ESPECTACULOS
Pablo Druker

Peripecias de hacer música clásica en Argentina

El director de orquesta está al frente de Candide, ópera de Leonard Bernstein. Describe la compleja situación del Teatro Argentino de La Plata.

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Arte. El director de orquesta cree que hay coincidencias entre lo popular y lo supuestamente culto. | Druker

Este sábado culminan las tres únicas funciones del estreno en la Argentina de Candide, la ópera de Leonard Bernstein, que, en este caso, es puesta en escena por el Teatro Argentino de La Plata. Con el edificio bonaerense cerrado por reformas, el espectáculo se realiza en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, con entradas que oscilan entre $ 600 y $ 3.400. Ese es el valor para ver esta propuesta enmarcada en la celebración de los cien años del nacimiento de quien se hiciera mundialmente famoso con la creación del musical West Side Story. Por su parte, Candide, una ópera híbrida que comparte elementos con la comedia

musical, está basada en el cuento filosófico de Voltaire Cándido, o el optimismo (1759). Casi dos siglos después, en 1956, el compositor estadounidense hizo su versión escénica. En la Argentina, la puesta en escena es de Rubén Szuchmacher y la dirección orquestal de Pablo Druker, argentino cuya trayectoria se realizó, desde 2012, mayormente en Europa –su base es Düsseldolf, en Alemania, y de allí se mueve por el Viejo Mundo–, hasta que en 2017 se integró al Teatro Argentino de La Plata, aunque reconoce que “no emprendí necesariamente la vuelta; tampoco estoy allá; estoy sin ningún pie en un lugar específico”. Es él quien, en esta entrevista, presenta el espectáculo, cuyas voces principales están a cargo de Héctor Guedes, Santiago Martínez, Oriana Favaro, Mariano Gladic, Eugenia Fuente y Rocío Arbizu.

—¿Cuál es la situación del Argentino de La Plata y cómo es trabajar para esa institución?

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—Sin duda, no es una situación fácil. El teatro está cerrado, se está refaccionando. Es difícil no tener nuestra casa. Tenemos posibilidad de ensayar adentro, pero la gran mayoría de las producciones deben ocurrir por fuera. Más allá de la estructura actual, hay muchos temas que datan de mucho tiempo. Esperemos que se puedan ir mejorando. Es un teatro con un potencial extraordinario. Ahí estamos.

—¿Cómo caracterizarías a Candide?

—Es muy divertida, entretenida, dinámica. Son dos actos y una cantidad de números muy breves, contrastantes, eclécticos, heterogéneos, que se suceden casi sin solución de continuidad. En Voltaire y en la música hay sentido del humor. Es una música muy satírica. Y el personaje atraviesa una historia en la que sufre las peripecias de enfrentarse ante el concepto del optimismo. Todo ocurre en un supuesto mundo ideal. La historia muestra el proceso por el cual Candide se da cuenta de que el mundo no es tal como él creía o como pareciera ser.

—¿Algún guiño hacia el presente de la Argentina: el optimismo, la alegría…?

—La obra va haciendo foco ahí evidentemente. Sobre todo en el último número de esta obra, se muestra que, en definitiva, el hecho de que exista la idea de optimismo es que hay algo que evidentemente no funciona. [A la vez] la obra plantea que, dentro de la cotidianeidad de este mundo, que presenta las figuras que ya conocemos, hay que concentrarse en lo que nos convoca, mirar un poco más chico y tratar de hacer las cosas lo mejor posible.

 

El gusto más allá del trabajo

—¿Cómo aparecen lo culto y lo popular en las creaciones de Leonard Bernstein, quien elogió a Elvis Presley, y quien ganó fama en el teatro comercial y en el cine?

—Por el estilo de su escritura, desafió un poco eso. West Side Story, aparte de tener la música más bella que se ha escrito, es un punto de inflexión en la música de Bernstein, porque rompe con preceptos y marcos, rompe asimismo con la idea de género musical. Otro claro ejemplo es Candide, una obra escrita para Broadway, una comedia musical destinada a un público más orientado a este tipo de espectáculo que a la ópera propiamente dicha. Después se instauró la discusión sobre si Candide era un musical o una opereta. No fue exitosa en su estreno; no suele representarse muy a menudo. En todo esto, de algún modo ahí entra la discusión sobre qué es la música culta y la popular. Pero creo que hay que trascender esa confrontación y ver qué pasa concretamente en la obra. Desde ya, hay en esta obra dejos de música académica, hay momentos mahlerianos, y también hay dejos de música popular, en el tratamiento de las voces, de la orquesta, en la melodía, en el ritmo. La obra es muy difícil de ubicar. Hay momentos en que no se sabe hacia dónde va todo eso.

—¿Qué músicas escuchás, por fuera de los compromisos profesionales?

—Escucho un espectro amplio. En general, músicas no muy nuevas. Mucho bolero: puedo escuchar Trío Los Panchos. También George Brassens.