio?
—En algún momento me gustaría dirigir un canal. Tuve algún acercamiento alguna vez, pero no era el momento. Creo que la televisión puede ser infinitamente mejor, acá y en todos lados. Creo mucho en la televisión, en que es parte de la educación. Es difusa la línea entre educación formal y no formal, y la TV tiene una trascendencia tan grande en la conciencia colectiva que debería prestársele muchísima más atención.
—¿A quién te gustaría mostrarle esta película? ¿Qué director te gustaría te dé la Palma de Oro si ganás?
—Ningún director: me gustaría mostrársela a mi papá, que murió. Mi viejo era un incondicional. Estoy lleno, y mi papá me llenó de cosas.
—¿Y qué proyecto te gustaría que te den de Estados Unidos si todo sale bien?
—Me encantaría escribir el guión de una película de James Bond.